Ignorante. Yo soy otro ignorante que presume de ser un ilustrado, como tú, como aquel, como el de al lado, que mirando va siempre hacia adelante, no contempla pararse ni un instante, incasable, a la busca del Dorado.
Yo soy un infeliz, un ciudadano que haciendo de su honor apostasía salióse a caminar por si veía un ser que le agarrara de la mano muriendo del disgusto en la porfía.
Yo soy un solitario, un eremita, un tipo que practica el onanismo, que escribe y solo piensa en uno mismo, se encuentra despistado en una cita o al borde del abismo.
Ya no tiene en qué pensar, se ha secado su cerebro, retorcido como enebro. Y en su largo caminar va en sombras grises que avanzan y acompañan su penar ¡ay del que quiera encontrar su alma en este requiebro!
Poeta yo no soy pues no he leído, famosos, a poetas, los ingleses, y aun menos de Japón a japoneses, que soy como el tambor, toco de oído, y solo alguno que otro a los franceses.
Yo Charlie no soy ni seré, lo siento, porque a mi es que la burla no me gusta y menos que me aticen con su fusta obviando que les de el consentimiento, por si algo me disgusta.
Yo no soy nadie, solo un cerebro, que él es quien manda, yo le obedezco, si alguien me alaba no lo merezco, si a él le echan flores yo lo celebro, si le denigran, yo lo padezco.
No digo que esté bien o que esté mal, que debas de pensar como yo pienso, que puedas criticarme o echarme incienso, me juzgues pues que soy un animal...
Yo solo soy un viejo que sigue en la manada, no sirve para nada, sólo pa' dar consejos, que andando se resbala pues no tiene reflejos, no puede levantarse si de él nadie se apiada,
Yo soy de los que cree que la vida se mata a garrotazos, y debe de abordarse sin abrazos. La vida es esa cosa divertida que engaña pues te deja hecho pedazos.
Robaros la inocencia ese es mi oficio. Yo soy predicador. Soy padre, el elegido del Señor, quien dude de mi honor sabrá el suplicio que habrá de soportar, sin un resquicio, por ser tan pecador.
Yo soy ese que un día fue de pesca y encontró que no había agua ni peces, negando la verdad una y mil veces e incluso que se puso a armar la gresca gritando hasta a los jueces.
Yo que soy un ingenuo, un inocente, que no puedo entender que los idiomas se inventaran tratando que la gente mejoraran de forma inteligente los puntos y las comas.
Yo era un niño. Jugaba al escondite, ingenuo, sin saber por qué jugaba, seguro de que al tiempo disfrutaba haciendo algún regate, yendo al quite, y a veces naufragaba.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.