Entre la barahúnda estos versos degollados, inanes, tan dispersos y a fuer de inconsistentes, sin luz y sin adornos, de espíritu apagados, vacíos de argumento, vagando van silentes.
En el pueblo, aquí, donde ahora vivo, donde nada conozco del lugar, y en que nadie se acerca a saludar, hoy me siento cual ciervo que está herido, como el ave sin alas, sin volar.
De niño yo admiraba al saltamontes al ver la agilidad con que saltaba, curioso, yo observando me quedaba al ver desde sus patas los remontes y cómo de repente aterrizaba.
¿Acaso el mundo es gris o son mis ojos grises? quisiera conocer si tiembla o llueve fuera, si en torno solo yo hoy percibo cicatrices o sombras sólo son de mi inquietud sincera.
Por más que a mi me insistan, no entiendo la razón que lleva a los humanos venidos a este mundo, sujetos al azar, o así sin ton ni son, los hay que consideran ser dueños del terruño.