Un día de marzo muchos ciudadanos de su lar salieron apoyando el pié izquierdo. Un día de marzo en la estación de Atocha volaban los cuervos. Un día de marzo,¡qué pena, qué lástima, qué triste recuerdo!
Por qué si al cielo ha puesto dios tan alto obvió el de ponerle a una escalera, que pudiera acceder el que quisiera. Yo que a veces lo intento y pego un salto no acierto comprender si es que Él
Ignoro si soy bueno o si soy malo ni sé, ni me preocupa ni me importa. Yo escribo porque a mí me reconforta y a aquel que aquí me lee doy la mano al ver que me soporta.
Está por todas parte, Maradona, ¡que ha muerto Maradona! se lamenta!, ¡qué pena que muriera a los sesenta! ¿por qué razón la muerte no perdona al fútbol al que él tanto representa?
Si tú supieras, mi amor, si tú supieras que mi corazón a tu soñar resiste volverías a abrazarme y no estar triste cuantas veces que tú a mi me lo pidieras.
Cuando la marea baja y el sol comienza a brillar raudo voy a pasear por la arena de la playa. Tranquilo ando sin parar por donde quiera que vaya, observando en mi atalaya, descubriendo el hontanar.
María se llamaba. Era muy bella. Tan bella que la Virgen parecía. Radiante a más rabiar, hasta ese día en que alguien le inquirió si era doncella, y quiso descubrir, dejando huella,...
Ahora que ya vislumbro nubarrones me he decidido a tomar la vida en serio sometiendo las bobadas a un asedio, las mentiras, las verdades, las razones, los argumentos de humildad bribones.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.