A UN BANCO AMIGO DE LA INFANCIA (Mi poema)
Milton Schinca (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Hoy he vuelto a sentarme en ese asiento
el mismo en que lo hacía cuando niño
y he visto reflejado su cariño,
pareciera que estaba muy contento
y hasta pude observar me hacía un guiño.

Así fuera que el tiempo haya pasado
él se encuentra fornido, consistente
-le he pasado la mano por la frente-
que hoy he vuelto a ser niño aquí a su lado
con el ansia de un alma efervescente.

Él estaba asentado y yo en su asiento,
ambos dos, viejos tiempos recordando,
él me habló de su vida, yo de cuando
le hacía travesuras. No les miento
si digo cuánto anduve disfrutando.

Tal fue así que sin más se echó la noche
nos dimos con afecto un gran abrazo,
él se quedó algo triste en su regazo
y yo echando ando aquí ahora ese broche
probando a restañar del arañazo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Milton Schinca

MEDITEN FRENTE A ESPLENDORES DE UNA ÚNICA FLOR

Renuevo el fatigado prestigio de la rosa
y ante su desnudez recuperada exclamo:
rosa deseada largamente, preparada por siglos
de proponerse ciertos hombres descifrar cómo sería
la imagen de este universo que se ama
si pudiera encarnarse en una estructura leve.
Rosa pues levantada
a tenue culminación del mundo, a iluminado símbolo
de lo exterior que sin embargo
habla con inequívoco dulzor nuestra lengua vigente,
se alza como rigurosa hasta una estatura
que nuestras manos pasajeras
en su escala pueden, conmovidas, alcanzar.
Entonces éste es el rostro de lo real, amistoso;
ésa la justa proporción de tamaños y tiempos
entre el hombre y el no hombre. No somos
más débiles que lo débil, más efímeros
que lo efímero; más bien amos
en un jardín donde gloriosas constelaciones aroman.

Alguien mentará lo caedizo de todo símbolo,
la liviandad de una metáfora si se implanta
en figuraciones abonadas desde antiguo.
Respondo:
como resultado de un sabio amor la rosa
atestigua nuestra oscura naturaleza en tanto niega
la declinación, la desmiente cuando esplendiendo
nos induce a lo perecedero.

TE CAÍSTE DE LA LUZ…

Te caíste de la luz y qué pura materia apareciste.
De qué poder juicioso está compuesto el mundo
vista esa ley de que todo no se parezca a nada
pero tu desnudez sí se parezca a todo,
esa piel tuya tiene algo extremo, no me digas qué,
sospecho que la alegría primera toda junta,
la liviandad del mundo que se estrena
con todas sus potencias, y así me lo dijiste
en un idioma adánico sin trabas y tan inteligible
que sólo cabía besarte y multiplicarte
porque era la época antes de todo misterio,
el período evidentísimo
en que faltaba fabricar el antes y tú allí
con tanta gracia original,
todavía sin conciencia pero con cuánta
calidad nativa
reinando pura piel, el puro río,
la mismísima transparencia de ser antes de ser,
Y así quedaste hasta el hoy de mi llegada
mando caíste de la luz qué justo
pues yo irumpía postandolas tijeras candentes,
las semillas frenéticas, el empuje trozador.
Y qué pura materia apareciste,
y que puro materio respondi,
y yo sentí uma carreta de años llegar hasta nosotros
algo sólido a cumplirse por debajo de la historia,
y te penetre a golpes de siglos felicíssimos
y sé que nunca más, nunca más, edades tras edades,
podrá ser más fecundo lo fecundo.

Es ahora mismo

«Este árbol que une sus ramas, / íntimo, distinto, /
reservado en alma, / denso, /de estío definido /
de latido de ahora / se adelanta, / muestra /
su persuasivo horario de ánimas /
como si me avisara / que vienen a llamarme de un camposanto, /
aunque aquí me defienda /
un campo campo, / Con otro, si florece, /
que es campo canto./
Y este árbol / también llama. /
La autoridad de su embriaguez compruebo./
Todo se vuelve más íntimo asunto./
Separo grados, nuevas diferencias, / que bautiza el placer, / yo no me olvido. / Y aunque después me ven desfigurado, / no es cierto: voy por dentro, / por fuera descansando / y en un compás de espera caminando. / Y cada vez más sólo, / sin ángeles, sin pascuas, / cruzado de monólogos, /bajo este raro cielo, / mientras la odiable muerte resta o suma, / todo se vuelve aquí último asunto /la autoridad de su embriaguez confirmo. /
Confirmo el árbol y su fondo de ojos /
y la joya subiendo a la mirada. /
La mirada sostiene un cáliz: /
se entreabre y se ve / el pecho de una flor. /
Vertiginoso, verde, / con otra flor parece : /
parece la esperanza /
halagada por la locura. /

BOLEROS CEREMONIALES

Te siento poblándome, aliada esperadísima,
habitante de cada territorio mío
donde te escucho persistir, fresca y completa
como si recién llegaras a mí, como si estuvieras
allí desde muy siempre.
Te miro cada vez que miro algo de mí mismo.
En mí recibo la primera noticia de quién sos
pues me he vuelto el espejo devoto de ti;
tu imagen va asomada a mi carne, a mis pensamientos
como un espacio que amara al río en que se mira.
Y es bueno reconocerte así,
recibirte en mis plácemes de amor
y saber que yo soy lo que tú,
tú lo que yo,
y que si no fuera por estas junciones nuestras
el mundo no habría emergido todavía.
§
Es como sentarnos apaciblemente
uno junto al otro. No hay nadie más; quiero decir
aquí está todo.
En la serenidad peinada de estar juntos
dialogamos tú y yo sin decirnos palabra,
pues no hay detalle de lo que existe
que no nos comunique, y así fue
desde la ventura de nuestro origen.
Estamos solos en medio de tanta unción.
Tal vez más valiera permitir
que todas las cosas caducaran ahora mismo
(lo que es, por ser, ¿no instaura
alguna forma de separación? ¿escinde
lo que es a lo que es?). Ah que siga intacta
la transparencia que nos une;
que nada perturbe el delicado,
el sustancioso silencio
que es como el fiel de nuestra conjunción.
Tú y yo suspendidos
en el eje sonoro de la plenitud.
§
Fuiste asunto de amor, quién no lo ve.
No se habla de otra cosa cuando se llega a tu centro.
Simplificás todo lenguaje con fogosa premeditación:
amor es la única palabra que dejás sobreviviendo
de la inutilidad originaria.
Pero no sobrevive como náufraga
sino como rotor tuyo
que se pone a rearmar el ser entero;
tu costumbre de dar se lanza entonces
a remontar lo vivo
entonando canciones de recién estrenada.
Ah es contagioso, Eis,
verte desarrollar una vez más tu juego
porfiadamente sano,
ese usar cada instante
para recomponer con desenfreno
tu luz fructífera.
Tal es tu ley, el lema sacro,
que yo con gozo hago mío.
§
Si quiero representar la bondad que se posa
me basta medir el equilibrio de tus manos,
centrarme en la sonrisa susurrada de tu piel.
Te noto abriendo las alas
sobre las aguas libertarias del mundo
y cubrir de elocuencias los territorios
que clamaban por ti.
Cómo se enardece tu manto, tu ofertorio.
No hay lugar donde no llegue la paz
que has concitado,
y veo cómo jugosamente
la derramás sobre el paisaje amante
habitándolo de bienes y de caos
que no hacen más que celebrar
lo entera, lo cantábile que sos.

TRIPTICO

1. EIS LA COMPAÑERA
Viajás al lado de quien soy
como la camarada innata de mi identidad.
Canto con el apoyo de tu equilibrio,
me lavo en tu contagiosa vocación de eje.
Desconectaste lo inestable de mis noches,
no me hiciste olvidar
la ecuación de mi nacimiento.
Sabés llevarme centrado
hacia los horizontes de la completud
que me instala por tu mano en el quicio terrestre.
Y ya no sé nombrar las cosas y los sucesos
si no es con el lenguaje de tu compañerismo
pues sólo me acaricia el cargamento del día
cuando vas abrazada a mi sed conyugal.
Atiendo, en fin, a tu sermón documentado
porque me enseña sentencioso
que no soy nunca el que seré
sino como tu esposo decisivo.

2. EIS LA MADRE
Toda tú te infundiste
persistente en mi molde elegido.
Fuiste plasmando tu naturaleza y tu textura
en el vaso que iba a ser el yo,
y en él abriste tus alas de ser.
Fue un acto selector el de forjarme
con tu descendimiento de ternura,
ese inclinarte sobre mi hueco de ser
con la premura de las protecciones,
y así me torné réplica de tu aliento,
un duplicado de tu condición.
Engendradora artesanal
de todo lo durable en que he fraguado,
reconozco en lo materno de ti
la razón literal de mis raíces,
la filiación que da contento
a esta raza en que voy.

3. EIS LA AMANTE
Te empuja un ventisquero de feminidad
que se abre paso entre mis pliegues de ser
sembrando en mis parajes quemantes joyerías.
Tu habla es devoración,
sangrienta temporada de legumbres,
y yo no quiero prescindir
de esa manera tuya de excavarme
ni perder ni un segundo de tu arriesgado lirismo.
No sabría desde ahora
ser yo mismo (¿cómo antes pude?)
si no es soliviantando nuestros cuerpos
en mis espacios de cantar
donde concordaremos tú y yo en un tajo
exhaustivo
más allá de nosotros,
tan vueltos uno solo en los castillos de la carne,
tan parecidos al cosmos con su trote estival,
que ya nadie recorrerá nuestros nombres
ni las casas que fuimos
y de nosotros quedarán tan sólo
dos plaquetas sonoras del amor fructificando
cada día entre los ramos del origen.

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Húmedo está, bajo el laurel, el banco… (A.Machado)

Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la hiedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes undula, y la alameda
conversa con el viento…
¡el viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón enciende
la estoica pipa en que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles…
¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?

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Donaciano Bueno Diez
Milton Schinca
: Autor,
ANTONIO MACHADO
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