Yo concibo la vida cual trayecto
que a cada uno le toca recorrer.
Desde el mismo momento de nacer
y empieza a despertarse el intelecto
no paras de correr.
Correr, correr, correr cuando eres joven,
aquello que has soñado conseguir,
la esencia de la vida descubrir,
lo que ya has conseguido no te roben
vivir, vivir, vivir.
Andaré a pasos cortos alrededor de ti
aunque pongan caballos a Lisboa.
Aunque inventen jardines de Francia
con sonidos de orquesta, y encontrara
en ellos todo el Adriático
en unos ojos distintos
a los tuyos,
yo elegiría siempre el portal de tu casa
esperando a que salgas diciendo mi nombre. * *
Boceto de un atardecer
Las praderas perfiladas del sol
y en abrazo las llamas abrasando los montes.
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
espejo, estigma, catarata de Dios.
Tibi laus, tibi gloria, tibi gratiarum actio,
de coros angélicos.
Y holocausto del cielo en sangre.
Y homenaje del cielo a los hombres inclinado.
Y silencio después, y sólo ausencia.
– Millones de palabras por pintarte así
regalaría, hermosura furtiva
que huyes de mis letras. * *
Retrato no vulgar de Lisi
Violentos cuellos de cítara raptada
en tensión musical,
tallos de trigo,
aristas con aroma
que buscan la sombra, saltarinas,
aguamaniles mellados de cerámica azul,
corceles negros que son fiesta del mirar,
tus ojos son dragones de feria;
cresta felina, relámpago, tus manos;
manzana, códice, cantoral
tus dedos,
y en mirador de huertas
y arrozales, tus pasos son limpios
y pequeños.
– Que sean estas palabras, Lisi,
mi tributo, y que adornen por siempre
tu nombre, jubilosas.
Tarde de noviembre
Noviembre. Un viaje
hacia el exterior de la meseta;
el recuerdo familiar de una despedida;
entre mis manos, inútilmente
hermoso, un libro antiguo;
el deseo insólito de querer vivir
en la marea cosmopolita
del metro londinense y, juntamente,
suspirar por un naufragio ecuatorial,
por una isla sin nombre
con nativos felices e ignorantes…
Noviembre que anocheces la tarde
y que de nuevo me niegas
las palabras
con que hubiera querido
escribir este poema.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.