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I
– «Nos vamos a París»
-con una voz de esparto alguien decía
a través del teléfono.
– Dile que cuando vuelva
me regale un poema de Verlaine,
si puede ser en prosa.
– Díselo tú. Se pone.
– No puede ser Verlaine
porque ya está agotado.
– Entonces da lo mismo.
Lo que quieras.
– ¿Estarás en el parque
debajo de la pérgola?
– Sí. Te esperaré. 7al vez el lunes,
– Por allí pasaré si es qu€ na llueve.
II
Aquel lunes llovió
con una lluvia densa.
El parque parecía
un ala de libélula acartonada y gris.
Nunca se supo
por qué llovió aquel lunes
y si hubo algún poema que viajara en el tren.
Y fue mejor así
porque oíros lunes
con lluvia y sin poemas
se llenaron de sueños
mientras con el bastón un vagabundo
golpeaba las hojas
bajo un cielo apagado.
III
Aquel traje de raso
le llegaba a los pies.
El oro de la tarde
era una decadencia que abrasaba.
Adolescente y vieja
mirabas a lo lejos.
Por la calle empinada
sólo subía el sol
y no quien tú esperabas.
La historia iba
riendo por las calles entornadas.
Las palabras antiguas eran mármol y .seda.
Tu amante de ficción te acariciaba.
Era hermoso.
Y te entregaste a él.
Es todo el mismo amor.
IV
Hoy cumple veinte años
pintados de acuarela.
– Envíele, señora, dos gardenias
con mucho celofán.
Pero no ponga un lazo
que quiero sean libres.
-¿Ya quién se las envío?
– Envíelas al mar
y no ponga remite.
V
Encendida en la sombra de las sábanas
con el cuerpo desnudo
igual que una amapola
esperaba a su amante.
Apareció de pronto
y navegó a su lado.
Se sentó sobre el lecho
y acarició su pubis
y después, displicente,
colocó sobre el hombro su chaqueta,
volvió a cruzar la puerta y se lanzó a la noche.
En su camino brillaba una luciérnaga.
La pisó con ternura
y después
apretó la punta del zapato.
Pensó que aquel amigo suyo ecologista
lloraría al saberlo.
BALADA DEL RÍO CEA
Que el río no se para
que eres tú quien lo lleva.
Se convierte en espejo
cuando encuentra un remanso
y refleja los chopos y las islas
y algún que otro recuerdo.
Que el río no se para
que eres tú quien lo lleva.
A veces se hace cuna
de los patos salvajes
y en los atardeceres
acuarela del cielo
borracho de colores
cuando se muere el solo algodón de las nubes
para curar heridas
que el tiempo va dejando
sobre el páramo largo que es la vida.
Que el río no se para que eres tú quien lo lleva.
En la corriente canta
el brillo de tus ojoso la canción antigua
canción de barro y hierba.
La canción del silencio
de un molino ya en ruinas
o ese silencio enorme
que cantan las estrellas.
El río está cansado
y no quiere ir al mar
sin ti mientras te espera.
Que el río no se para
que eres tú quien lo lleva.
Del libro Poesías completas
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