Te cuento. Ni te cuento. ¿Qué te cuento? Que ayer llegué a soñar que estaba ciego. Por poco me descuido y me la pego. Mas todo fue el despiste de un momento muy propio de un borrego.
Jugar a las muñecas ¡quita, quita! que a mi lo que me gusta es a la guerra, tú quieres que me vuelva mariquita, me tenga que juntar con Margarita o deba de meterme bajo tierra.
De joven me iniciaba yo en el sexo atento a mis hermanos con sus chistes, al ver que les hacía tanta gracia. Dispuesto para dar mi primer beso pensé intentar probar de esos alpistes....
Mi tierra no es mi tierra es nuestra tierra, que haber nacido allí no es un derecho, ni es justo que se intente sacar pecho. Y aquel que a circunstancia tal se aferra que tenga buen provecho.
Pues él vino hasta aquí para hacer bulto lo mismo que hace el grano en el granero, escaso de valor, un pordiosero que quiso destacar siendo un inculto y tuvo que ocultar bajo un sombrero.
Juguemos a ejercer de plañideras aireando nuestro aspecto de buenazos, llorando al ver el mundo hecho pedazos, obviando que nosotros somos fieras, y a ratos son ficticios los abrazos.
A cuestas con mi caña de pescar, llevando en buen lugar mis aparejos, pasando voy la vida resistiendo, con cebo que no debe de faltar. Lo mismo sin son peces o cangrejos, que yo con poca cosa me entretengo.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.