Te incrustaron rencor desde pequeño, tanto odio te inculcaron en tus venas que hoy te impiden soltar ya esas cadenas truncada por el tiempo en un mal sueño.
Mi vida es una historia inacabada comienza cuando acaba ya una guerra, de algunos que quedaron bajo tierra por culpa de una bala y una azada, o alguna motosierra.
Que el mundo ya la historia no digiere, mejor es se atraganta, se escapa un buen relato a su garganta mostrando solamente lo que quiere, aquello que a él le encanta.
Que no soy de este mundo, dijo Cristo, y yo que Dios no soy, hay veces que no entiendo por qué estoy, y a hacer el paripé ya hoy me resisto, que ignoro por qué vengo, donde voy.
Nosotros, los de pueblo, que nacimos al fin de que acabara ya una guerra. Tuvimos que amarrarnos a la tierra, tan tristes esos tiempos que vivimos escasos de soñar, sin una perra.
A veces me preguntan de quién eres, si hubiera sido ayer, soy de mis padres, aquellos que me ponen los deberes los mismos que disfrutan mis quereres y sufren mis desmadres.
Estaba él descansando dulcemente ajeno a lo que ocurre, lugar donde la gente ya se aburre que allí se duerme en paz plácidamente y el tiempo no trascurre.
El hombre de los cohetes, los petardos, aquel que siempre va tirando tiros, no entiende cuando se habla de suspiros se ensaña mientras va lanzando dardos, tratando va de hundiros.
Rogarle a Dios le cuide, esa costumbre que trueca al que es humano en más humano, querer a él acercarse con la mano manchada de vileza y podredumbre...
Robaros la inocencia ese es mi oficio. Yo soy predicador. Soy padre, el elegido del Señor, quien dude de mi honor sabrá el suplicio que habrá de soportar, sin un resquicio, por ser tan pecador.
Un ministro es un tipo de bigotes que suele hacer allí lo que le manda aquel que siempre es jefe de la banda y suele así esquivar a los azotes si miente o se desmanda.
Un burgalés de Pro, un castellano, el mismo que del Cid lleva coraza, en vez de pedir pan pide una hogaza, le gusta si es candeal. Y al que es hermano jamás lo despedaza.
En la estancia reposa ya el finado, la tez muestra un semblante muy sereno, rezando unos amigos a su lado, pretenden liberarle del pecado mas todos hablan de él, fue un hombre bueno.
¿Quién manda siempre aquí? El Presidente. ¿Qué méritos aporta? El que más trepa. El mismo que se pasa por la chepa aquello que lamenta y que no siente y allí donde le quepa.
Si quinientas palabras no son plagio ¿cuántos versos se pueden fusilar? La tal Lastra debiera meditar qué me espera si escribo y tal naufragio no puedo yo evitar.
Quizás lo que he vivido no sea cierto, quizás alguien sospeche que he mentido, quizás es que haya andado ciego o tuerto, quizás es que haya sido un desvalido.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.