PUES VETE A HACER GÁRGARAS (Mi poema)
Carlos Salem (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Te vayas a hacer gárgaras, me dijo
un tipo que conmigo dialogaba,
al ver sus argumentos refutaba
obviando pues que Dios no le bendijo.

Ocurre cuando dos no se comprenden
y alguno no se aviene a las razones,
no pueden darse más explicaciones,
las buenas relaciones se suspenden.

Verás, le dije yo, la perra gorda
si quieres para ti, te la regalo,
mas sepas tu argumento que es muy malo
tan malo que lo tiro por la borda.

Me jode este debate de besugos
llevándome tú siempre la contraria,
admite tu actitud simple es precaria,
más propia de indigentes y tarugos.

Olvida ya por fin tus sentimientos
y pon en su lugar a las razones.
No admites ni una mis explicaciones.
Regresa cuando tengas argumentos.
©donaciano bueno.

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Para ti la perra gorda, vete a hacer gárgaras, vete a hacer puñetas… son unas de tantas expresiones que se utilizan/utilizaban para cortar una conversación por falta de consenso. Se aplica también la sentencia: esto es un diálogo de sordos

MI POETA SUGERIDO: Carlos Salem

Carlos Salem

TE HE PEDIDO AMABLEMENTE QUE TE MUERAS

Te he pedido amablemente
que te mueras
te lo he pedido de buenas maneras
pero nunca me haces caso
me acechas
al amparo de las espesas resacas
a salvo del miedo
del amor
de las erecciones matinales
y de la acidez del alma que no se calma con pastillas.

Te he pedido amablemente
que te mueras
con palabras
con hechos
alguna vez a hostias.
Pero nunca te mueres y me sigues
como un puto perro que no conoce la diferencia
entre fidelidad y lealtad.
cono un maldito perro
cojo e inclinado.

No me dejas en paz ni por las noches
y hasta sospecho que te burlas de mis pasos errados
que te tiras a todas mis ex novias
que pateas cachorritos por las calles
o haces gestos obscenos cuando pasa una muchacha
viva
por la acera.

Y eso que llevo años pidiéndote
amablemente
que te mueras.

Pero tu vocación de triste fotocopia
imitación correcta de un tipo incorrecto
tu deforme cabeza
te impiden hacerme ese favor
con todo lo que dices que me quieres.

Te he pedido amablemente
que te mueras
que te disuelvas
que dejes de perseguirme con tu empeño de censor
juez
o policía
con tu espumosa estela de reproches.

Pero como llevo años pidiéndote amablemente
que te mueras
y no obedeces
he pensado en la forma de joderte.

Un día de estos
no diré cual
ni diré cuándo
para que conozcas el terror de las vigilias
pero un día de estos voy a morirme.

Y estoy pensando en cambiar mis últimos deseos
pedir que no me quemen y me tiren al váter
como llevo años pregonando.

Tal vez
después de tantos años
pidiéndote amablemente
que te mueras
un día cualquiera
me muero yo
hago que me planten
a dos metros bajo tierra
y a ver a quién persigues entonces
jodida sombra.

Tus miedos

Toco tus miedos
los acaricio apenas
no les doy de comer
ni los mato de sed.
Tus miedos son bienvenidos
porque vienen contigo.

Beso tus miedos
los devoro entre tus piernas
les escribo un poema
para que no se duerman
y los veo jugar
a olvidarse de asustar.

Trae contigo tus miedos
no los dejes afuera
que compartan el vino y el deseo
que me vean cuidarte dormida
o cantarte al oído
el bolero dichoso
de un amor prohibido.

No te asustes
amor
pero también
me he enamorado de tus miedos.

A mano amada

(Ya escrito el poema, alguien me señaló que estaba
plagiando un título de Ángel González, nada menos.
Pero si el maestro la viera, me perdonaría, estoy seguro.)

Cuando dejas de creer en ti,
algo se apaga en el país de los espejos
que muestran tu verdad.
El resto de los cristales mienten por envidia,
y solo existen si los miras.
No vas comerte el mundo,
quizás,
pero el mundo está esperando tus mordiscos.
Yo también,
por motivos similares y diferentes.
Si ya eres todo lo que eres,
sin saberlo,
cuando sepas,
sólo te frenarán tus propios frenos,
y nada te hará caer, salvo tus zancadillas.
Y allí estaré, con el brazo tendido,
aunque tu tacto queme,
para levantarte de un suelo
que no merece tu caída,
compañera de tanto,
cómplice de este atraco a mano amada
que es la vida
si se vive de verdad,
sin creer en los espejos,
que son siempre
la frontera
de los otros.

«Y senos pasa». (Un poema)

Cada vez que estoy a punto de preguntar por tus penas,
tu risa llega, para vestirnos de espuma de cerveza.
Y ya no hay modo de ejercitar el dramatismo.
No es cuestión de dejarte desnuda -y sin testigos-
en mitad del paso de cebra de un noche madrileña.
o interrumpir el vuelo de colibrí de mi lengua entre tus piernas
para indagar sobre un dolor que en ese instante
no sabe
no contesta.
Y descuidando mi faena de amante canalla
que después te consuela
contigo la nostalgia se convierte en orgasmo
y el sudor se condensa en alguna sabrosa sustancia
que habría que envasar para venderla
a los enfermos del mal de amores
que pasan las noches lamiendo teletiendas.
Es decir que fracaso
cada vez
en mi proyecto
de ser tan tierno como algunas creen.
Porque tus penas se escabullen
como peces del color de las arenas
de aquella playa de Puerto Pirámides
en la que estuve a punto de quedarme
para nunca.
Y nadan inasibles por la catarata de tu espalda,
saltan como Tarzán en las películas
hacia el abismo gemelo de tus culos,
y entonces,
amor de esta noche y las que vengan,
solo queda espacio para todos mis arroyos
inundados de troncos que te nadan
y te llenan
y no hay lugar para tristezas.
Pero si alguna vez
sientes la necesidad de compartir heridas
y llorar a carcajadas
y tenerle miedo a vida que nos mata,
si nos toca llorar de a dos
para justificar tanta alegría inadecuada,
lo haremos sin pudor, pequeña,
hasta la inundar el colchón de sal inesperada.
Lloraremos hasta quedar secos
de las lagrimas que sobran,
hasta empaparnos del recuerdo
de las lagrimas que vengan,
Y no temas que nos quedemos tristes.
Porque después,ya sabes,
como dice el viejo chiste,
follamos
y se nos pasa.

NOSOTROS, NO

Nos enseñaron a sentir en dirección obligatoria
y nos llenaron la vida de semáforos.

Nos dijeron lo que se debe y lo que no
y que siempre quedaríamos debiendo.

Nos firmaron cheques en blanco
con tinta blanca
y esperaron a que les diéramos las gracias.

Nos rogaron que gritáramos sin ruido
amáramos sin furia
muriéramos sin asco
viviéramos sin ganas.

Nos olvidaron.

Nos prometieron el cielo en la tierra
y un paraíso con vídeo-vigilancia.

Nos invirtieron la esperanza a plazo fijo
y cambiamos los deseos por bonos del estado.

Nos vendieron motos
democracias
y consolas
y canciones del verano en pleno otoño.

Nos tiraron del pelo.
Nos cortaron el pelo.
Nos tomaron el pelo.
Y nos salvamos
a veces
por los pelos.

Nos olvidaron.

Nos juzgaron por pensar sin lubricante
Nos condenaron a sentir en látex
Nos metieron en jaulas decoradas
con los rostros de nuestros ídolos muertos.

Y cuando se quedaron sin presupuesto
para pagar las facturas de la cárcel
nos soltaron.

Y nos olvidaron.

Pero nosotros
a ellos
no.

Me temo
que no tendrán tiempo
de arrepentirse.

Gaia

Te veo dormir
en mi/nuestra cama
(se es propietario de aquello que se riega
y nosotros la regamos puntualmente).

En pleno día duermes
como si fueras de noche.

Las piernas abiertas
como una niña cansada de jugar
que al despertar querrá seguir jugando.

Duermes en paz.
A salvo.

Sabes que estoy aquí
pobre muralla de manos y deseos
pobre
pero inexpugnable
para que tu sueño sea seguro
y los monstruos de la supuesta realidad
no se atrevan con nosotros.

Duermes como la primera madre y la ultima hija
con la femenina placidez de los océanos
con tacto de nube y todos los fuegos
dispuestos a encenderse.

Duermes como la vida
cuando la vida está satisfecha.

Duermes aquí
con el peso excesivo de mi pierna como manta.

Oigo tus ríos
tus cataratas de besos
tus risas como tornados
tus vendavales.

Tengo en la boca
la sal que solo florece en tus orillas.

Duermes y rotas sobre tu propio eje
que a veces soy yo
y a veces es la esférica voluntad de tus caderas.

Cuando te veo dormir en paz
en nuestra cama
sospecho
que más que amar a una mujer
amo a un planeta.

No es

NO ES/

No son los gritos que afinan el diapasón de mis oídos cuando gozas,
ni la elasticidad salvaje con que escalas los peldaños de mis ganas.

No es tu aletear por dentro cuando se lanzan al vuelo tus manadas,
ni la gloria de escribirte los poemas que te tocarán cuando te tocas.

No es tu abrazo de koala, que me libera como nunca si me atrapas,
ni el color imposible de tus ojos al correrte con furia de cascada.

No es la espalda en la que tallo con mordiscos mis mejores palabras,
ni siquiera el placer inédito, casi culpable, que me regalan tus mamadas.

No es tu coño, al que dedicarle con la lengua mil sonetos y eso intento,
ni esa forma de abrir las piernas como si llevaran – y me llevan- al cielo.

Es que te duele la tripa y quisiera ser cirujano, curandero y enfermero,
Y hasta deja de importarme la crisis mundial si te lastimas un dedo.

No es sólo que cada vez que entre en ti me sienta nuevo de nuevo,
ni que tenerte boca abajo sea cabalgar sobre un cometa en celo.

Es algo mucho peor,
para lo que no existen pócimas ni placebos,

Lo siento por ti,
querida mía:
pero mucho me temo
que te quiero.

Como la tierra

Tiene los ojos del color de esa camiseta
que te pondrías cada día
y cada día sería un día de fiesta.

Contiene en ellos la mejor de las tormentas,
bandadas de escorpiones de caramelos
y un sinfin de pecaminosas transparencias.

Te mira desde abajo
como si fueras el último helado del desierto
y te preguntas:
«¿Qué hago, vigilándole los párpados,
en lugar de edificarle un palacio de sudores,
una biblioteca de besos alfabéticos,
un orgasmo de pétalos ardientes,
una estación de tren sin desencuentros?»

Y lo haces.
La violamas.
La acaritrozas.
La embistomas.
La mimollas.

Y ella canta, como la tierra cuando el rayo la perfora.

Años después, cuando cesa de terremotear
maremotos coño adentro,
te mira con esos ojos del color de la más bella camiseta
y quieres meter los brazos,
la cabeza
todo el cuerpo.

Y lo haces.
Te quedas a vivir ahí,
y te alimenta de escorpiones de caramelo,
al abrigo de la mejor de las tormentas,
inquilino vitalicio y sin contrato
de todas sus transparencias.

Si eso no es ser feliz, es que ser feliz aun no se ha inventado.

Pero en eso estamos

(Para T.)

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Donaciano Bueno Diez
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