COCINERO ANTES QUE FRAILE. (Mi poema)
Valentín Arteaga (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Yo he sido cocinero antes que fraile
soñando con estrellas Michelín,
viviendo como un chino Mandarín
y he sido pagafantas de algún baile.
y okupa en la batalla San Quintín.

Y he sido el ayudante de un deseo,
de un cura el monaguillo en sacristÍa,
el lapsus que antecede a la amnistÍa,
las ninfas que ayudaron a Perseo,
el eco que de él mismo se reía.

Y en duelo, de las velas candelabro
que echando va sus lágrimas al viento,
haciéndole un reproche al sentimiento
en acto pendenciero tan macabro,
tan sádico, esperpéntico y cruento.

Legajo de un archivo en Salamanca,
el cardo despistado en un florero,
silencio, expectativa de un te quiero,
el hueso de aceituna que atraganta,
la sal que desparrama de un salero.

Y aunque quise ser dios, ¡qué más quisiera!,
juro que de mi mismo, me he reído,
que todo lo que escribo lo he sentido.
La vida es una eterna borrachera
pues cuerdo no merece haber vivido.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Valentín Arteaga

TANTUM ERGO

“Un cíngulo de sol el horizonte fuese
sujetando esta túnica que nos traba el andar,
pero cómo nos dobla las espaldas la vida,
cómo pesa el milagro de la existencia a cuestas.
Mas, al cabo romeros, venimos con los labios
tatuados de música florecida en la lucha.

Nos sentamos contigo para aclarar las fuentes
de estas manos que nunca sembraron manantiales;
que han rodeado todos los bordes del aljibe
de la sed como un vaso que embriagarse anhelara.

La Misa es como el Pozo de Jacob en la siesta.
Nos subirán las aguas por el cauce del pecho,
una lluvia de pájaros inundando la orilla
del corazón reseco que te mira a la boca.
Eres igual que un faro para los navegantes.

No soltéis, sacerdotes, vuestros temblantes remos.
Lentos marineritos de la aurora, llegad
como un barco en la sangre frutal y navegada.
Las olas se te incendian cabe a los tabernáculos;
y en los expositores suena la adoración
como un golpe de agua que en la madera cruje.

Rezamos y las anclas hechamos jubilosos
en los tiempos futuros que trasluce el breviario.
La Misa es como un buque donde todos cabemos.”

Poemas en voz baja

“Qué querrás Tú decirme, me pregunto
mientras ando hasta Ti sin conocerte
todavía, Señor. tú me has llamado
y me he echado al camino sin dudarlo.

No sé ni dónde estás, pero yo voy
andando que andarás; puede que tarde
toda mi vida ya por el viaje.
Yo sé que te veré. Tú me has llamado.

Lo que más me preocupa es qué querrás
Tú decirme. No sé
qué pueda contestarte ni me importa
¡Debe ser muy hermoso cuanto digas!

Pudor

Un pudor casi en cueros va envolviéndote
todo el cuerpo en el rostro en este instante
de música o de río. Son tus ojos
una playa en el sol; desvistense
a contraluz los dientes, el flequillo
resonando en las cejas. Y sonríes
qué pensamientos, árboles, tal como
un relámpago en sombra junto al mar
de la memoria ahora desnortara
las barcas de la tarde. Está desnudo
el cosmos en tu rostro. Por las olas
de tus mejillas, aire detenido,
respira la emoción, fruta el ambiente
un perfume de albatros, un mareo
o un imán de qué lluvia. Te he encontrado
perforando el poniente. El cuello es
dulcísimo arrecife, un archipiélago
de ternura el mirarte, bienvenida
tu existencia a esta orilla del silencio
mojado entre tus labios. Ah, tu boca…
Ah, quédese por siempre dibujada
en mitad del paisaje -sed en línea-,
del horizonte lleno de deseos
desvistiendo tu estío. No te muevas.
Tu rostro es esencial. Tienes la magia
del perfil del ensalmo, todo el cuerpo
hasta tu cara irrumpe como un río
del que yo fuera afluente interminable.

«De Un rostro va en su música»

Para qué amontonar en los graneros

¿Para qué amontonar en los graneros
si Dios tiene las manos dadivosas?
Admirad los milagros sin floreros.
El resplandor se sale de las rosas.

¿No cuida Dios de un solo pajarillo?
¿No dirige una estrella si se mueve?
¿No coloca en el leve canastillo
la claridad del nardo y de la nieve?

Oh dulcísimo Santo providente,
intercesor del aire y la azucena,
de la lluvia que arrecia y su corriente.
¡Que no nos falte el pan en la alacena!

Ah, el Niño entre tus brazos, que sostiene

¡Ah, el Niño entre tus brazos, que sostiene
tu corazón y el nuestro con firmeza!
¡Ah, tanto amor de Dios! ¡Cómo previene
el Niño de este cierzo o su tristeza!

El Niño tan a gusto entre tu pecho.
Tan a gusto en tus manos todavía.
El Niño de este siglo tan maltrecho
que ampara de la sed y su sequía.

Cayetano de Dios, niños contigo,
niños en procesión por la ciudad.
Con una mano en ti, con otra el trigo.
¡A ver si se hace el mundo claridad!

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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