UNA HISTORIA EN TRES PALABRAS (Mi poema)
Silvia Guerra (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Hoy pretendo escribir en tres palabras
la historia que jamás tú habrás leído
de un hombre que aquí llegó y que ha vivido
cual náufrago en una mar de olas macabras.

Que el tiempo fue con él muy resentido,
y hasta dios ignoró que él existiera,
nunca tuvo ni un duro en la chequera,
y en su medio sufrió de incomprendido.

Hoy que dicen, quizás ya ha fallecido,
la esquela se ahuyentó y hasta el entierro,
de campanas no habrá un sólo quejido.

Que ignorado en este inmundo carnaval
no alcanzó ni al papel de testaferro
e, inevitable, llegó al punto final.
©donaciano bueno

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Tomando como leit motiv las tres palabras que yo aporté al reto, «Inevitable punto final», os dejo un humilde soneto que he construido con la esperanza de que a alguno le guste,

MI POETA SUGERIDO: <strong>Silvia Guerra</strong>

Silvia Guerra

Atropo

Ni mía.
Ni de nadie. Nada.
Yescas, hojillas. Viento de hoja seca.
En la mañana azul, la blanca brisa y el perverso anhelo
El ir queriendo, la cabeza la cara con eczemas, al viento.
Baja por esa correntada nítida y precisa
en el perfil, en el miedo atroz de la figura.
El agua en la mirada que se enfrenta y es un rostro sin alma
que se escapa para llenar ese otro rostro de silencio
para llenarlo con el hilo libado de los sueños, en la niebla.
La sombra sin atrás, sin cuerpo que refleje, la pura sombra.
La sombra pura que maltrecha de sí logra extenderse, asirse
sobre un suelo, cubrir la heroica superficie agreste
Beber hacia el desierto como un canto como un sonido largo,
una oquedad nimbándose desde el cobre central, dulcísimo
metal, que envuelva.
Y afuera entre las casas, dispersamente lejos
conjuntos de hábitos, manteles, pequeños telares enardecidos
de gardenias. Y afuera lejos, la tarde que se curva
las primeras estrellas. ¿ Para siempre?

CLOTO

Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros.
Se camina sonriendo por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo que me dicen
no entiendo que hago ahí, por qué me siguen.
Y yo no sé que hacer, y ellos tampoco.

I
Como borde, bordar este tramado
Todos los días un poco, un poco más gotea
arma la rama, nido entrama
sobre el hilado que se extiende
no sutura. Pero no, viene de fuera.
De dentro viene enrevesando trama
hay que entender que inunda
que golpea las paredes, que resiste.
Hay que entender que gime que se rompe
que heroico es hacer del ánima brocado
que se expanda, y lo demás dejarlo
Como olvido
Como distancia, entre lo posible
y lo inherente.

II
Inclina oscura testa de alado halo rodeada
y empieza la tarea, que es ardua
de vegetal acuático y profundo.
Hila, con la cara de otra
traspasada. El cordero se mueve, se retuerce
avanza, sobre un plano verde
pradera natural entre pestañas.
Cree. Cordero cree que puede
estirar el hocico, morro, pasto cree
O no sabe
O confía.
Bailan los osos turbios con caretas enormes
al gozo de la llama y por la cuerda
que rítmicamente
otros, azotan contra el piso.
Bailan los osos balanceando sombra
gozo, para que los niños rían.
Y el cordero, que espera.

Finos dedos de seda
hilan, la bolsa de mercado.

V
Volver
a la condición de perro
inapresable, de pelaje lamido
de matadura rosa. Decir Nada
Resume. Decir la lengua mía
deshaciendo sustancia pegajosa
chocolate trufado. Una lengua
que aquí venga con la condición
terrosa del olvido en sordo resplandor
El maleficio. Vidriado ojo
que atravesado de placer percibe la roja curvatura
el anzuelo sangrado la enardecida linfa
y una vez más la cera, líquida inflamable
espesa que se cuece.

VI
La vela que gotea sobre el mantel bordado.
La piel, pétalo sobre la fuente abandonada.
A un hombre le sangra la nariz rota de un golpe
en un ring de suburbio,
con las paredes húmedas
pintadas de naranja. Una mujer se levanta de una sala
a la que no habrá de volver dejando atrás
la infancia y la muñeca. El racimo y el sueño.
Y no haber nadie
Nadie que espere en ningún sitio.
Apenas si se barren los restos de la cena.
Apenas si se nombra el porvenir.
Apenas el ala violeta del sombrero.
El tacto, apenas.

VII
Nada la sombra.
Nada el inquietante punto transbordado
moviéndose. Alejada del plato y del ruido
del hambre, de la noción siquiera
de carencia.
Creciendo desde un nódulo de atrincherada madera
verde y populosa temblando desdice coyunturas
corre por un tronco más o menos liso y pide agua
miel de palma
rebozo. Página dónde apuntar
olvido.
La costa varía apenas un poco cada día y transforma
los dibujos en la arena. Y es tan frágil la línea,
y tan azules los ahogados.

VIII
Podría ponerse en contra de la luz, del ventanal
para un juicio final, para el ocaso.
El ocaso en jirones de rosado cielo recortado
de dorado perímetro silente
para un incendio oscuro y agobiado.
Y nada se verá. Ni se sabrá tampoco nada.
Ni hoy ni mañana ni nunca.
Todo permanecerá como hasta entonces,
como hasta el entonces en que un loco
director descubra, levantando la tapa de otro seso
el roto cardenal, el silente ejercicio
la incesante paradoja de descomposición y olvido.
Y filmará entre aullidos
escena tras escena
como no fueron nunca en realidad
en esa recortada realidad de los hechos
transidos, fragmentarios.
Y estará ardiendo, mientras tanto,
el siempre ardiente
oscuro
corazón inadvertido.

IX
En un pozo de sombra que surgiera aparece la voz
como esperada, y modula
un diseño para una posteridad bien avenida.
No era sólo dolor, ni era la pena
como trapitos grises de deshecho juntados.
Ni era tampoco la alegría
salpicando con su falda festiva
los amarillos rostros despertados.
Era sed de esmeraldas el trasluz
pantomima de giro y no quería.
La boca, y van retazos
pedazos en gloriosa marea trasnochada
de intentos, de posibles esquirlas
luminosas y oscuras. La piedra
entre los dientes, la marea
entornando los ojos que enturbia la pestaña
para evadir el estampido
que taladra el hombro, el roto corazón,
ese afluente.

Láquesis

Es un prisma. Es un prisma que gira.
Es un prisma que fragmenta la luz, la descompone.
Es un sueño la luz.
Es un sueño la luz que se repite.
Es un espacio verde, que se hiciera
Hay dos amordazados en la luz
en el preciso verde.
Gira una vez el prisma y se hizo tarde.
Gira una vez la luz y hay un zapato suspendido en la esquina
un montón de arañitas verdes, casi transparentes que caminan
incendiándose el lomo, sobre una tela casi transparente que no
deja respirar a los que de una manera casi transparente
empiezan a quemarse.
Afuera, alguien salta tratando de mirar por la ventana
un golpe apenas en el vidrio, una marca de sangre.
Y es la luz, los irisados tonos de la angustia
Ese silencio bordado de la tela
Crujiendo, desde la lluvia verde, casi transparente.

LA COPA DE ALABASTRO

«lo único que quiero es mi ojo»
(Un esclavo al emperador Adriano)

I
Una fisura se tiñe con la niebla que inicia en la llanura.
Verde del jade oblicuo que da la transparencia que es
negada :
hojas de espeso tinte, aroma que desciende
fragor de ese principio como vacuo, condena
desde el tinte al aroma,
durazno que recubre.
Sonrosa la línea y va sonriendo, pide de su dulzor
al cardenal azul, cardenalicio moretón de celo
Rosa en la ventana del espanto el azul tinte
de morada medusa, no mora donde acusa y va de luto.
Golpeando la cabeza contra el vidrio el roto cardenal
abre de rosas la cumbre del brazo, la curva que la dicha no
quisiera.
Es tarde, deben abandonarlo todo con sangre entre los
dientes, con el espeso aroma de las hojas humeantes
de la niebla. Batirse en retirada a duelo,
sobre las alas de ese inmenso albatros disecado
colgando desde el techo del sepulcro.
Dorada bóveda de grillos, blandir en el trasluz del fuego
la mano hecha de enaguas, soñar de crisantemos
Al levantar el manto que es la niebla, está la espejada de
luz
con manantial, el fruto de la aurora

Tajo en la frente mórbida, sombría, eje de evanescencia
Distraído.

II
Ascuas, astillas de alabastro en el cristal de roca
¿La mano que al dosel estaba presa?
¿La savia que dormida perecía, sin poderlo evitar
brujos y machis?
Qué extensión tendrá ese territorio circunvalado tantas
veces
feroz por cuanto es impredecible
Hasta cuándo se extenderá, líquida la angustia
de esa gota final. De esa espesura
La muchedumbre pasa grita, y este silencio resplandece
puro como el primer día, sobre filosa superficie
Como vapor que sueña dibujos que lo surquen.

III
Columnas de un agua condensada que después se hará roca.
Dulce colmena que trae hasta el enjambre la zozobra.
Una machacada constancia es la que vuelve la cabeza, gira
una rueda, y un dios sin doble recobra la inocencia.
Cuentas de reloj de Italia, licor con el color de las almendras.
Va a venir mamá con uvas amarillas, van a traer confites
van a darte esa leche de las cabras que acuna.
En esta orilla se abanica el vaivén.
En esta orilla llueve.
Ni besos ni dulces ni confites.
Esas palabras susurros al envenenado oído
Esas constelaciones que recorre el azul del rayo que fue
ayer
que no hubo tiempo
Camino del que no vuelve arriero trayendo la prenda de la
vida
Va a saltar cuando nadie lo espere.
Se va a esconder en esa lengua oscura, obscena
de la muerte.

IV
Sobre el perfil del cielo recorría una vasta pradera que
pintaba de azul otro color sobre un horizonte de planicie
verbal.
Volvía con la radio en el bolsillo
silbando una tonada que no
estaba a la moda.
Volvía desde el ignoto borde del silencio como arrastrando
peces de un mar en madrugada.
Y estaba todo ahí, sobre la mesa sucia
los peces, el olvido, el alcohol, las mal pintadas uñas.
El Olvido.

En mano

Ahora pasada juventud sacude el musgo
Porción inválida lumbre de lo eterno en anterior
la letra plausible las contiene a todas: Sea.
Humo, color de humo tela barata y rústica
raspa el cuello las mangas la tela de camisa
burda. Duele. Enrojece. Sobre el agua quieta
mueve apenas la sombra desde abajo la irisa
Vuelve arcada zócalo sobre sí maneras de pisarse
juntar los pies lograr emplazamiento. Desde allí se conoce
Desde allí se perdura durando la extensión el tiempo
en los depósitos oscuros llenos de eco, el tiempo
volviendo a sus depósitos más puros llenando de sustancia
húmeda las puertas los estantes las rayas de las cosas. Dos
ríos que pueden confundirse o ser el mismo río
en el desembocar mezclados. Mezclarse dentro el agua
pensarse de ese modo umbrales traspasados primera letra
que contiene a todas el sitio por el fin, sin fin el sitio
de hondo enarbolado. Pasó; Pasó la tarde, pasó el día
de la muerte, pasó el posible amor
Pasó la vida. Se confunden los ríos los nombres de los ríos
allí en la mente, las garzas pueden ser nocturnas y parecen
cuervos rosadas y parecen dioses. Y no necesitar nada de
nadie nunca
Más la muerte. Ese calor que emana de repente,
que puede verse a contraluz
esa energía queriendo. Será ordenar el tiempo
Todo, ahora.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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