Mi poema: ALFARERO Mi poeta aquí sugerido: Marcos Kramer

Soy un simple aprendiz, no hay nada más,
un fundidor de barro, un alfarero,
que baila con sus manos al compás,
de aquello que se inventa con esmero.
Abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de intimidad del amor romántico hasta la proximidad emocional asexual del amor familiar y el amor platónico y la profunda devoción o unidad del amor religioso.
Soy un simple aprendiz, no hay nada más,
un fundidor de barro, un alfarero,
que baila con sus manos al compás,
de aquello que se inventa con esmero.
El rumor de la brisa
de ternura que al alba le engalana
¡oh, divina Artemisa!
en la playa pagana
vestirá de susurros la mañana.
¡Morir quiero de amor, llevadme a Soria!
que esta tarde de otoño yo quisiera
acceder a la gloria si pudiera
para una vez allí lograr la gloria.
Si tú supieras, mi amor, si tú supieras
que mi corazón a tu soñar resiste
volverías a abrazarme y no estar triste
cuantas veces que tú a mi me lo pidieras.
¡Oh señor! que a tu imagen me creaste,
que en la cuna gocé de tu presencia,
no permitas que abuse de tu ausencia
y en aguas procelosas me devaste.
Desde que tú te fuiste yo peno en mi silencio,
la herida que me abriste no tiene justiprecio.
Tus risas, tus sonrisas retumban insistente,
si apago mis oídos resoplan en mi mente.
¿Quién vence en el amor? En el amor
vencedores no existen ni vencidos,
ambos dos corazones son partidos
por rencores, desgarros de dolor.
El amor es necesario, ¡por supuesto!
acompaña el devenir de nuestras vidas,
unas veces va dejándonos heridas
y otras hay que cual vino se va presto.
Hoy señalé tu espalda con mi dedo
pintando un lujurioso garabato,
revoltosa mi mano en arrebato
tu epidermis hirió en rubor y miedo.
Cuando muera, que sepan que he vivido
de mi playa mirando al ancho mar.
Sólo hay tres que mi amor han compartido,
que a mi alma y corazón han abducido,
que me han osado amar.
Campos amados de la tierra mía,
anudados os llevo a mi garganta,
sembrados surcos de melancolía,
teta sois que a mi espíritu amamanta.
Donde quiera que voy conmigo vais
¡oh, espigas que al páramo acrisanta!
Quisiera ser el sueño que te emboba,
cubriendo con un manto tu inocencia,
obviado a los ladrones tu conciencia
pues barren el candor con una escoba.
Con sus pétalos, su olor,
una flor,
esa cosa tan sencilla
que hizo dios ¡qué maravilla!
¡qué matices de color!
que al amor le deslumbra y aun más brilla.
Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
pues que ambos disfrutamos el mismo desvarío
aunque los dos pensemos de forma diferente
y las aguas transiten por diferente río.
Morir y renacer el mismo día
cual suave susurrar de una plegaria,
pasar de la tristeza a la alegría,
de escena que es festiva a funeraria.
Imagínate, dulce, amada mía,
que un día me encaramo a tu jardín,
la flor que duerme, al verme, hace un mohín,
y empapo de placer y de alegría.
Mi madre, la que un día me pariera,
mi madre más que madre era una santa,
la veo y se hace un nudo en mi garganta,
pues siempre yo la tuve prisionera.
La rosa que he cortado no es una rosa mía
pues ella no me mira que mira hacia otro lado,
mil plantones me ha dado, que de eso presumía,
más hoy yo con disimulo un beso la he robado.