Hoy recibí una carta con tus besos, los pude percibir sin que la abriera, aquellos que te diera en primavera ingenuos, espontáneos, de embelesos, y guardo en mi nevera.
Hoy necesito hablar, nadie me escucha, quisiera desnudarte mis palabras, mostrarlas como son, bajo la ducha, saliendo a debatir y en esa lucha tú tiras y si puedes me escalabras.
Yo vengo de otros tiempos donde al niño los padres le enseñaban el respeto, a todos dando muestras de cariño que incluso era mal visto hacer un guiño y luego el esconderse tras de un seto.
No me importa que pises mi retrato ¡allá tú y tu problema de conciencia! jamás has de lograr pase un mal rato, por mucho que lo insista, tu alegato no acabará colmando mi paciencia.
Donde quiera que estés yo aquí te reto, de nada sirve ocultes o te escondas, que labres entre nos un parapeto, me ignores o me faltes al respeto ni intentes a mi hacerme trapisondas.
No sé si lo soñé. Era invierno. Aquella tarde los medios de comunicación anunciaban una catástrofe. Todos, las radios y televisiones, hablaban del hecho como si de las cien mil plagas de Egipto se tratara....
Hablemos con franqueza. Medias tintas solo para el amor son sucedáneos, se suben a la chepa en los amaños y engañan a los ojos con sus fintas huyendo la pasión por sucios caños.
El hecho de tenerle simpatía es algo natural, que no es invento, mas puede que esa historia sea un cuento que un día te contó la tiá María y no tenga sentido ni argumento.
A veces me pregunto si estoy loco, a veces no sé bien si estoy aquí, si existen las estrellas con que arropo, pudriendo si se van poquito a poco sufriendo y apiadándose de mí.
He salido a la calle, sigue viva, todo allí sigue igual, la misma gente, el mismo caminar, la misma fuente y el agua resbalando siempre activa. siguiendo la corriente.
No hay nadie que conozca que reparta
su estatus, su dinero y su fortuna
incluso el que heredó desde la cuna
y diga de ser rico ya se harta.
Lo sé sin duda alguna.
¿Por qué no imaginar?. Yo si imagino que un día ha de llegar después cien años ¡qué digo cien! perdón si desatino, que aunque parezca exceso estoy de vino no pretendo embaucarles con engaños.
¡Oh, muchacha apenada que en la arena, -el lugar donde el mar peina las olas-, vas soltando la broza de tu pena para así liberar de su condena sentándote a sufrir con ella a sólas!
Yo he venido del sol en una tierra donde clava su espada en el verano. Y el gaznate alimenta del paisano con el vino y la mies que en campo encierra su vientre soberano.