SI ACASO FUERA UN NIÑO (Mi poema)
Eunice Odio (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Si acaso un niño fuera
-recuerdo hasta hace poco yo era un niño-
le haría una bandera
al ser barbilampiño
que juega y al futuro le hace un guiño.

Sería la inocencia
de un crío al que le faltan dos hervores,
le sobra la decencia,
que sueña con colores
y adora la fragancia de las flores.

Un peque sin malicia
que dice lo que siente y lo que sabe,
sin ira ni codicia,
jugando con la llave
de un sueño del que espera nunca acabe.

Si un día yo volviera
-recuerdo era feliz sin tener nada-
Pondría esa quimera
debajo de mi almohada
y allí siempre estaría bien guardada.

Y es que hoy cuando me miro
descubro con nostalgia y con tristeza
la vida fue un suspiro,
y agacho la cabeza
al ver a ese chaval que ahora bosteza.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Eunice Odio

Eunice Odio

Poema séptimo (Germinación)

Introducción

I
Oh don,
oh don de sí, tu pelo,
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.

Yo podría cantar una canción
para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa

Yo podría traer al corazón recuerdos
como uñas cayéndose del alma.

Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

Pero está al pie del surco tu desnudo
en traje de profundidad;

Piensa en tu edad el mar y palidecen
delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pesando más el cielo menos aire
mar con sólo las olas y sin agua.

Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,

Crepúsculo manchado de violines,
compañero fugaz de mi costado.

II
Alguien pasa rozándome las venas
y se abre el surco entre la flor y el labio.

Es que llega la noche
en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.

Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,
quietud de sumergidos resplandores,
la noche es de aire y tallo oscurecido.

Poema octavo (Mi Amado)

I
Pregunté a las mujeres del campo
por el Hombre;

Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.

-Mujer
has visto tú a mi Amado,

Has visto al huésped mío,
al camarada hermoso?

Su carne que el verano
golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro náufrago
como los litorales.

¿Lo conoces?

Puede pasar de pronto
con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno
su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.

¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?

II
Yo lo busco.

Él es mi Camarada;

Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas

Y una ola de mineral oculto
lo recorre.

Queréis hallarlo conmigo

¡Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!
¡Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves árboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.

Queréis buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A Él, al Hombre,

Al que camina en parte
con mi alma,

Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre

Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del día transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,

Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,

Y que llene su boca
de sol y mediodía

Oh niños,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan

Así sea.

Preludios

Óyeme esta canción que en mí te nombra
carne para la fruta necesaria.

Cuando la soledad
bajo tu nombre oída y apretada,

Cuando yo era como niño enterrado
a quien llaman por su nombre pasado,
y responde, y no se oye en sí mismo;

Y mi mano en el fondo,
confundida,
tenía ya atisbo, llave, forma mía,

Y se sentía más arriba del pecho y del abrazo
como corona alegre y consumada.

Tú me llamabas a tu nombre,
y vine,
con clara identidad de nacimientos,
con la veraz acostumbrada gracia
con que sueñan su honor las catedrales.

Tú eres ya de día junto a la noche.
Ya soy contigo el día,
y en virtud de la ausencia en que me evoco
miro cómo mi forma me comparte,
cómo respiro en pelo y a mansalva,
por dentro de mi voz y no a lo largo.

Recepción a un amigo

Lo sigo,
lo precedo en la voz
porque tengo,
como el humo en despoblado,
vocación de acuarela.

Cuénteme
cómo son ahí las cosas de consumo:

libros,
rosas,
tintineos de golondrina.

Aparte de todo eso
le pregunto

por los mangos geológicos
bordeándolo de pulpa,

y por un río nuevo,
sin mirarlo,

con pueblos de sonido
y longitud de Arcángel.

Dígame algo también sobre el pequeño litoral
donde recientemente el día,
como un celeste animal bifronte,
acampó en dos acuarios
y se llenó de peces.

O si lo recibieron unánimes los árboles
como cuando eligieron a la primera alondra del año
y el día de florecer.

Resúmame ahora que tiemblo
benignamente
detrás de una golondrina,

ahora que me proponen públicamente
para desnudo de mariposa

y estoy como las rosas
desordenando el aire.

Satchmo Liroforo

¿Te acuerdas, Louis Armstrong,
del día en que viajamos por un corredor de sonidos
que amábamos hasta la muerte?
¿Recuerdas la onomatopeya que no salió al paso
y que nos dio un trono de un solo golpe?
Parece mentira, Louis, amor mío,
que hayamos compartido tantas cosas,
tantas ramas
y tan gran número de espumas.
Parece imposible, Louis,
que entre nosotros se deshagan
las formas del azul que nos acompañaban;
que tú, dardo, arma del ángel vivo,
te lances a donde nadie podrá reconocerte sino por tu alegría,
por tu voz de durazno,
por tu manera de prolongarte en la luz
y crecer en el aire.
No creo que haya desaparecido del mundo
la manada de resplandores que nos seguía.
Más bien creo que se ocultan en el tiempo
y que no será consumidos.

Tú, continuación del fuego,
pedestal de la nube,
desinencia de mariposa,
andas hoy al garete entre harinas
y entre otras materias incorruptibles que te guardan
como guardan a todos los justos,
a todos los hermosos
cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca,
y se incendia cada día
igual que la altura.

Satchmo, querido hasta la música,
soñado hasta el arpegio,
las arpas de David y sus graves de cobre
te están tocando el alma
y los clavicémbalos el cabello sin fin.

Ricardo Wagner está de pie, aguardándote en una azotea tetralógica,
lleno de flores que andan y crecen continuamente.
Ricardo Wagner está en sí mismo
viendo que llegas al dominio de los cristales,
armado de la trompeta bastarda y de la baja
tocando un son del viento,
sonando como un trueno
recién nacido, y húmedo y perfecto.

Y yo, sombra sonora del futuro
también estoy allí,
soñada por dos cuerpos transparentes
que se besan y funden y confunden
en la gran azotea tetralógica
donde todo es tan claro como Dios
y el amor
y los árboles.

Si pudiera abrir mi gruesa flor…

Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales:
penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia mí
haré que las ciudades y civilizaciones se me rindan.
W. Whitman

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre
no quiero acordarme…
Cervantes

Eunice andaba en el sueño
con zapatos de vigilia,
¡ay, Eunice, por tus pies
te van a negar el día!
Eunice Odio

Si pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,

su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos

para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,

esta reunida sombra,
esta orilla de silencio

que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.

Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar

y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.

Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden

por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.

Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa

en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,

y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.

Sin embargo

no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.

Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,

abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946

Yo quisiera ser niña…

Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(Claudicadoras altas de la forma),

Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe
el color de las hojas
¿Cómo era?

Para ignorar lo verde,
el verde mar,

La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino,

Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.

Pero ya, ¿que he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.

Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
… si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,

y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.

O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia,

Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.

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Donaciano Bueno Diez
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El hombre, ese es el único que mataal…
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