Yo soy un infeliz, un ciudadano que haciendo de su honor apostasía salióse a caminar por si veía un ser que le agarrara de la mano muriendo del disgusto en la porfía.
Me angustian los que sufren de penurias o que andan algo escasos de sustentos, y afligen afectando a sentimientos al ver como soportan las injurias. Mas siempre si es preciso yo denuncio, en tanto a mis prebendas no renuncio.
¿Quién lo dijo? Lo dijo Gamoneda. Y es el pueblo además quien lo bendijo. Que la culpa la tiene la moneda que se mueve y que quieta nunca queda, la que tiene las llaves del cortijo.
De joven yo escribía poesía, después ya me case, tuve dos hijos, y el tiempo dedicado en que escribía no fue lo que esa entente merecía en busca de unos retos más prolijos.
Del hombre dicen vuelve a las andadas, el hombre es ese ser que, presumido, fingiendo que se siente compungido en vez de dar respuestas da calladas contento de él haberse conocido.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.