YO, SÍ QUE CREO (Mi poema)
Alejandro Martín Navarro (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

En verdad hoy prometo que yo creo,
al igual que creí cuando era un niño,
un ingenuo chaval barbilampiño,
como sé que algo existe aunque no veo
y creo en el cariño.

No concedo me roben la inocencia,
que me impidan amar lo que deseo.
¡Oh, esas noches en brazos de Morfeo
ignorante entre el coma y la conciencia
del sueño el ajetreo!

Que por más que me insistan o amenacen
ya tan lejos me pillan los amagos,
no hago caso a mentiras, ruidos vagos,
nunca habrá nadie ya que los reemplacen:
creo en los Reyes Magos.
©donaciano bueno

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Comentario del autor sobre el poema: La creencia en los tres Reyes Magos de Oriente está tan asociada a la inocencia que resulta un acto que roza lo criminal el tratar de sustraérsela a los niños.

MI POETA SUGERIDO: Alejandro Martín Navarro

Alejandro Martín Navarro

La subida

Hemos llegado al fin hasta la cima.
Vemos ahora los valles y llanuras
desde los que una vez miramos este monte
con atónitos ojos. Empujados
por la fascinación de su belleza,
emprendimos la marcha.
Primero fueron horas,
y luego días, largos años,
subimos sin cesar. Vimos mañanas
y noches que pasaron igual que un viento frío.
Todo fue un mismo instante:
el dolor de alcanzar lo más lejano
y la dicha que sigue a la conquista,
todo es la misma cosa en el recuerdo.
Ahora, al asomarme
en soledad a los despeñaderos, veo desvanecerse
la realidad del tiempo y la memoria
y el sueño y la vigilia y la conciencia
como esta bruma densa que me envuelve.
Miro los verdes valles abrirse al horizonte como inmensos
océanos de niebla,
y unas súbitas aves emprenden su partida.
Igual que los vencejos ya no sé
de dónde comenzamos nuestra marcha
ni cuándo empezó todo.

Job

Alrededor escucho sordos ecos.
Los surcos en la arena del desierto
van quedándose atrás. Crecen por todas partes
los hierbajos agrestes, y a mi espalda crepita
el acérrimo viento de Judea
que arrastra la maleza y deshace las rocas
con silencio terrible. Mientras ando
crecen ante mis ojos llamaradas de imágenes,
abrazos, mar, sonrisas, años, lunas,
y me llena los labios un sabor:
la piel salada y nueva de mis hijos.
Observo cómo tiemblan las moribundas luces de la tarde
mientras cubre mi rostro la ceniza,
el polvo del que vengo.

La lira de Hölderlin

De qué me sirve haber vivido como un dios
si fue sólo una vez. De qué me sirve
saber que en un momento alcancé algo innombrable. Ahora vuelvo
por las calles gastadas por millones de pasos,
por sucias multitudes a través de los siglos.
Soy uno más. Recorreré esas calles
de la misma manera; como ellos
amaré a una mujer, y también frente a mí
estallarán las buganvilias cuando
llegue abril. Pasarán un par de cosas,
y nada más. Escribiré unos versos
que ya no tendrán luz, porque la luz fue tuya
solamente un instante.
Aquello será niebla,
desaparecerá
como un amanecer sobre las olas
en el recuerdo de un anciano.
Se perderá la luz. Te perderás.
Y serás desdichado, y no sabrás por qué.

Felix Mendelssohn escucha la Pasión

Un largo y tibio tono es la penumbra
en este silencioso
refugio de la luz en que me encuentro.
Igual que todo cuanto vive:
con esa misma mansedumbre
que reflejan los rostros de las cosas que amo al extinguirse.
Escucho a Bach y creo en sus palabras.
Creo en la oscuridad que le precede
como creo en mi mismo y en la vida.
¿Quién asiste a esta larga y vasta ceremonia?
Creo en la soledad del hombre.
Ahora estoy aquí, como esta música
habita aquí también. Nos comprende y nos ama. Refleja
lo que quisimos ser sin conseguirlo.
Estas notas, la música, de algún modo nos salvan
en una tierra nueva. Sentado y silencioso,
escucho a Bach como quien busca a Dios:
para saber quién soy, por vivir para siempre.

Canto primero

(Del cantar más antiguo)

Una casa pequeña sobre un árbol
robándole a los pájaros su nido.
Nuestro reino duró sólo unos años
en el inmenso mar de los olivos.

Las piedras eran santas, los geranios…
Todo es santo en las manos de dos niños
que corren sobre el polvo del verano
y atraviesan el tiempo en un respiro

hasta llegar aquí, sin saber cuándo
salieron sin llegar a su destino,
pero siguen cogidos de la mano
y trepan por el árbol del olvido.

En tus ojos está la luz, hermano,
que ya jamás encontraré en los míos.
Son sagrados los ecos de tus cantos,
y tu risa es la fiesta de los vivos.

Canto segundo

(Dos letras para ser cantadas por soleá)

Es hermosa la lluvia sobre el cerro
y tienen luz las hierbas, los trigales.
Todo lo perderás. Estarás lejos
y llorarás el agua de esta tarde.

En los troncos dormidos de los campos
tiembla la voz partida de los grillos
y los pájaros callan: tienen frío
sobre la nieve blanca del geranio.

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