AIRE, AIRE… (Mi poema)
Lillian Moro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Aire es, aire que penetra
las paredes de mi alma,
aire que le trae la calma
a ese magma analfabeta
de aquesta mi mente inquieta.

Aire es, aire que desliza
y susurra en mis oídos,
que se impregna en mis sentidos
como ser en buena liza,
como si fuera una tiza
travisuela y pizpireta
que dibuja en la meseta
un revuelto garabato
que se eleva desde el suelo
desafiante hasta el cielo
y provoca mi arrebato.

Aire, tu eres revoltoso,
dulce, pícaro, molesto,
de las damas indiscreto,
de los hombres talentoso,
que en invierno yo detesto,
como brisa, primoroso,
que te cuelas sin permiso
en los más bellos rincones,
la envidia de los mirones,
a ti es, a quien nadie ha visto,
que hoy dedico estos renglones.
©donaciano bueno

Yo a veces me he preguntado si ese dios que tanto buscamos no fuera el aire.

MI POETA SUGERIDO: 

Lillian Moro

PIEDRAS EN LOS BOLSILLOS DE VIRGINIA WOOLF

Las toscas piedras llenaban tus bolsillos
porque no pretendías quedar flotando
como la dulce Ofelia.
El bastón lo dejaste colocado en la orilla
sobre la hierba húmeda.

El río te aguardaba.

Los aviones enemigos sobrevolaban
el cielo gris de Londres.

El río te aguardaba.

La gasolina escondida en el garaje
dispuesta para arder
antes de que tumbaran a patadas tu puerta
resultaba una opción demasiado dramática,
estridente.

El río te aguardaba,
te prometía un tránsito discreto
arropada con algas,
acompañada de diminutos pececillos.

A veces pienso
que quizás el impacto de tu cuerpo
con el agua tan fría
te hizo reaccionar,
pero ya tus gélidos y agarrotados dedos
no pudieron deshacerse con rapidez
de las pesadas piedras;
y fueron incapaces de mantenerte a flote
los adjetivos exactamente colocados,
los nombres tan cuidadosamente escogidos
en cada uno de tus párrafos
en esas construcciones sostenidas por un hilo invisible
donde la trama y el estilo y la vida
son una misma cosa;
no te ayudaron las últimas pruebas
que corregiste con esmero,
la desazón, las dudas ante un final que no te convencía
en tu última novela.

Este final tampoco.

Pero ahora te estás hundiendo sin remedio.
Imposible la segunda edición.

Lo primero que encontraron fue el bastón en la orilla.

LA HABANA

Como el amor
te adhieres en el alma con tu susurro melancólico.

Decir amor es recordarte
abrazada por álamos suntuosos,
con raíces que escarban tenazmente la tierra
buscando un asidero contra el feroz olvido.

Ciudad enardecida
entre densos vapores de sudor y lavanda,
te aquietas, sin embargo, aletargada, soñolienta,
con la apacible dejadez del verde humedecido
de tus jardines descuidados.

Te vuelves múltiple y diversa
en las piedras estoicas de las columnas y los muros,
los muros de las casas desvencijadas, carcomidas,
de puertas siempre abiertas,
con paredes rajadas por la desesperanza,
piedras que van cayendo con discreción solemne
al compás de la ruina,
como sordos latidos de un corazón exhausto.

Sembrada en adoquines o en asfalto,
impávida ante el tráfago de almas o gorriones,
transitada por miedos vestidos de paisano,
te alzas crepuscular, magnífica, maltrecha,
con tu belleza mórbida embadurnada de consignas.

No importan la erosión del polvo y el salitre,
la sordidez de las perennes cucarachas,
las aguas pestilentes,
los amorosos perros abandonados a su sarna,
los gatos del terrible festín de los hambrientos,
los cuerpos que se compran y venden por las sobras:
ciudad de socavones como desgarraduras
de un alma que no sana,
que no puede cerrar su herida, su desastre,
cada día aumentado como un remordimiento.

Oh ciudad dibujada con volutas de humo,
movida por el son que conjura la muerte,
nacida de la cópula del sueño de unos dioses:
ángel de la bahía,
alas empegotadas de melaza y penuria,
vulgaridad y alcohol,
permaneces, no obstante, con tus muertos ilustres,
con tus medias palabras contra toda retórica,
porque lo tuyo es resistir.

Quiero decir amor pero digo La Habana,
su metáfora.

JOSÉ LEZAMA LIMA

dónde los libros,
los empolvados, los queridos;
dónde el helado de fruta en sutil equilibrio
sobre el barquillo tan crujiente;
dónde la brisa que casi apaga el oloroso habano,
la Avenida del Puerto, las tardes de aquiescencia,
y esa tranquilidad crepuscular que mitiga la sordidez del día;
dónde la bondadosa porcelana,
el diario milagro del café,
la taza pequeñísima que aún quedaba visible
entre los grandes dedos;
dónde las madrugadas del asma recurrente,
el horrible pitido entre pecho y espalda,
dónde la medicina que siempre llega tarde
de tan lejos, tan lejos;
dónde las confituras,
el festivo papel de celofán hecho para envolver todo lo efímero;
dónde la madre;
dónde aquellos amigos —los de entonces, los únicos—,
que se fueron marchando poco a poco
sin ruido de palabras;
dónde los manuscritos importantes,
y los menos también, el simple y olvidado papelito,
el apunte fugaz,
el verso suelto que no llegó a ser parte de un poema,
quizás escudriñado ávidamente
ahora que ya no estás para prohibir la entrada
a los esbirros ilustrados:
que no entren, no, a esa casa
en una calle de simbólico nombre: Trocadero;
dónde los libros dedicados,
los huérfanos zapatos,
las cartas de Eloísa;
dónde el miedo, Maestro, siempre el miedo
cuando entre madrugada y madrugada
ibas creando el Paradiso.

NOCHE EN EL ANDÉN

Eres el tren que se aleja en la oscuridad
mientras yo me quedo con los últimos gestos inútiles
de haber querido alcanzarlo
mi paso apresurado
pero ya se iba
un punto pequeñísimo apenas;
sigo de pie en este andén de provincia
con el desconcierto que dejan los intentos fallidos,
aquí en la misma oscuridad en la que el tren se adentra
siguiendo la ruta acostumbrada de su itinerario.

Hace frío en el andén de Ávila;
el viento del norte hiere lo que queda de mí
mientras el tren se pierde en el olvido
como todos los trenes a los que he llegado tarde.

CÓMO SE CANSA EL CORAZÓN O ESTO QUE SUENA

entre pecho y espalda.
Ya ves, funciona bien,
y sin embargo a veces parece que no puede,
que se niega a seguir empujando los días,
latiendo por sonrisas
o casi reventar cuando aparece el miedo.

Pero se llama al orden:
cómo palpita en su mecánica costumbre,
qué gran sentido de la responsabilidad,
del trabajo bien hecho,
qué tozudez la suya de prolongar el caos.

RÓMPETE EL PECHO CONTRA EL MUNDO

deja tus dientes en el semejante
y besa el rostro de la crisis,
hazle el amor al más insoportable
momento cotidiano del ganarte la vida
en que te juegas un poema
o los libros cerrados hasta quién sabe cuándo.
Trepa al cuello de la inútil mañana,
bórrale el maquillaje y hasta la luz del sol
tan favorecedora. Hoy todo se ha hecho para ti:
el caballo salvaje galopará llevándote,
el mundo será tuyo cuando ensayes
la caída perfecta
el equilibrio del vacío
el vértigo del aire que te besa
como jamás ninguna:
serás dios, serás fuego,
pero siempre quemándote, quemándote.

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Donaciano Bueno Diez
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Desnudo estoy mirándome al espejocual Dios me trajo…
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