TRES SONETILLOS DE LA VIDA (Mi poema)
Federico Barreto (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Mi minuto de gloria

¿Qué es la vida? una milonga,
o aún peor , una castaña,
una treta, una patraña,
mas, si es castaña, es pilonga.

Si tela, tela es de araña,
ponga dios como se ponga,
si una morcilla es mondonga,
peliaguda, una cucaña.

Otros dicen que una noria,
una tómbola en la feria,
o un lapsus en la memoria.

Hay quien opina es escoria
lo opuesto a una cosa seria,
mi minuto aquí es de gloria.

La vida del aprendiz de poeta

Hoy al lance me someto
con placer, pues más sencillo
ha de ser si es sonetillo
que si hacer fuera un soneto.

Y aunque nunca de listillo
yo presumo, tomo el reto
y en la lid me comprometo
a escribir ya el estribillo.

Tomo aire, fumo un pitillo,
que aunque sea algo cateto
sé muy bien dónde me meto.

Limpiabotas, saco el brillo
a los versos con esmero,
cual lo hiciera un buen torero.

¿Qué es la vida?

¿Alguien sabe qué es la vida,
si es disfrutar o penar,
si ésta debe de acabar
sangrando por una herida?

Yo que nunca di que hablar
pues no fui bala perdida,
cerca ya de la partida,
hoy me quiero sincerar

Pues la muerte es como el mar,
siempre vuelve hacia la orilla,
la vuelta yo he de esperar.

Mas prefiero no mojar
que al estar hecho de arcilla
me puedo desintegrar.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Federico Barreto

“MADRE MÍA”

Madre. Mi amor, tu carta he recibido
y he llorado sobre ella tanto, tanto
que sus renglones han desaparecido
bajo las turbias gotas de mi llanto.

Hijo – me dices con ferviente anhelo
en esos signos que mi pecho adora.
¡Dios te bendiga desde el alto cielo
como yo te bendigo en cada aurora!

Hijo, se bueno y como bueno honrado;
no te arrastres jamás por la escoria
y cuando bajes al sepulcro helado
Dios como premio te dará la Gloria.

Se paladín de toda causa buena.
Coloca la razón sobre el deseo.
Y cada vez que ruedes en la arena,
alzate con más fuerzas, como Anteo.

No envidies con rencor lo que te admira,
porque la envidia ruin, tenlo presente,
es una gloria para el que la inspira
y es un infierno para el que la siente.

Si odias, depón tu encono envenenado.
Si amas, mantén tu amor hacia la muerte.
Y ya seas feliz o desgraciado
aprende a conformarte con tu suerte.

Ama a la patria con amor profundo,
Amala con inmensa idolatría.
¡Más que a mí misma! ¡Más que a todo el mundo!
¡Mira que es madre tuya y madre mía!

Respeta todos mis consejos,
si buscas paz, si quieres tener calma.
Y hoy que me tienes de tu vista lejos,
no me olvides jamás hijo del alma.

Esto me dices en tu carta bella
y yo te juro, madre bendecida,
que las lecciones que me das en ella
serán desde hoy la norma de mi vida.

ANTES QUE TÚ

Sonríes al pasar, con ironía,
Porque me juzgas un rival vencido…
¡Imbécil! La mujer que has elegido,
antes que fuera tuya ha sido mía.

En sus labios de rosa bebí un día,
la esencia del licor apetecido.
Y tú, ¿de qué te ríes? ¿Qué has bebido?
¡Las sobras de la copa de ambrosía!

EL NIDO VACÍO

En un tiempo mejor, aquí vivía
el ángel tutelar de mis amores.
A la oración, en estos corredores,
ella, mis versos, repetir solía.

Este era su jardín. Aquí venía,
al despuntar el alba, a coger flores.
¡Bajo este limonero, hoy sin verdores,
nos despedimos para siempre, un día!

Han pasado los años. A su huerto,
ya nadie viene al despuntar la aurora…
¡Desde que ella se fue quedó desierto!;

Un cementerio es su jardín ahora,
y aquí, en las sombras, cuando el día ha muerto,
el alma mía por su ausencia llora…

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Es invierno, y una noche negra, fría y tempestuosa.
En la lúgubre capilla de un asilo monacal,
yace el cuerpo inanimado de una joven religiosa
que, agobiada por la pena se murió como una rosa
arrancada de su tallo por el fiero vendaval.

Blanco traje que realza su magnífica belleza,
simboliza su inocencia, su bondad y su candor;
rosas blancas en capullo le circundaban la cabeza,
y parece aquella virgen que murióse de tristeza,
una novia desmayada en su tálamo de amor…

El silencio que allí reina es tan sólo interrumpido
por el viento que sacude las vidrieras al pasar,
por el viento, y otras veces por el tétrico graznido
de los búhos que allí moran, que han formado allí su nido
y que atisban lo que pasa, por las grietas de un altar.

Cuatro cirios iluminan con fulgores inseguros
el cadáver de aquel ángel de belleza y de virtud,
y las sombras que proyectan esos cirios en los muros
van y vienen en silencio por los ámbitos obscuros
como un coro de fantasmas circundando el ataúd.

Mil rumores misteriosos, mil incógnitos sonidos,
llegan vagos y confusos a la casa del Señor…
Es un lúgubre concierto de sollozos y gemidos,
de susurros y plegarias…de mil ecos doloridos
que acongojan y estremecen, que dan pena y dan horror…

Dan las doce lentamente sobre el viejo campanario,
Y al vibrar en la capilla la hora tétrica y fatal,
sale un monje de albo traje por la puerta del sagrario,
atraviesa a pasos lentos el recinto solitario
y se postra de rodillas ante el lecho funeral.

Se diría que le agobia todo un mundo de tristeza,
que le mata el desconsuelo, que se muere de aflicción…
¿Por qué crispa sus dos manos?…¿Por qué inclina la cabeza?…
¿por qué tiembla? ¿por qué gime? ¿por qué llora? ¿por qué reza?…
¡Hay misterios que estremecen hasta el fondo el corazón!…

De repente se alza el monje del helado y duro suelo,
a la muerta se aproxima y la llama a media voz:
y al ver que ella sigue muda, sigue fría como el hielo,
la acaricia con ternura, la mirada eleva al cielo
y murmura entre los dientes: ¡Que injusto eres, Santo Dios!

Luego clava sus pupilas en la pálida doncella,
la contempla largo tiempo con recóndita piedad
y cogiendo entre sus manos una mano de las de ella,
la aproxima hasta sus labios, con un ósculo la sella,
y habla y gime y llora a gritos como un niño en la orfandad.

‘¡Dora, clama, Dora mía!’ Te estoy viendo muda y yerta,
y no creo que la muerte haya osado herirte a ti…
¡Muerta tú…! ¿Será posible? ¡No, mil veces…! No estás muerta.
Duermes…Sueñas…Estás viva…¡Por piedad, mi amor, despierta.
No te mueras…No me dejes…¡Vive, y vive para mí!

‘Yo era huérfano, yo estaba triste y solo en este suelo:
más Dios quiso que te hallara y no tuve penas ya.
¿Lo oyes Dora? ¡Dios lo quiso! Piedad tuvo de mi duelo
y para ángel de mi guarda te envió un día desde el cielo,
tú no puedes, pues, morirte…¡Dios no quita lo que da!

‘Así, envuelta en blancos tules, coronada así de flores
te ofrecí llevarte al templo y jurarte esclavitud…
¡Sueño efímero! Tus padres, por matar nuestros amores,
te encerraron en este antro de recónditos dolores,
y hoy que vengo aquí a buscarte, te hallo aquí en un ataúd.

¡Pobre novia de mis sueños! ¡Pobre tórtola sin nido!
¡Virgen mártir que viviste con el alma rota en dos!
¿Por qué callas si te llamo?¿Por qué no oyes mi gemido?
¿Te cansaste de esperarme y a los cielos has partido?
¡Vuelve, vuelve…te lo ruego…yo te quiero más que Dios!’

Calla el monje, más de pronto, como un loco que se excita,
coge en brazos a aquel ángel que en la vida tanto amó,
y besándole en la boca: ‘Vuelve en ti, por Dios, le grita,
toma mi alma en este beso. ¡Resucita! ¡Resucita!
Toma mi alma, toma mi alma…¿Vive tú aunque muera yo!’

Un prodigio se ve entonces: ella agita sus despojos
como herida de repente por el dardo del dolor:
en sus pálidas mejillas aparecen tintes rojos:
quiere hablar; mueve los labios; ya despierta; abre los ojos;
todo alienta… hasta la muerte…a los besos del amor…!

Un aurora clara y bella a la noche ha sucedido:
en el templo que el sol baña y comienza a iluminar,
yace el monje de albo traje, junto al féretro tendido,
y los búhos que allí moran, que han formada allí su nido,
le contemplan con asombro por las grietas del un altar.

Está muerto y se diría que perdura su hondo duelo,
que repite entre los dientes: ‘¡Qué injusto eres Santo Dios!’
Está muerto. Le mataron el dolor y el desconsuelo.
No halló aquí a su prometida y a buscarla se fue al cielo.
¡Ya están juntos! Una tumba es la tumba de los dos.

UN ÚLTIMO RUEGO

Ódiame por piedad, yo te lo pido…
¡Ódiame sin medida ni clemencia!
Más vale el odio que la indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.

Yo quedaré, si me odias, convencido,
de que otra vez fue mía tu existencia.
Más vale el odio a la indiferencia.
¡Nadie aborrece sin haber querido!

ODA CÍVICA A FEDERICO BARRETO

Vuelves hoy fragante a cívicas lejanas latitudes
vástago nuestro perdido allá entre azules comarcas
y el mar hondo y general
vuelves con la sangre blanca
quemada entre las cenizas de tu cándido esternón
vuelves cimero a blandir la culta espada de tus letras
ángel entre los cívicos ángeles nuestros
vuelves cincelando a porfía
uno a uno tus prolijos mondados huesos
vuelves alzando los pendones libres de tu pueblo
como alza su voz medular el viento
vuelves hijo nuestro al regazo con tu gloria
a dárnosla hoy
inmaculado sea tu reposo germinal
bajo la luz
y el aroma de las vilcas
tutelares
vuelves como la vertiente mítica de un joven amuleto
vuelves Federico hermano
a recorrer las viejas calles
bajo el antiguo jacarandá azul
y los viñedos maduros
Barreto nuestro y sólo nuestro
como es nuestra la heredad o el árbol
o la piedra cenital de la estirpe
pende tú sobre nos
como una centellante espada al pie del mar
estrella vigilante tú
el austro detenido
añejo hermano de mi fibra y de mi canto
tambor tu cuerpo de estaño vibrador
lirio tu garganta
antorcha tú y roca y limo
fundamento y esencia y vuelo
plasma ahora en tu cuello cantor y sencillo
y en el alma bohemia de tu pueblo
la clarinada prometida
y alza tu alfabeto nuevo que aquí fundaste
sobre el pardo roquerío del ande que ostenta el fondo
y el pañuelo del mar que baña el arenal desierto
alza en fin de Federico en Federico tu voz tacneña
instaura tu sangre Federico y edifica tu linfa
fontana arriba por el cardumen paralelo de las banderas
viejo fuego tutelar de médula en médula trasmitido
vuelo enérgico entre los vuelos y la paz
descansa ahora en tanto Federico hermano
descansa en paz
bajo la arcilla y el ocre de la tierra
junto al tegumento de la vieja cantera
y el zumo azucarado
del blanco jazmín de primavera
descansa ahora Federico hermano
descansa bajo la tibia cordillera de cobre
en el valle poblado de áureas vilcas
que otros vendrán con mástiles y penachos
a quemar las manos ortodoxas del agua
y a gritar al cielo
descansa ahora Federico hermano
descansa en paz
bajo el surco diario del pequeño maíz
y a la vera del Caplina
que tu frente baña
descansa en paz Federico hermano.
(Guido Fernández de Córdova)

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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