Mi poema: ALFARERO Mi poeta aquí sugerido: Marcos Kramer

Soy un simple aprendiz, no hay nada más,
un fundidor de barro, un alfarero,
que baila con sus manos al compás,
de aquello que se inventa con esmero.
Del espíritu o relacionado con la parte inmaterial del ser humano a la que se atribuyen los sentimientos, la inteligencia y las inquietudes religiosas; se utiliza en contraposición a lo material.
Soy un simple aprendiz, no hay nada más,
un fundidor de barro, un alfarero,
que baila con sus manos al compás,
de aquello que se inventa con esmero.
A ese tronco patoso, desmochado
por el paso del tiempo cohibido
que apenas si pervive deslucido
mirando siempre al cielo ensimismado.
La vida es tan pequeña que cabe en el pañuelo
del caminante en celo que observa alguna luz,
no advierte que al trasluz, nada hay mirando al cielo
y acaba en su recelo colgado de una cruz.
Hay una cruz en el viejo cementerio
sobre mármol de lápida fulgente,
a la espera de un huésped impaciente
que quiera allí fijar morada en serio.
Si pudiera...
Tú no sabes, mi amor, si tú supieras
las ansias de volar que ahora yo tengo,
las nulas esperanzas que mantengo
de agarrarme a la vida. Si pudieras...
Yo vengo de esos lares donde mares no existen,
allí donde amapolas juegan con los trigales,
las aguas en verano de amarillo se visten,
y liebres son los peces entre los matorrales.
El rumor de la brisa
de ternura que al alba le engalana
¡oh, divina Artemisa!
en la playa pagana
vestirá de susurros la mañana.
Oigo el ruido sibilino de la suerte
que persigue con descaro mis talones
condenándome tan joven a la muerte.
Oscuro es el despertar que a mi alma inerte...
Y llovía y llovía, y tronaba y tronaba.
Y en esa tarde fría, nebulosa y sombría,
el silencio se ahogaba.
Y aquella plaza impía,
desierta sollozaba, ausente de alegría.
Mediaba el mes de mayo de aquel hermoso día.
Por la orilla del Duero ¡dichoso atardecer!
buscaba entre las frondas tupidas que allí había
algún de paz remanso para aplacar mi sed.
Soy un muñeco de trapo,
viejo, sucio y maloliente,
que abrevando irá a la fuente
a lavarle a su retrato,
y su mente.
¡Morir quiero de amor, llevadme a Soria!
que esta tarde de otoño yo quisiera
acceder a la gloria si pudiera
para una vez allí lograr la gloria.
¿Por qué llueve, por qué ladra el perrito,
por que el cielo es azul,
por qué hay amapolas, por qué nadan las olas,
por qué, dímelo tú?
A tí, dios de los infiernos,
¡triste rey de mi retablo!
al que describen con cuernos
y que el vulgo llama diablo.
Si tú supieras, mi amor, si tú supieras
que mi corazón a tu soñar resiste
volverías a abrazarme y no estar triste
cuantas veces que tú a mi me lo pidieras.
Yo nací para creer
que arando trazaría mi camino
puliendo los escollos de mi sino,
y andando de puntillas merecer
para al final fenecer
sin conocer el destino.
Tiempos, que fueron de paz, cuando a la vida,
los dulces rayos de sol de la mañana
envían un soplo de emoción, ungida
de olores a salvia espliego y mejorana.
¡Oh señor! que a tu imagen me creaste,
que en la cuna gocé de tu presencia,
no permitas que abuse de tu ausencia
y en aguas procelosas me devaste.