Planto mis pies heridos en la arena, en sus partes sensibles relamidos -pies húmedos de sal, de piel curtidos- en playa tan sutil, dulce y serena, bañada por el mar con sus gemidos.
Hoy ha vuelto a su hogar junto a la playa después de larga ausencia, todo seguía igual. La efervescencia de las olas marcábanle la raya, le hablaban de inocencia.
Tengo un monte en subconsciente de mi infancia junto a intensas sensaciones. Los gorriones, la íntima presencia erguida de los pinos, las encinas, los enebros, los caminos llenos de matorrales y de charcas.
Disculpas pido a Dios, pido disculpas, a mi familia, y al rey, y al mundo entero, los seres que más amo, que más quiero, por mentirles echando a otros las culpas.
Yo amo al ser que se cuida así que a veces no atienda a los pecados de conciencia, que goza de la vida y sus memeces retándole insistente a su paciencia.
¿Y qué más da si yo no entiendo nada, por qué será que siempre me confundo, por qué la mar conmigo es despiadada y ahora el viento me arrecia ya iracundo?
¿Por qué me empeño tanto en escribir mi verso? si nadie en esta tierra quiere escuchar mi voz, si soy un mal poeta dentro del universo, si todo lo que escribo, no adquiere algún valor.
De lógica, es palpable, es evidente que idiomas uno que haya sobra y basta, pues que esa es la verdad inteligente, se entienda con fluidez toda la gente y evite tanto esfuerzo que hoy se gasta.
Él ha sido un escritor que nunca supo escribir, mas que se hartó de reír y a Dios no guarda rencor. El que en busca de un amor en Quito blandió su espada....
Los hay que tienen suerte, un adivino predijo que el amor ha de encontrar de forma que no debe de buscar, que el mismo ya se encuentra en su camino y pronto ha de llegar.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.