Piedra angular a veces esquiva o silenciosa, siempre tan predispuesta al quite en mis maldades, base fundamental de mis debilidades, más que losa tú eres apoyo de una diosa.
Ignoro si soy bueno o si soy malo ni sé, ni me preocupa ni me importa. Yo escribo porque a mí me reconforta y a aquel que aquí me lee doy la mano al ver que me soporta.
¿De qué presumes, chaval, de qué me hablas si aun no has sacado un conejo en la chistera, ni bebido un buen brebaje en primavera, por qué intentas demostrar que tienes tablas?
¿Cómo puedo besar la voz que a mi también me besa, tan erótica, susurrante, atractiva y deliciosa, que de sutiles aromas transpira olor a rosa y de placer a mi espíritu le embriaga y embelesa?
¿Cuántos días me quedan? cuatro o cinco. Posible sea un millar, quizás dos mil, acaso un poco más, quizás tres mil ¿has dicho cuatro mil? que pego un brinco...
Te imaginé primero y el cielo se nubló sobrevolando fuiste sobre la lluvia fina, tu imagen tan divina mis ojos les cegó y tu estampa fundióse en aquella luz divina.