LEAN MI ANUNCIO (Mi poema)
Ricardo José Bustamante (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Anuncio: “cambio hígado por sano corazón”
¡no piensen que estoy loco, que miento o es un señuelo!
pretendo me lo instalen al lado en paralelo
para así duplicando dotar a esa función,
que es eso me interesa, que eso es lo que yo quiero.

El hígado no importa. Razón: a fuer sincero,
nunca me ha reportado a mi más que problemas,
-iras, celos, envidia y enojo o desespero,
rabia, fobias que angustian y ocupan mi cerebro-,
y alguna que otra excusa para escribir poemas.

Esa víscera, inane, regida por Plutón,
ha sido responsable de todos mis desvelos,
¡pagar siempre la pena, contrición, pedir perdón!
-que Freud es quien debe aquí dar la explicación-.
después la tempestad llegando van los duelos.

El tema de este anuncio, mi única intención
-espero comprensión para este pordiosero-,
que cuando en la ocasión tú saltes al albero,
me brindes a mi el toro henchida de emoción
pudiendo responderte a tanta excitación:
que yo también te quiero, que yo también te quiero.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: 

Ricardo José Bustamante

Pálida y triste…

Pálida y triste;
Dejó en mi rostro;
Mi boca amante;
Blanca azucena…
Que me ofrecisteis:
Que yo en mi pecho como don celeste
Una flor guardo inmarcesible y pura,
Flor que tan sólo para mi ha brotado.

AL ILLIMANI

¡Salve, Illimani! Magestuoso, inmenso,
Solitario, levantas hasta el cielo
Tu frente, que corona eterno hielo,
Do en vano vibra el sol su rayo intenso.

La voz del hombre nunca ha resonado
De tus profundos huecos en el seno:
Sólo al rugir del viento y al del trueno
El eco de tu mole ha contestado.

El águila caudal nunca ha pasado
Los muros diamantinos de tu hielo:
Nunca la leve sombra de su vuelo
Tus fúlgidos cristales ha cruzado.

Unido con los cielos, en la tierra
Inmenso bien derrama tu presencia;
En tu torno difundes la existencia,
Cuyo germen fecundo en tí se encierra.

Miro á tu planta selvas silenciosas,
Do el pino, el cedro y el limón se mecen,
Y en donde al lado de la pina crecen
Pálida aroma, purpurinas rosas.

Las flores su fragancia deliciosa
En honra tuya exhalan, y un presente
De gratitud y amor puro, inocente,
Te ofrecen en el aura vagarosa.

De tu cima descuélgase el torrente
Que al saltar se deshace en leve espuma;
Y aparece al través de blanca bruma,
Un iris nacarado y refulgente.

El agua, que desciende estrepitosa,
Domado su furor, en manso giro
Corre pura, cual es puro el suspiro
Del pecho de una virgen candorosa.

Burlas al aquilón y á las tormentas,
Que en tí se estrellan con furor insano;
Al golpe mismo de la fuerte mano
Del tiempo airado, inmoble te presentas.

El luminar del dia á tí primero
Humildemente rinde su tributo;

Y cuando al mundo cubre opaco luto,
Aun brilla en tí su rayo postrimero.

En la noche serena, tu alta cumbre
Baña apacible con su luz brillante
La luna, que embellece su semblante
Al reflejar en tí su clara lumbre

Hora corona tu elevada cresta
La nube electrizada que se inflama
Al resplandor del rayo, cuya llama
Muestra tu mole colosal enhiesta.

Los rayos que serpean por tu frente
¿Son para tí cual son los pensamientos
De dolor y amargura, que sangrientos
Y horribles atraviesan por mi mente?

¿Ó son cual la guirnalda que las sienes
Ciñe de los mortales venturosos
Que en el bullicio del festin gozosos
Encontrar juzgan sazonados bienes?

Lo ignoro! Pero siento que el delirio
De la pasión el alma ya no agita;
Siento que el corazón ya no palpita
En la voraz hoguera del martirio.

Bajo la fresca sombra de una palma
He buscado á tu planta dulce asilo:
Ya mi pecho se aduerme más tranquilo,
Gozando de la paz la suave calma.

De Jehová el poder en tí se ostenta;
En tí la cifra de su nombre miro;
En tí su magestad sublime admiro;
Su eternidad en tí se me presenta.

¡Cómo! ¿Cual Dios, eterno tú serias?
¡No! que en la tierra todo desparece,
Excepto el alma, ú quien benigno ofrece
Dios en el cielo más dichosos dias.

Cuando El con su soplo te deshaga,
Yo miraré desde el excelso cielo.
En el caos perderse tu albo hielo.
Cual blanca vela que la mar se traga.

SAFICOS

Oh, si en la copa, de amor aun llena,
Logré‚ sediento refrescar mi labio;
Si ya en tu seno reposo mi frente

Si el dulce aliento respiré‚ de tu alma
Tu voz oyendo repetirme – «Te amo»;
Si el rostro tuyo su calor divino

Oh! si tu llanto v tu sonrisa he visto
Fijos est n sobre mi tus ojos,
Pegada estando a tu amorosa boca

Si ya he sentido sobre la onda amarga
De mi existencia difundirse el n‚ctar
Que Dios depuso en tu aromado cáliz

Decir ya puedo a los fugaces días:
«Pasad, pasad, que la vejez no temo,
Pasad llevando las marchitas flores

Pálida y triste;
Dejó en mi rostro;
Mi boca amante;
Blanca azucena…
Que me ofrecisteis:

Que yo en mi pecho como don celeste
Una flor guardo inmarcesible y pura,
Flor que tan sólo para mi ha brotado
Sobre la tierra.

Tiempo incansable, si jamás tus alas
de paso mueven la dorada copa,
Siempre del néctar, que el amor me brinda,
Llena hasta el borde,

Oh!, ni una gota derramarse puede!
Nada a mi dicha robarás, Oh tiempo!
Que el pecho amante do fijó sus rayos

Vívida lumbre,
Tiene más fuego que cenizas tienes:
Y el alma mía, de inmortal esencia,
Más amor guarda, que tu noche puede
Guardar olvidos».

BOLIVIA A LA POSTERIDAD

De América al gigante veis dormido!
Dios y la Libertad guardan su lecho.
De Iberia vencedor, venció al olvido
Dejando el solio de la gloria estrecho.
Mientras quede en la tierra algún latido
haya una fibra en el humano pecho,
Se han de inclinar los hombres ante el Hombre
Que dióle vida y me legó su nombre.

AL MAMORÉ

Hay aquí en regiones ignoradas giras,
Serpiente nacarada, bajo un cielo
Palio de lumbre por do tiende el vuelo
La garza colosal;
Río argentado que onduloso ciñes
Vírgenes bosques, o en variadas tintas
Sobre tu espejo con sus nubes pintas
El éter tropical.

Al fin respiro tus fragantes auras;
Tus palmas miro que columpia el viento;
Oigo en tus selvas armonioso acento
Y admiro tu quietud;
Oh tú a quien siempre en ilusión lejana
Vi cual portento que a la patria mía
Las puertas abras a su gloria un día,
¡Gran Mamoré! -¡Salud!

De región fría y apartada vengo,
Donde el monarca de los Andes brilla
Con su manto de armiño, maravilla
De ingénito poder.
De allí al empuje de infortunio infausto
Yo vengo, si, cansado peregrino,
Y al verte aparecer en mi camino
Ya aliento de placer.

Placer que inspira al corazón patriota
Alegre canto y de solaz lo llena;
Así el proscrito ya olvidó su pena
Al verte, Mamoré.
Si no es mi canto como el dulce canto
De los Dardos que pueblan tus regiones,
Preludia sobre ti las bendiciones
Del porvenir, con fe.

En el seno feraz de los desiertos
Genio escondido en soledad murmuras
Al blando soplo de las auras puras
Con plácido reír;
Mientras la patria tu existencia ignora,
Cual ignoras que en ella los humanos
Se agitan por correr tras los arcanos
De un grande porvenir.

Sobre tu manto liquido, ondulante,
Refleja el cielo diamantina estrella.
Que suerte anuncia venturosa y bella
Al patrio pabellón;
Cumplir se debe tan brillante ensueño.
Undoso río que hacia el mar te lanzas
Mecido por futuras esperanzas
De gloria y de ambición.

Corres hoy arrastrando añosos troncos
Que aun ostentan ropaje de esmeralda.
O ya a los juncos de la verde falda
Arrancas tierna flor;
Tu majestuosa soledad recrean
Parleras aves de pintadas plumas
Que en ti retratan su elegancia suma.
Girando en derredor.

Caimán que invade la arenosa orilla,
Blanco bufeo que rasgando el agua
El rumbo sigue de veloz piragua,
O la hoja que cayó;
O ya algún tigre que a la opuesta margen
Se lanza a nado con tranquila frente,
Perturban la quietud de tu corriente
Que el hombre aun no turbó.

Tendido al pie de la floresta virgen,
Cual amante a los pies de la que adora,
Cuando el último rayo del sol dora
Tus ondas de cristal.
Te deleitas feliz con los perfumes
Que en alas de la brisa pasajera
Te arroja de su ondeante cabellera
Tu amada virginal.

Es solemne el concierto de tus bosques
En el silencio de la noche, cuando
Con grito melancólico turbando
La augusta soledad,
El pájaro gemífero y el viento
En bonanza te aduermen deliciosa,
Mientras el rayo de la luna hermosa
Te da su claridad.

Tal es tu vida en el presente, oh río;
Gigante puerta del soberbio templo
Que, de prósperos pueblos al ejemplo,
La patria labrará.
Hay de vida otro mundo que en ti duerme
Mundo y vida de acción en la natura
Con que a los hombres dispensó ventura
La mente de Jehová.

Dormiste el sueño de pasados siglos;
Siempre ignorado resbalaste en calma;
Siendo tus ondas de la acción el alma.
Tu noche larga fue.
Rompa tu sueño secular el hombre:
Tu margen pueble de ciudades bellas;
Marque en tus bosques el vapor sus huellas,
¡Despierta, Mamoré!

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Donaciano Bueno Diez
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