Un burgalés de Pro, un castellano, el mismo que del Cid lleva coraza, en vez de pedir pan pide una hogaza, le gusta si es candeal. Y al que es hermano jamás lo despedaza.
Dios, que al mundo creaste en siete días y en un sueño a Zazuar, quizá en la siesta, de un delirio, borracho, en una fiesta o en un lance hacedor de fantasías...
Yo soy de tierra adentro, yo vengo de un humilde pueblito herido por el viento, en donde en las frías noches del riguroso invierno a la luz de la hoguera de mi humilde cocina,...
Yo amo a mi tierra igual que el bien nacido le mima a su camino al que agradece, a esa planta estimula cuando crece, ase al pecho del ser que le ha parido y ensalza cuando
La tarde triste está y en su fiel en el ocaso, entre escarpados montes el cielo se recrea extendiendo su manto sutil en la marea de ese horizonte de añil pintado al raso.
Recoleta, remolona y redondita, reciclando va placita con el tiempo con tu cara tan risueña, tan bonita, y tu aspecto, acicalada señorita, cual si fueras la heroína de algún cuento.
Esa calle algo arrugada, esa es la calle Isilla, que aunque un poco paticorta es la más presumida pues conoce al dedillo la ida y la venida de la gente del pueblo ¡qué pueblo! de la villa.
De Aranda eres. Presumes de arandino, que aunque trashumante, tú eres de Aranda. Lo mezclaste de joven con el vino y siempre te ha seguido en tu camino y también con la música en tu banda.
Ese bosque verdiseco solitario donde al pino le amamanta la hojarasca, -secas hojas de tamuja y de carrasca- son la alfombra que da lustre al arbolario...
Puntual como cada día a las cuatro de la tarde te has acercado al bar a echarte la partida al “subastao”, tu distracción después de la comida de cuyo dominio, como yo, hacíamos alarde.
Mi pueblo es un remanso de paz en la meseta, de Castilla la Vieja. Rodeado de encinares, enebros y pinares, casas de adobe en la esplanada asceta, del rio los andares...
Si Baco levantara la cabeza y hubiera sido Baco hoy dios del vino, si hubiera transitado en el camino del hombre que disfruta y que bosteza; si el vaho que desprende tan divino...
Si pudiera volver, si es que algún día a esa hogar que es Castilla yo volviera, prefería que fuera en primavera cuando el sol manifiesta su alegría y la brisa en el trigo reverbera.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.