Entonces empezás a contarte una historia.
Todo lo que es viejo y parece nuevo,
todo lo que es nuevo y parece viejo
entra en esa historia, y lo perdido también,
y lo encontrado, y lo que empezaste
sin saber si podías terminar. Al principio
es una historia sobre vos mismo, sobre el rencor,
celos, ideales abandonados, intuiciones,
la furia con la que mirabas ese año
el atardecer desde un acantilado.
Luego, otras personas entran en la historia,
y la historia de alguna manera cambia de escala,
no es que no se trate más de vos, pero ahora
también hay otros, y quedaste al margen,
en cierta manera, de tu historia. De nuevo
entonces, el rencor, las borracheras, arranques súbitos
que te permiten subir las escaleras a las zancadas,
para golpear en la puerta equivocada.
“Sólo existen las puertas equivocadas”, leíste
ese día en un sobre de azúcar en un café
donde esperabas la llegada de una persona,
pero en lugar de la persona lo que llegó fue una historia,
otra, que terminaba con alguien golpeando una puerta
y bajando la escalera en la oscuridad.
Al principio seguís golpeando puertas
con furia, reclamando lo que te corresponde.
¿Pero a quién reclamarle por un malentendido,
por la simple aplicación desinteresada
de un axioma? Es la vida, en otras palabras,
y siempre son otras palabras, de hecho. Días de lluvia,
olores que vuelven, aserrín en los escalones de un palacio:
hay una constante en todo eso. Tendrías que encontrarla.
Llegar a decir, con una voz triunfal:
“En otras palabras, esto es lo que quise decir.”
Salió de casa y caminó dos cuadras
Paró de golpe, se quedó escuchando
Un hombre se reía en una esquina
Una mujer cantaba bajo el agua
Giró a la izquierda, caminó derecho
Dudó un instante y arrancó de vuelta
Le dio derecho, sin mirar el mapa
Caminó lento, anduvo otras 10 cuadras
Acá había un hueco, no sólo en su memoria
Había un hueco o algo medio extraño
Miró hacia arriba, hacia un balcón de piedra
Una mujer regaba unos jazmines
Un ciego en una esquina y sus monedas
Junto a un container una silla rota
Abrió el cuaderno y anotó una idea
Desplegó el mapa y marcó un circulito
Dobló de vuelta el mapa, se mordió una uña
De nuevo el mapa y otra vez un círculo
Y alrededor del círculo un cuadrado
La luz en este instante era perfecta
Giró, dio un paso, se detuvo, luego,
giró otra vez y retomó la marcha
Ahora estaba seguro de una cosa
Eso era algo, era mejor que nada
Y sin embargo, es cierto, hacía dos años
creía estar seguro de tres cosas
Un año atrás de dos, luego de una,
luego de cero y otra vez de una.
Se detuvo un instante en una esquina
Desplegó el mapa, dibujó dos puntos
Entre los puntos dibujó una línea
La calle estaba demasiado quieta
“La calle estaba demasiado quieta”
Había dicho eso en otro lado
Otra ciudad, departamento, noche
Balcón, una mujer, la luna llena
(¿Era el final o el inicio de una anécdota?).