Una muestra de sus poemas
El tiempo. Quién nos iba
a decir que el tiempo
nos mataría antes de comenzar.
El tiempo nos ha contagiado
y sometido. Nuestro tiempo
nos ha condenado a vivir
una vida que suplanta a la vida,
una jodida metáfora colectiva.
Los niños mueren por culpa del tiempo.
El ahora, es su ahora
y las miserias del poder
con nuestra mansa pasividad,
han programado para ellos
el ayer del porvenir.
Hay en sus ojos
parte de nuestra muerte.
ya no te engaña el candor de las violetas,
con el éxodo de los sueños
la vida es ya
una muchacha que nos olvidó,
ya ni recuerdas cuándo adquiriste la locura
de gastar la existencia
sembrando fábulas como un dios ebrio.
El tiempo mueve su dolor…
Y cuando te haces con él
y lo guardas en los sargazos del alma
como el ruiseñor guarda el suyo
para la ribera, hay que imponerse a la fuga.
¿A dónde ir si no a la vida?
Detrás de la muerte sólo hay más muerte.
Que el mármol no nos corrompa
ni la tramposa inmortalidad tampoco.
Cambio mi vida por el sueño de un niño
o la sombra de las palabras
por el alma de un río
o la flexible gracia del guepardo
por el lastimero gemido del Stradivanus
o la apasionada tinta de la amapola.
Cambio mi vida por el iris de una perla
o la transparente cruz de la libélula
por la honda raíz de la siguiriya
o la angustiosa fugacidad de la mariposa
Cambio mi vida porque no se adonde ir…
¡Decidme, para qué la quiero!
Si pudiera olvidarme de lo visto y oído,
de los dos rostros de la verdad, de tanta nada.
Elegir nos deja más sedientos. Sí. Ya sé:
al poeta sólo le alimenta el hambre.
El paradero de la luz (fragmento)
El sur, éste sur hermoso
y miserable, es una gran herida.
Tierra de paso de razas
y de tiempos, mezclando
saber y barbarie…
Hubo un día en que quise
ser viento.
Vestirme de fina brisa
con incrustaciones de nube,
rodar por los siglos
como el azor se coge del aire,
pero los años me ensenaron
la horizontalidad del agua.
Fundé mi fe en los hombres
y estos se traicionaron,
averigüé su amargura
y la mía se hizo infinita,
quise para ellos el más alto azul
y prefirieron la greda,
pasar los duendes del rocío.
Y reincidieron, una vez y otra,
como perdidos niños.
Las nanas del galeote
Yo, tierra, destinada a ser tierra,
tierra primordial
inocente y sencilla,
de rotaciones incontemplables,
cada día asciendo un peldaño
hacia esa otra tierra de surcos celestes
donde madura la luz
Por eso, yo, mitad barro, mitad
transitoria carne; tosca arcilla
o mantillo fértil verticalmente alzado
que se nutre en tus pechos de ensueños,
más hijo de tu raíz que de mi sangre,
quiero pagarte en callado verso
cuanto me diste en polvo y alma.
Alto es el cielo
Alto es el cielo
pero no para el que vuela más allá de las nubes,
ni para el que en él encubre su miedo o su