SI DIGO LO QUE PIENSO (Mi poema)
José Carlos Llop (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Si digo lo que pienso, me critican,
quizás seria mejor estar callado,
¿por qué me he de callar si no he faltado
y a mi la vida tanto me complican
sintiéndome observado?

Si digo lo que pienso, de soslayo
me lanzan la mirada con su flecha,
rebota con la mía algo maltrecha,
con fuerza, con la rabia, como un rayo,
para quedar desecha.

Pues yo no sé mentir. No me enseñaron
y nunca yo aprendí a echar incienso.
No me pueden pedir que haga consenso
y aún menos que me acusen los que ataron
si digo lo que pienso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  José Carlos Llop

LAS VIEJAS COSTUMBRES

Volvemos, como todos los veranos,
a esta casa junto al mar.
Pocos muebles, una alfombra de pino
en el jardín y el perfume del lentisco.
Y en la noche una lechuza que canta
y los lagartos que cazan bajo el farol.
Ahora ya somos cinco, si contamos
el peso de los años y dos hijos
que juegan a pelota
contra la fachada de piedra
color de rosa. Tú y yo
hemos llenado la casa
de días limpios como el agua
de esta costa silenciosa y abrupta,
que posee la misteriosa luz
de un mito antiguo o una joya.
Pocas cosas bastan en la soledad
del verano: el canto del gallo
que se esparce por el valle, los cangrejos
que pescamos al atardecer y el tañer
de las ovejas que vela nuestros sueños.
Los cargueros cruzan la línea azul
de los piratas berberiscos, las cabras
trepan por las rocas rojas
y esta casa nos absuelve
de los viejos vicios del invierno
y de las espadas de la aflicción.
Pues la vida en común
es como un pecado secreto
donde el tiempo crea los oasis
del afecto y la contricción,
y con las viejas costumbres nos regala
la rara certeza de no vivir en el error.
(En el hangar vacío)

El mantel ruso

Esto quiero que sea mi vida para ti:
este mantel de colores, las confituras,
el pan y la leche, blancos; las tazas de té
y los pájaros que juegan en los naranjos.
Que es a esta hora de la mañana,
cuando el sol tiñe el jardín con luz benigna,
la hora en que todo se empieza
por vez primera y nada puede dañarnos.
No dejes que el torvo rostro del mundo
salpique de miserias nuestro desayuno.
Que tus ojos se detengan en los míos
y lean que es para ti todo lo que he escrito.
Y las sombras que hayamos conocido
serán sólo migajas sobre este mantel ruso.
De En el hangar vacío, 1995

El tiempo de los poetas

Los poetas nombran el mundo
y así renace en cada poema.
Conocen el desierto y las estrellas,
pisan la nieve virgen en pos
de un ave albina o un oso blanco.
La verdad los ilumina sin que sepan.
Navegan en el barco de Ulises,
comparten su lecho con Helena
y no temen el grito de Aquiles.

Nadie sino ellos conoce su secreto.
Caen ciudades, reyes, civilizaciones.
Mueren lenguas y escrituras;
como el amor mueren.
Y como el amor permanecen
los poetas en el tiempo:
un tiempo que nunca les pertenece,
aunque sean ellos quienes lo crean.
La vida distinta, 2015.

EL PETIRROJO

La mañana de Reyes posee la magia
de lo inaugural. Todos los años
a primera hora, paseo por la finca
de un amigo.Todos los años,
después del paseo leo el poema de Eliot
que evoca las penurias de los magos
en su travesía por tierras extrañas.
Éstas no lo son para mí. Cerca
de cuarenta años hace que no lo son,
pero lo serán a partir de ahora.
Otra pérdida al fin un capricho más
de la vida que en esto es obsesiva
como un jugador de azar
al que nunca se le acaba el crédito
-que somos todos nosotros.
Hoy, en un alambre, se ha posado
un petirrojo y he recordado
la vieja canción de Cohen,
un estanque circular, los amores
de verano, el fragmento
de una calzada romana.
Nos hemos mirado durante un rato,
el petirrojo y yo.
Después, ha alzado el vuelo
como para despedirse: sabía
lo que yo sé.Que era la última
mañana de Reyes que ando
entre estos olivos y encinas;
la última que contemplo desde aquí
las palmeras del huerto donde vi
un viejo automóvil negro, atrapado
por las zarzas y los insectos y, luego,
entre las páginas de una novela mía;
la última mañana que observo
al solemne carnero color tabaco,
balando al aire azul; o que juego
con los helechos de la fuente,
como cenefas modernistas
entre mis dedos. La naturaleza
es generosa con los que saben
mirar y se admiran de aquello
que para otros es sencillo o vulgar.
Los adioses, el crepúsculo, la hora prima,
la mirada del petirrojo, incorporada
ahora a los versos de Eliot
en la mañana del seis de enero,
o el espejo que siempre hallamos,
atónitos, detrás de lo perdido.

De la Naturaleza de las cosas

(…) Tradición elijo
y estas palabras y su cadencia íntima,
inmerso en el calor del día y la página
que exige ritmo acorde con el tiempo.
No rehuyo lo moderno, evito su estrépito.
(…) A la música del poema
entrego mis mejores horas y a su placer
debo también lo mejor de mí mismo:
los cigarrillos a solas, la noche, los libros
y el licor de amar la vida y no el limbo.
Nada digo, ya sé, que no se haya dicho,
pero nadie vive por mí lo que yo vivo.

SOMBRAS CHINESCAS

Yo vivo en la luz ámbar
de un viejo fumadero de opio:
preparo la materia negra
de que están hechos los sueños,
la muerte y la llama del tiempo.
Y enciendo la pipa labrada
y las palabras que son
porque fueron humo
en el hangar vacío del mundo.
(En el hangar vacío)

EL PRIMERO DE LA MAÑANA

Cada mañana en el espejo puedes ver
bosques de hielo que nadie pisó,
buques detenidos en los Sargazos
y a Fabrizio del Dongo en Waterló.
Detrás del cristal están las bibliotecas
–que son caricaturas del rostro de Dios–,
el Amazonas, la luna y la selva,
el cuerpo de las mujeres, el ojo del tiburón.
Y mientras esgrimes la cuchilla recuerdas
el fin de Babilonia y las orgías de Roma,
la luz del desierto y la rosa amarilla,
las espadas de hierro que forjaron Europa.
Ahora agitas la brocha sobre el jabón
y surge La Laguna Estigia de Patinir,
aquél que detuvo el tiempo en un reloj,
Venecia, Stonehenge, las calles de París.
Te rasuras la cara, la estiras hacia atrás
y se dibuja en el azogue la primera noche
del hombre, los colores del ocaso en el mar,
el oro de la tarde en la ciudad de Londres.
Al limpiar con rapidez los utensilios
por el desagüe se va la toma de Jerusalén,
los árboles, Gengis Khan y los Concilios,
la música que amas, el duelo del mal y el bien.
Y cuando te secas el rostro con la toalla
se refleja el memo con quien vives,
sus arrugas y sus miedos y secretos:
la herida de la vida, sus rastros de metralla.
(En el hangar vacío)

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Donaciano Bueno Diez
José Carlos Llop
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