EL ANCIANO (Mi poema)
Marina Romero (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Mústia figura de mirada triste
que en asfalto desliza cabizbajo,
expulsado del cielo, escupitajo
que a inclemencias del tiempo se resiste.

Avanzas tan pausado paso a paso
arrastrando recuerdos que viviste
y en semblante de arrugas que ahora viste
en la noche se aprecia ya el ocaso.

Un hombre eres, vestido de fantasma,
pálida luz que en tu pasado asoma
y en la mente horadando una carcoma
que a pábilo de hielo vacilante pasma.

Del rictus de tu boca se desploma,
una mueca de arruga horripilante,
la esperanza olvidó ya al caminante
que en los labios produce un hematoma.

Ya próximo a vencer está el contrato
que un día sin retorno suscribiste,
lo que resta, donado, ya no existe,
que el final le ha llegado a tu mandato.

Eres, viejo, lo que a la vida diste.
Tus sueños son memoria del pasado,
deja, pues de vagar atormentado,
recuerda que viviste, y no estés triste.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: 

Marina Romero

Si ésta, la soledad, es transitoria

Si ésta, la soledad, es transitoria,
también de paso va la compañía,
inútil anhelar que cualquier día
nos llegue al corazón firme memoria.

Es difícil tejer sólida historia
de imposible amasar con alegría,
no es la vida continua algarabía
ni canjilón monótono de noria.

Hay que darle al momento lo que pida
sin esperar jamás chorro constante
que mitigue la sed del alma ardiente.

De momentos de hacer se hace vida
porque un sorbo de luz dura un instante,
y el que afirme lo eterno, miente, miente.

Que me abrace el mar

Que me abrace el mar,
que me acaricie el mar,
que me ponga palomas blancas
en los labios, el mar.
Rodeada de su azul,
de su gris,
por todas partes el mar.
Marina yo, su amante.

Que me arome la jara del monte,
que me cante el tomillo del monte,
que me ponga miel en la boca
el monte.
Anegada de su verde
de su rojo,
por todas partes el monte.
Romero yo, su amante.

Que me abarque tu nieve, sierra,
que me abrace tu frío, sierra,
que me ponga ansia blanca
en las manos, sierra.
Deslumbrados de tu luz
mis ojos.
Blanco en azul
infinito acabarse.
Serrano yo, tu amante.

El tacto de esta ola

El tacto de esta ola
en otra orilla
posible de añoranza…
Tan ignorado
ese segundo roce,
esa incógnita caricia
caldeada de soles meridianos
acunada de noches
inquietas de sal,
enlazada en anillos
latentes de distancia.
Esa ola,
monótona de ires
y venires,
huyéndose,
encontrándose,
esa ola exacta
me besará los labios
algún día.

A todos los que al mirar…

A todos los que al mirar
véis algo,
os saludo.
A todos los que al nacer
lleváis yerba buena en la boca
os saludo.
Y a los que os dejásteis
la hiel
en la tórtola,
la carne
en la garra del buitre,
el musgo
en el hueco del árbol,
y la moneda
en el bolsillo ajeno
os saludo.

Bienvenidos
a este valle de lágrimas.

Y cuidad que la sal
no os amargue
alguna noche,
y para siempre,
los labios.

Cómo mengua mi propia arquitectura…

¡Cómo mengua mi propia arquitectura
saber que no te tengo contenido,
y sentir el querer disminuido,
disminuyendo mi inicial postura!

Yo quisiera vivirme en piedra dura
gigante de mi mal, en el olvido,
aunque llorara con dolor crecido
en oculto raudal, mi desventura,

que vale más querer y haber perdido
y poder reclamar como alimento
el parco grano del tronchado trigo,

que pasar la vida sin amigo
levantando murallas contra el viento
en un alarde de valor fingido.

La vida es así

La vida es así.

Tú y yo.

Pero
por muy corta
que sea la distancia
de tu corazón
al mío,
tú no puedes sentir
mi sed,
mi doler,
mi hambre;
no puedes
reír mi risa
ni llorar
mis lágrimas

(Hay sociedades benéficas,
almas caritativas,
generosos filántropos…)

En la arena cálida
de las playas,
y a dos pasos
tan sólo
del agua
boca arriba
mirando al cielo,
está vacío
y seco,
el caparazón de la tortuga.

Y yo me iré

«y yo me iré
y se quedarán los pájaros cantando.»
Juan Ramón Jimenez

Y yo me iré,
y tu te quedarás
pensando en otra espera
tigre en celo.
Y yo me iré
con la mar en borrasca
rebuscando el camino
sin la luz de tu estrella,
y quedarán sangrantes
desgarrones de vida
en la reja del puerto.
Tu corazón y el mío
habrán bebido todas
las nuevas alegrías,
y tú te quedarás
con mi recuerdo
clavado en las pupílas
mirándolo crecer.

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Donaciano Bueno Diez
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