Cuando pasen los años ya verás que la vida se escapa entre las manos, que los sueños se quedan ya lejanos y es que entonces quizás lamentarás tu ignorancia al juzgar a los ancianos.
Si quinientas palabras no son plagio ¿cuántos versos se pueden fusilar? La tal Lastra debiera meditar qué me espera si escribo y tal naufragio no puedo yo evitar.
Mi ingenio en venta he puesto muchas veces. Me extraña que no encuentre un buen postor. De todo lo que tengo es lo mejor, pudiera asegurarlo que con creces él tiene un buen motor.
Ya no quiero. Vivir no me interesa. Que el tiempo que he vivido ya es pasado y así que este momento ande a mi lado ya sé que no me aguarda una sorpresa.
Antes de nacer yo fueron mis padres -mi padre ya murió siendo aun maduro- y antes ya que mis padres mis abuelos cansados ya vinieron de otros duelos, de ancestros, de sus padres, sus compadres...
Yo soy ese que un día fue de pesca y encontró que no había agua ni peces, negando la verdad una y mil veces e incluso que se puso a armar la gresca gritando hasta a los jueces.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.