Escucho con frecuencia que ha muerto fulanito, y espero si apostillan a ver qué edad tenía, después se me aparece la pena o la alegría según, como y el cuando del cielo el requisito a mi me tocaría.
¿Qué veis? pues no soy yo, todo es postizo, las gafas, el bigote y un sombrero, que el pelo no se vé pues lo prefiero, confieso que no tengo el de un erizo mas no me desespero.
Me acerco hasta mi hogar. Tomo aire fresco. La vida se me escapa a cada paso. Me pongo a recordar. Hago un repaso. No sé qué pinto aquí que nada pesco y nadie me hace caso.
Mi vida es una historia inacabada comienza cuando acaba ya una guerra, de algunos que quedaron bajo tierra por culpa de una bala y una azada, o alguna motosierra.
Llegado había allí sin saber dónde igual que si estuviera despistado, mirando desde un lado al otro lado allí donde el final llega y se esconde o avisa que ya el cielo se ha nublado.
Hay días en que el cielo está nublado, son esos que aparecen somnolientos, pretenden demostrarte no hay cimientos, impiden que se sienten a tu lado los buenos sentimientos.
Acabo de saber que te moriste, ignoro la razón de ese fracaso, no digas que lo hiciste por si acaso jugando con nosotros al despiste llenándote de vino de un buen vaso.
Yo me dejo vivir. Y es que hoy yo vivo atento a lo que marca la distancia; vivir, lo que es vivir, yo no consigo, pues sueños ya hoy no tengo, no persigo, que me hagan retornar a la lactancia.
La vida de los libros es tan corta que apenas pareciera que fue ayer la imprenta la inventara Gutenberg, que el libro la distancia no soporta echándose a perder.
La historia que hoy escribo es de un fracaso que empieza cuando empieza la internet, las web, las punto com, las punto net, de aquella fantasía el primer paso.
Que no soy de este mundo, dijo Cristo, y yo que Dios no soy, hay veces que no entiendo por qué estoy, y a hacer el paripé ya hoy me resisto, que ignoro por qué vengo, donde voy.
El reloj ya ha pasado a mejor vida, aquel que, de pulsera, los pelos fue dejando en la gatera por culpa de otra joven pervertida; que el móvil le ha ganado en la partida,...
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.