YO TENGO UNA PENA MADRE (Mi poema)
Kyra Galván (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo tengo una pena, madre,
madre yo tengo una herida
que en cuatro partes se me abre
mi alma en cuatro está partida.

¡Ay niños de chocolate, bebés de sueños baldíos!,
a los que el corazón late despacio muertos de frios.
Que hay humanos que padecen de hambre y de sed de justicia
que nada más nacer mueren aun exentos de malicia.

Madre me quiero morir
que hay quien antes de nacer
no tiene derecho a crecer
ni tan siquiera a vivir.

Semillas desperdigadas por polvorientos caminos
que faltos de agua mojada van quedándose dañinos,
pobres con falsos destinos por la leche derramada.
oír mis salmos sentidos ¿por qué has sido abandonada?.

Ay madre que se me han roto
los sueños que yo tenía
que aunque los ojos me froto
no consigo ya alegría.
©donaciano bueno
(Poema social).

¿Y si la naturaleza es ya tan injusta y desigual, por que los seres humanos ahondan aun más en marcar las diferencias?

MI POETA SUGERIDO: Kyra Galván

ANTE LA TUMBA DE DYLAN THOMAS

BUSCAMOS la famosa cruz blanca, de madera.
Sencilla, no sabemos, si por tu propia voluntad
o porque todo el mundo cree
que los poetas somos seres sencillos y humildes por naturaleza,
pero no estaba.
La habían quitado para poder enterrar a tu esposa,
que te sobrevivió más de cuarenta años,
no sabemos si lamentándose o feliz de la vida,
pero quien finalmente te alcanza en el mundo radiante
de los huesos blanquísimos.
Una vez más podrán hacer el amor.
Ojalá de verdad, de muertos, no cuente la edad
porque tú le llevas ventaja a la pobre, cabrón.
Y aquí, a los pies de tu sepulcro o de vuestro sepulcro,
miro las verdes colinas de Gales, tu paisaje siemprevivo
y me pregunto cómo llegaste a ser tan buen poeta,
tan alejado del mundo, pero tan cercano al mar.

Quizá eso fue lo único que te hizo entender
las profundidades de la naturaleza humana,
eso, o el observar el vuelo de las aves marinas.
Y quiero decirte que estuve en tu casa y lloré.
Lloré porque sabía que un día estaría en Laugharne.
No sabía que sería finales de agosto ni que llevaría
a mis hijas ni que andaría de la greña con Arturo,
pero lloré porque tu voz de poeta siempre ha llegado
a mi alma, aunque algunos digan que eras un borracho,
que lo eras, por supuesto,
pero eso nunca te quitó lo poeta.

Yo he venido a rendirte homenaje
pero en este momento, sólo quiero hablarte de miserias.
De cómo el amor se hunde en los órganos
y los hace sangrar, porque nosotros no queremos dejar
de amar o quizá simplemente, de estar.
Y los idilios más apasionados se ensucian
con las palabras ligeras del insulto
y el matrimonio y la convivencia,
provocan silencios lisos que se prolongan
entre los pensamientos largos y los cortos,
y parecen durar toda la vida.
Yo que nací siendo visible
y me he pasado la vida tratando de ser invisible,
empantanada entre el ser y el no ser,
queriendo ser buena madre y lastimando,
deseando amar a los que se me mueren,
dando a destiempo con la torpeza de un reloj descompuesto.
Nadie está exento del dolor en ninguna situación, Dylan,
ni de la culpa que no sirve para nada,
sino para hacernos más lentos, más torpes.
Yo he venido a tu tumba a decir una oración para ti,
pero en este momento no puedo, las lágrimas me ahogan
y sólo quiero que me regales un poco de magia
antes de que la escarcha pinte mi pelo con sus dedos blancos
y mis octubres todos, sean de un hielo definitivo,
antes, comparte conmigo tu secreto.
¿Fue sólo el mar helado y el canto de los cuervos?
¿O las colinas verdes o el frío de la vejez que se acercaba?
Imbuye en mí, tu sangre. Háblame, Dylan, háblame.

Me miré al espejo

Me miré al espejo
y en el tercer ojo vi clavado un cuchillo
por donde el desamor se desangraba
en un vasto vacío de reflejos
que arrasaban
precipicio de errores,
suspiros avergonzados,
un alma dividida en filosos fragmentos.
“Cuántas colecciones de cosas perdidas
caben en el espacio vertiginoso del pasado,”
me dije.
Llenan un océano de pupilas engarzadas
en vuelos polinizadores de silencios.
Un desamor a mí
me ha muerto en vida
sin posibilidades de resucitar.
Muero —sin poder evitarlo — de la herida
en el espejo
y acepto el éxodo.
Recojo el cuchillo
y me pinto el ojo por enésima vez.
Estoy lista para salir a la calle
a mostrar los otros ojos
tan apacibles.

Poemas de la Ausencia I

Cómo duele
el océano Atlántico
que se nos atraviesa como impedimento
para estorbar , para tropezar
como con un perro de agua rancia
de panza ondulante
y patas infinitas
de fidelidad cruzada.
Duele como mordida
como piquete de ausencia
como polvo de lejanía
como sombras que se incrustan
en la mirada que aguarda.

Poemas de la Ausencia II

Tomo la oscuridad de la noche
para tatuarme la tristeza lapislázuli
sobre los párpados y las uñas y el esternón.
Para cubrir mis labios
con un ardor de vergüenza y de adiós.
Para colorear el vacío que dejaste
como quimera ardiendo.

Mi nostalgia alcanza
para pagar mis deudas,
para darle un puñetazo
a la miseria de mi alma,
pero no me alcanza
para tenerte de nuevo
entre mis brazos.

Anónimo (8-IX-2017)

En las noches nombres.
En la noche guerrilleros ilícitos
en las camas, en todas las
almohadas
de todos los observatorios
donde la frustración inunda los labios
y las estrellas
no se aparean nunca.
Entonces nos resbalamos
Como anguilas saladas con sal de lágrimas
sin sábanas de satín.
Ponemos bombas de tiempo
en los lugares que no corresponden
para que estallen –no sabemos en qué instante–
dentro
de nuestros estallamientos continuos,
dentro de ese romperse el agua contra la roca.
Dentro de ese no tener bandera.
Y sobre nuestras aguas heladas
nos escurrimos con la piel endurecida
tratando de encontrarnos el ojo
para ver que la galaxia corre apurada hacia sí
en la noche angulosa.
Entonces tú no sabes qué pasa.
Y haces pintas sobre tu noche muro
Porque durante todo el día no fuiste subversivo
Y en la noche, transgredes.

Bellas artes (23-VII-2017)

Mientras dormías escuchaba tu resuello,
profundo y lento.
Diríase que hasta joven.
Quién podría decir
que bajo tu corazón pesaban
tantos años de ser la maestra
en el arte de la sumisión
en la virtud de la mudez
en el vicio de no tocar.

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Donaciano Bueno Diez
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