Yo sé, de este cigarro se apaga la colilla, que la última calada debo ya de apurar, y sé que de este trance la noche ha de llegar, que un día va a arribar mi barca hacia la orilla.
Yo creía en Dios, que así me lo inculcaron los curas y mis padres, los maestros, lo mismo que creían mis ancestros aquellos que a sus padres imitaron siguiendo cual tratara de cabestros.
Olé tu madre, olé y olé, gritaba, un tipo de apariencia regordito al ver como insistente ella saltaba mostrando su alegría. Y empinaba la cresta cual gallito.
Me gustan las personas que son equilibradas, que al pan le llaman pan y al vino dicen vino, que nunca al comentar presumen de adivino, lamentos no han de dar por leches derramadas.