Estoy leyendo un libro, no me acuerdo del nombre de su autor, y aun menos de la fecha, el editor, y en medio de la trama ya me pierdo, dudando si yo fuera un buen lector.
El alma del papiro en que yo escribo es blanca, ella es muy limpia y transparente, mantiene una actitud muy complaciente con todo lo que ve no es de recibo, pues nunca dice no, que siempre asiente.
Escribo sobre un verso inapetente que siempre me pregunta a qué has venido, se suele comportar cual ciervo herido hurgando en los misterios de mi mente, mas nunca me he rendido.
Lo nuestro es separar, separan las costumbres, separan los idiomas, lo mismo que separan los puntos y las comas, un paso al caminar, distinguen los colores, los gestos diferentes,...
Al circo, al que le crecen los enanos, que siempre que se angustia mira al cielo, las cosas siempre van a contrapelo pues todo le resbala de las manos.
Él tiene un huerto urbano pintado en una esquina en su terraza que espía y de los bichos va a la caza tratando de evitar que algún gusano a plantas signifique una amenaza.
Yo soy de los que cree que la vida se mata a garrotazos, y debe de abordarse sin abrazos. La vida es esa cosa divertida que engaña pues te deja hecho pedazos.