Cuántos rezos, suspiros y plegarias, cuántos salmos y a Dios invocaciones, cuántos llantos plagados de emociones, de creyentes, de gentes solidarias, y cuántas frustraciones.
Hay formas de morir, morir matando, morir porque ya el cuerpo no te aguante, morir de amor queriendo a cada instante, hartando de reír no respirando, colgado de un buen libro en un estante.
Destripo las noticias cada día y algunas que me impactan disecciono, si hay una no me gusta la sanciono, o pongo en cuarentena, mi osadía, que yo ni a una mentira la perdono.
Yo envidio de los jóvenes su empuje, las ganas de vivir y de luchar, y envidio la manera de enfrentar la vida cuando sienten que les cruje y lleva sin cesar a naufragar.
El hombre por costumbre y por derecho ansía ser distinto, diferente, se deja que le arrastre la corriente, si es que ésta le permite sacar pecho, fardando de esa fuente.
Sorprende ver que hay gentes sin criterio, carentes de opiniones ni de ideas, ausentes de diatribas ni peleas, in albis, que el cerebro es el misterio de un ciego en las plateas.
Ese día en que estuve yo inspirado, ese mismo en que anduve algo más cuerdo, la verdad es que pienso y no recuerdo si existió o es que acaso lo he soñado o es posible no exista o ya me
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.