Si tú algo has de decirme pues dímelo a la cara,
mejor una vez rojo que ciento colorado,
si es cierto que he pecado mejor es si se aclara
y así el dolor se para por algo que ha pasado.
Permíteme, lector, te diga amigo,
así nadie nos haya presentado
y sea por azar que aquí has llegado.
Que sepas que por eso te bendigo.
espero sean mis versos de tu agrado.
Fue una tarde de abril pálida y fría
en que el cielo teñido de tristeza
comenzaba a llorar. Y en la maleza
el silencio en la sombra se escondía.
Juguemos a escondernos como antes
cuando yo suspiraba en tu retrato,
para ti, yo era un tipo con tirantes,
un poco antiguo, ingenuo, algo pacato,
tan juntitos los dos aunque distantes.
Hoy yo aquí me acuesto vivo
mas mañana yo no sé
si vivo apareceré.
Y aun a la hora que esto escribo
aún yo andaré furtivo,
o al leerme ya esté muerto,
todo es en la vida incierto,
con la duda yo convivo.
Yo venero a los que saben lo que dicen,
que cuando hablan sólo dicen lo que saben,
no me importa si los otros lo bendicen,
nadie exista que a sus textos los alaben.
A ese joven pinturero
que un día se le engatilla
toreando una vaquilla,
presumiendo de torero;
que ignora el muy puñetero,
que él problema está en el coco
y no hay que volverse loco
ni entrar en el burladero.
Es la voz de la calle de una calle cualquiera,
una calle sin nombre, sin aceras ni esquinas,
sin cómplices silencios ni palabras cansinas,
de ruidos ahorcados pero sin carraspera.
