PADRE, YA SÉ QUE TE MUERES [Mi poema]
Carlos Cociña [Poeta sugerido]
Carlos Cociña [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Padre, ya sé que te mueres, Mas sé que tú nos quisiste Que aunque dudes de que existe Padre, juro si hoy pudiera, Mil veces mi vida, mil, Verte gozar en abril Mas, cual sabio que tu eres, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Carlos Cociña
Se acerca el tren;
sus luces van sobre las lomas.
No son los carros del tren,
es un gran gallinero extendido sobre los árboles
del cerro.
Ese tren va a las tierras cardinales.
En sus ventanas iluminadas se refleja
el gran transatlántico,
entre los valles de maíz, encendido
entre los insectos que vibran en vuelo.
12c
Con la fuerza de la luz en los vidrios, la imaginación se ubica
en territorios cercanos a valles inexistentes. Las aguas, en sus
múltiples estados cercan las montañas, los ríos y el mar
y hacen de las extensiones un espacio apenas vislumbrado.
Como islas donde ha desaparecido todo vestigio de uno de los
colores primarios, la inexactitud de las referencias afecta
cada paso. Frente al mar se elevan a baja altura algunos pájaros
que no alteran en nada el paisaje percibido sólo con algunos
de los sentidos más evidentes. De las escalas musicales
conocidas, sólo una es la existente y aunque se escuchen otras,
su identificación es negada por el solo nombre de los valles
interiores.
10a
El blanco que se observa en las grandes montañas y edificios
no es nieve, sino la luz que toca extensiones de piedras y arena.
La sombra de la luminosidad parece agua en estado sólido,
extendida en los contornos de los objetos. Luego aparecen
Cetus y el Pez, desde la luz.
JARDINES
(fragmento)
En medio del sendero una jauría se disuelve en desbandada.
La forma de expandirse no tiene como referencia el lugar
desde donde comenzó. Las carreras, aparentemente erráticas
entre los arbustos, también pueden ser por la copa de los árboles,
incluso en otro lugar. El sonido no se produce determinado
sino en todo el cuerpo que se desplaza moviendo ramas y hierbas.
El aire se deshoja en muchos puntos apenas determinables
y a su vez vibra en otros provocando efervescencia en las
direcciones de la luz. Vendavales produce el paso
entre las pequeñas agrupaciones de agua, alterando otra vez
la luminosidad. Abierto queda el aire.
De Tres canciones, 1992:
Se acerca el tren;
sus luces van sobre las lomas.
No son los carros del tren,
es un gran gallinero extendido sobre los árboles
del cerro.
Ese tren va a las tierras cardinales.
En sus ventanas iluminadas se refleja
el gran transatlántico,
entre los valles de maíz, encendido
entre los insectos que vibran en vuelo.
*
Como una cadena de montañas que nace en el
mar del sur
y se despeña hasta las aguas antárticas,
la cruz de los andes atraviesa la selva
y los valles
con el ruido de las nieves y las mareas del oeste.
Como una cadena de montañas,
de sur a norte, que
se eleva hasta la bóveda de la cruz
de las estrellas,
la cordillera sostiene el mar que se va sobre
la pampa
como una única ola.
La montaña de los andes se estrella en el cielo
cubierto de sales marinas.
2. El segundo fragmento
(emisión escrita primera)
“Estructura de la mirada”
(Fragmento)
el ojo instintivo
que en los lomos
se abre por entre los matorrales,
el ojo fijo en la presa,
y la rapiña,
el alimento.
Soy ojo de la mosca,
cúpula brillante que distingue inmóvil:
algo se mueve. . .
desde el animal
soy ojo en la materia
y me gasto
y me trizo la papila.
Ojo que desgrana la gravedad
y la fuerza,
trizado entre la paja y la viga,
ojo a la luz cegado,
que gira la pupila
hasta descubrir la marca
en ese otro rostro.
Y si la masa anega al ojo,
entre las sustancias,
el párpado mojado
es la cavidad que accede a
lo que fueran los objetos.
Descripción de Acto Penitencial.
En un cubo de madera, de vidrio, de plástico, de aluminio,
de espejo, de láser,
con capacidad para más de un par de manos.
Reflejo los ojos,
y no son mis ojos
que miran el cubo,
y coloco mis manos,
y hay otras manos que empiezan a desarmar las formas geométricas,
para poner el matiz de la mirada,
o el roce de la piel sucia de dedos que se han ocupado.
No son sólo mis manos, son otras miradas las que abren,
las que inundan este reducto,
este cabo donde las manos van marcando sus pulgares,
y las huellas no son las mismas,
y las miradas se abren ante la sorpresa de otros rostros, otra piel que no amedrenta y tiene aristas particulares,
y tiene las marcas de las manos que se juntan y las miradas
que pueden mirar otras manos, otras frentes, otros rostros,
las otras pieles que ocupan el espacio, el cubo que en la materia,
escoge la piel para mirar y rozar y tocar y juntar y ver
la piel que tiene otras aristas y no es brillante y no es lisa.
La piel de las manos y los ojos que ya no son los únicos ojos.