Estoy leyendo un libro, no me acuerdo del nombre de su autor, y aun menos de la fecha, el editor, y en medio de la trama ya me pierdo, dudando si yo fuera un buen lector.
El alma del papiro en que yo escribo es blanca, ella es muy limpia y transparente, mantiene una actitud muy complaciente con todo lo que ve no es de recibo, pues nunca dice no, que siempre asiente.
Escribo sobre un verso inapetente que siempre me pregunta a qué has venido, se suele comportar cual ciervo herido hurgando en los misterios de mi mente, mas nunca me he rendido.
Lo nuestro es separar, separan las costumbres, separan los idiomas, lo mismo que separan los puntos y las comas, un paso al caminar, distinguen los colores, los gestos diferentes,...
Al circo, al que le crecen los enanos, que siempre que se angustia mira al cielo, las cosas siempre van a contrapelo pues todo le resbala de las manos.
Él tiene un huerto urbano pintado en una esquina en su terraza que espía y de los bichos va a la caza tratando de evitar que algún gusano a plantas signifique una amenaza.
Yo soy de los que cree que la vida se mata a garrotazos, y debe de abordarse sin abrazos. La vida es esa cosa divertida que engaña pues te deja hecho pedazos.
Viajar, ¿sabes?, viajar es muy bonito, quisiera sin descanso yo ir viajando, hacer del observar un requisito, viajar, mirar, volar cual pajarito y luego a los amigos ir contanto.
Mi tiempo distribuyo en escribir y el resto que me queda pienso y leo, de tanto en tanto voy, doy un paseo, después, cuando ya debo de dormir si voy a despertar no me planteo.
Del día ese infeliz en que nacemos la muerte anda espiando en cada esquina siguiendo desde cerca y observando. Nosotros que invencibles nos creemos soñamos con llegar hasta la cima...
Si Baco levantara la cabeza y hubiera sido Baco hoy dios del vino, si hubiera transitado en el camino del hombre que disfruta y que bosteza; si el vaho que desprende tan divino...
Partamos de la base que no existo, comprendo si alguien dice que es mentira, la vida es una pieza que se estira, se acerca, viene y va, visto y no visto.
Labrar, de los oficios el más noble, se dice del labriego, es labrador, del mismo se destaca su sudor, que es fuerte y valeroso como un roble, obviando si hace frío, hace calor.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.