Mi madre era muy guapa, yo no tanto, mi madre era hacendosa, yo algo menos. Cuando ella alimentaba con sus senos me daba hasta saciar, que me atraganto con solo de pensar al ver tan llenos.
Del tiempo que ha pasado no me acuerdo, no sé nada, no existe ya constancia, se encuentra desnortado en su vagancia mandando a pasear a su recuerdo. Ya existe una distancia.
Aquí donde me veis yo soy un hombre, la cabeza, dos brazos y dos piernas, dos ojos en la cara cual linternas y abajo entre las piernas, no se asombre, un preso en las galernas.
Un hombre es una cosa maliciosa que dicen lo hizo dios, dios no lo quiera, se mueve como pez en su escombrera y muestra como mantis religiosa* que a veces puede ser muy dolorosa
El hombre de los cohetes, los petardos, aquel que siempre va tirando tiros, no entiende cuando se habla de suspiros se ensaña mientras va lanzando dardos, tratando va de hundiros.
Rogarle a Dios le cuide, esa costumbre que trueca al que es humano en más humano, querer a él acercarse con la mano manchada de vileza y podredumbre...
Ahora que el hablar está de moda cuidando en la palabra desvaríes, que el punto has poner sobre las íes, así que tengas fama de rapsoda con ellas no porfíes.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.