Ventana huérfana con cabellos habituales, Gritos del viento, Atroz paisaje entre cristal de roca, Prostituyendo los espejos vivos, Flores clamando a gritos Su inocencia anterior a obesidades.
Ayer yo me enteré que había muerto y ya me han enterrado, me toco y no me doy por enterado, posible me ha mirado a mi algún tuerto que andaba algo sonado.
Que el alma no se rinde, se resiste, haciéndose preguntas pasa el tiempo, intenta adivinar por qué viniste y nunca comprendió por qué te fuiste, ¡maldito contratiempo!
La vida es una estafa. Es evidente. Que aquí no pintas nada. Pues naces sin saberlo, de repente. Sin nadie preguntar ni ser consciente ya estás en la manada.
Te incrustaron rencor desde pequeño, tanto odio te inculcaron en tus venas que hoy te impiden soltar ya esas cadenas truncada por el tiempo en un mal sueño.
Porque tiene en los ojos dos goteras que desprenden sus llantos y lamentos, porque sabe contarte algunos cuentos para al fin ya salir por peteneras de tantos esperpentos.
Escucho con frecuencia que ha muerto fulanito, y espero si apostillan a ver qué edad tenía, después se me aparece la pena o la alegría según, como y el cuando del cielo el requisito a mi me tocaría.
Caía la nieve, lenta, suavemente, encima el tejado, sobre las iglesias, los huertos humildes y los cementerios, caía sin ruido, volando indolente, cual ser que es cautivo de sus anestesias...
Comprendo, yo no sé, nunca he sabido, debajo la ciudad si hay muchas ratas, entiendo, si es así, que andan a gatas y salen siempre en medio de un descuido sobre sus cuatro patas.
Suponga que es usted un tarambana, sin fuerza voluntad, por consiguiente, un tipo al que le puede la galbana, despierta, va y se asoma a la ventana y ve que está nublado y se resiente.
He soñado. Mas dudo si he soñado. Y ¡qué importa saber si ha sido un sueño! Que empezamos la casa en el tejado, y hoy la misma ya se ha desmoronado y hemos muerto los dos en el empeño.
¿Qué veis? pues no soy yo, todo es postizo, las gafas, el bigote y un sombrero, que el pelo no se vé pues lo prefiero, confieso que no tengo el de un erizo mas no me desespero.
Un pájaro he plantado en mi escritorio no sabe ni cantar, decir ni pío, posible es que el terreno esté baldío, se encuentre aun sin preñar en paritorio o acaso tenga frío.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.