Suponga que es usted un tarambana, sin fuerza voluntad, por consiguiente, un tipo al que le puede la galbana, despierta, va y se asoma a la ventana y ve que está nublado y se resiente.
He soñado. Mas dudo si he soñado. Y ¡qué importa saber si ha sido un sueño! Que empezamos la casa en el tejado, y hoy la misma ya se ha desmoronado y hemos muerto los dos en el empeño.
¿Qué veis? pues no soy yo, todo es postizo, las gafas, el bigote y un sombrero, que el pelo no se vé pues lo prefiero, confieso que no tengo el de un erizo mas no me desespero.
Un pájaro he plantado en mi escritorio no sabe ni cantar, decir ni pío, posible es que el terreno esté baldío, se encuentre aun sin preñar en paritorio o acaso tenga frío.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.