EL JEFE, EL QUE MANDA [Mi poema] Vicente Gil [Mi poeta sugerido]
¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda!
MI POEMA… de medio pelo |
El Jefe manda aquí. Nadie discute. No debe compartir con otros parias. Que él es el capitán con mando en plaza, El Jefe siempre ordena, es el que manda |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Vicente Gil
CANTIGAS
1
Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.
Mas quiero vivir segura
nesta sierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casaré bien o no.
Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.
Madre, no seré casada
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dio.
Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.
No será ni es nacido
tal para ser mi marido;
y pues que tengo sabido
que la flor yo me la só.
Dicen que me case yo:
no quiero marido, no.
2
¿Cuál es la niña
que coge las flores
si no tiene amores?
Cogía la niña
la rosa florida.
El hortelanico
prendas le pedía,
si no tiene amores.
3
¡Sañosa está la niña!
¡Ay Dios! ¿quién le hablaría?
En la sierra anda la niña
su ganado a repastar,
hermosa como las flores,
sañosa como la mar.
Sañosa como la mar
está la niña.
¡Ay Dios! ¿quién le hablaría?
4
Halcón que se atreve
con garza guerrera,
peligros espera.
Halcón que se vuela
con garza a porfía
cazarla quería
y no la recela.
Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.
La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.
5
Consuelo, vete con Dios.
Pues ves la vida que sigo,
¡no pierdas tiempo comigo!
Consuelo mal empleado,
no consueles mi tristura:
¡vete a quien tiene ventura,
y deja el desventurado!
No quiero ser consolado,
antes me pesa contigo,
¡no pierdas tiempo comigo!
Bien quiere el viejo,
ay madre mía,
bien quiere el viejo
a la niña.
6
Mal ferida iva la garça
enamorada;
sola va y gritos daba.
A las orillas de un río
la garça tenía el nido,
ballestero la ha herido
en el alma;
sola va y gritos daba.
7
El que quisiere apurarse,
véngase muy sin temor
a la fragua del Amor.
Todo oro que se afina
es de más fina valía,
porque tiene mejoría
de cuando estaba en la mina.
Ansí se apura y refina
el hombre y cobra valor
en la fragua del Amor.
El fuego vivo y ardiente
mejor apura el metal,
y cuanto más, mejor sal,
más claro y más excelente.
Ansí el vivir presente
se para mucho mejor
en la fragua del Amor.
Cuanto persona más alta
se debe querer más fina,
porque es de más fina mina
donde no se espera falta.
Mas tal oro no se esmalta
ni cobra rica color
sin la fragua del Amor.
8
Águila que dio tal vuelo,
también volará al cielo.
Águila del bel volar
voló la tierra y la mar;
pues tan alto fue a posar
de un vuelo,
también volará al cielo.
Águila una, señora,
muy graciosa, voladera,
si más alto bien hobiera
en el suelo,
todo llevara de vuelo.
Voló el águila real
al trono imperial,
porque le era natural
sólo de un vuelo
sobirse al más alto cielo.
9
Del rosal vengo, mi madre,
vengo del rosale.
A riberas daquel vado
viera estar rosal granado.
Vengo del rosale.
A riberas daquel río
viera estar rosal florido,
vengo del rosale.
Viera estar rosal florido,
cogí rosas con sospiro:
vengo del rosale.
¡Del rosal vengo, mi madre,
vengo del rosale!
10
Por Mayo era, por Mayo,
ocho días por andar,
el Ifante don Felipe
nació en Évora ciudad.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las aguas del mar!
El Ifante don Felipe
nació en Évora ciudad;
no nació en noche escura
ni tampoco por lunar.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las ondas del Mar!
No nació en noche escura
ni tampoco per lunar,
nació cuando el sol decrina
sus rayos sobre la mar.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las aguas del mar!
Nació cuando el sol decrina
sus rayos sobre la mar,
en un día de domingo,
domingo pera notar.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las ondas del mar!
En un día de domingo,
domingo pera notar,
cuando las aves cantaban
cada una su cantar.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como la tierra y la mar!
Cuando las aves cantaban
cada una su cantar,
cuando los árboles verdes
sus frutos quieren pintar.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las aguas del mar!
Cuando los árboles verdes
sus frutos quieren pintar,
alumbró Dios a la Reina
con su fruto natural.
¡Huhá!, ¡huhá!
¡Viva el Ifante, el Rey y la Reina,
como las aguas del mar!
11
Allevánteste, panadera,
si te has de llevantar,
que un frayle dexo muerto,
no traygo vino ni pan.
Apiahá, apiahá, apiahá.
12
¡Mal aya quien los embuelve,
los mis amores!,
¡mal aya quien los embuelve!
Los mis amores primeros
en Sevilla quedan presos.
Los mis amores,
¡mal aya quien los embuelve!
En Sevilla quedan presos
por cordón de mis cabellos.
Los mis amores,
¡mal aya quien los embuelve!
Los mis amores tempranos
en Sevilla quedan ambos.
Los mis amores,
¡mal aya quien los embuelve!
En Sevilla quedan ambos,
sobre ellos armavan bandos.
Los mis amores,
¡mal aya quien los embuelve!
13
En la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá
por mirar al ruiseñor cómo cantavá.
Por las riberas del río
limones coge la virgo.
Quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantavá.
Limones cogía la virgo
para dar al su amigo.
Quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantavá.
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo.
Quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantavá.
14
En la cozina estava el aznu
baylando,
y dixéronme, don azno,
que voz traen cazamiento
y oz davan en axuar
una manta y un paramiento
hilando.
ROMANCES
1
Niña era la Ifanta,
doña Beatriz se decía,
nieta del buen rey Hernando,
el mejor rey de Castilla,
hija del rey don Manuel
y reina doña María,
reyes de tanta bondad
que tales dos no había.
Niña la casó su padre,
muy hermosa a maravilla,
con el duque de Saboya
que bien le pertenecía,
señor de muchos señores,
más que rey es su valía.
Ya se parte la Ifanta,
la Ifanta se partía
de la muy leal ciudad
que Lixbona se decía;
la riqueza que llevaba
vale toda Alejandría,
sus naves muy alterosas,
sin cuento la artellaría.
Va por el mar de Levante
tal que temblaba Turquía.
Con ella va el Arzobispo,
señor de la cleresía,
van condes y caballeros
de muy notable osadía,
lleva damas muy hermosas
hijasdalgo y de valía.
¡Dios los lleve a salvamiento
como su madre querría!
2
En el mes era de Abril,
de Mayo antes un día,
cuando lirios y rosas
muestran más su alegría,
en la noche más serena
que el cielo hacer podía,
cuando la hermosa infanta
Flérida ya se partía,
en la huerta de su padre
a los árboles decía:
Quedaos adiós, mis flores,
mi gloria que ser solía,
voyme a tierras estranjeras,
pues ventura allá me guía.
Si mi padre me buscare,
que grande bien me quería,
digan que amor me lleva,
que no fue la culpa mía;
tal tema tomó comigo
que me venció su profía.
¡Triste, no sé a dó vo,
ni nadie me lo decía!
Allí habla don Duardos:
No lloréis, mi alegría,
que en los reinos de Inglaterra
más claras agoas había
y más hermosos jardines,
y vuesos, señora mía.
Ternéis trecientas doncellas
de alta genelosía,
de plata son los palacios
para vuesa señoría,
de esmeraldas y jacintos,
de oro fino de Turquía,
con letreros esmaltados
que cuentan la vida mía;
cuentan los vivos dolores
que me distes aquel día
cuando con Primaleón
fuertemente combatía:
señora, vos me matastes,
que yo a él no lo temía.
Sus lágrimas consolaba
Flérida que esto oía.
Fuéronse a las galeras
que don Duardos tenía;
cincoenta eran por cuenta,
todas van en compañía.
Al son de sus dulces remos
la princesa se adormía
en brazos de don Duardos,
que bien le pertenecía.
Sepan cuantos son nacidos
aquesta sentencia mía:
que contra la muerte y amor
nadie no tiene valía.
3
Voces daban prisioneros,
luengo tiempo están llorando,
en triste cárcel escuro
padeciendo y sospirando,
con palabras dolorosas
sus prisiones quebrantando:
¿Qué es de ti, Virgen y Madre,
que a ti estamos esperando?
Despierta el Señor del mundo,
no estemos más penando.
Oyendo sus voces tristes,
la Virgen estaba orando
cuando vino la embajada
por el Ángel saludando,
Ave, rosa, gratia plena,
su preñez le anunciando.
Suelta los encarcelados,
que por ti están sospirando;
por la muerte de tu Hijo
a su Padre están rogando.
Creza el Niño glorioso,
que la Cruz está esperando.
Su muerte será cuchillo,
tu ánima traspasando.
Sufre su muerte, Señora,
nuestra vida deseando.
4
Dios del cielo, rey del mundo,
por siempre seas loado,
que mostraste tus grandezas
en todo cuanto has criado.
Heciste reinos distintos,
cada uno en su grado;
dísteles muy justos reyes,
cada rey en su reinado,
también diste a Portugal,
de moros siendo ocupado,
el rey don Alonso Enríquez,
que se le hubo ganado.
Este sancto caballero,
del tu poder ayudado,
venció cinco reyes moros
juntos en campo aplazado;
tus cinco llagas le diste
en pago de su cuidado,
que las dejase por armas
a su reino señalado.
¡Recuérdate, Portugal,
cuánto Dios te tiene honrado!;
diote las tierras del Sol
por comercio a tu mandado;
los jardines de la tierra
tienes bien señoreado;
los pumares de oriente
te dan su fructu preciado;
sus paraísos terrenales
cerraste con tu candado.
¡Loa al que te dio la llave
de lo mejor que ha criado!
Todas las islas innotas
a ti solo ha revelado.
De quince reyes que has tenido
ninguno te ha desmedrado,
mas de mejor en mejor
te tienen acrecentado;
todas tus reinas pasadas
sanctamente han acabado.
Si a Dios diste loores
por cuantos bienes te ha dado,
dale gracias nuevamente,
pues de nuevo te ha mirado.
Diote el rey don Juan
tercero deste ditado,
y de su reina preciosa,
porque seas más liado,
dos hijas primeramente,
todo por Dios ordenado;
como quien sabe lo bueno,
ansí te lo ha guisado.
Bien sabes, reino dichoso,
las infantas que te ha dado,
unas para emperatrices,
otras reinas que has criado,
los más reyes de la cristiandad
de su progenie han manado,
y otrosí emperadores
procede de su costado.
Tú príncipe natural
Dios te le tiene guardado,
y nacerá en tus manos
a su tiempo limitado.
¡Cantad esto, mis serenas,
y sea muy bien cantado!
VILLANCICOS
1
Cuando la Virgen bendita
lo parió,
todo mundo lo sintió.
Los coros angelicales
todos cantan nueva gloria;
los tres reyes, la vitoria
de las almas humanales.
En las tierras principales
se sonó
cuando nuestro Dios nasció.
2
Por más que la vida pene,
no se pierda el esperanza,
porque la desconfianza
sola la muerte la tiene.
Si fortuna dolorida
tuviera quien bien la sienta,
sentirá que toda afrenta
se remedia con la vida.
Y pues doble gloria tiene
después del mal la bonanza,
no se pierda el esperanza
en quanto muerte no viene.
3
A ti, dino de adorar,
a ti, nuestro Dios loamos,
a ti, Señor, confesamos
Sanctus, Sanctus, sin cesar.
Inmenso Padre eternal,
omnis terra honra a ti,
tibi omnes angeli,
y el choro celestial,
pues qu’es dino de adorar,
cherubines te cantamos,
archángeles te bradamos
Sanctus, Sanctus, sin cesar.
SERMÓN
Antes d’aqueste muy breve sermón,
placiendo a la sacra ciencia divina,
muy receloso de gente malina,
a mis detratores demando perdón.
Los cuales dirán con justa razón:
«Púsose el perro en bragas d’acero.»
Darán mil razones, diciendo que es erro
pasar los lemites de mi jurdición.
A éstos respondo, que me den licencia
aquesta vez sola ser loco por hoy,
y toda su vida licencia les doy
que puedan ser necios con reverencia.
Y más le soplico hayan paciencia,
que esta locura no pasa de aquí;
y yo ge la doy que aquí y allí
lo sean por siempre, que es más preminencia.
Yo que lo sea esta noche y no más,
y quiero que ellos las noches y días.
Escuchad, señores, las palabras mías
se este partido está en compás.
Per signum crucis, ¡oh, calla, no más!
Per signum crucis, ¡oh, callad por Dios!
De inimicis nostris libera nos,
Deus noster, ¡Retro Satanás!
Tema: Non volo, volo et deficior.
¡Habentur verba ista originaliter in pariete istius
aulae, quae scripsit aliquis stultus.¿
Como aquel triste que va caminando
con grave congoja, hambriento, cansado,
per estéril tierra y gran despoblado,
los cortos atajos siempre anda buscando,
ansí yo indino, que voy predicando
per este desierto de mi pensamiento,
estéril de ciencia, de gracia hambriento,
no cumple ni quiero andar rodeando.
Pediendo la gracia per comparaciones
a aquella preciosa ab eterno criada,
sobida en el cielo por nuestra abogada,
y procuradora de nuestros perdones;
a aquella Señora que alcanza los dones
y gracias que habemos de Spírito Santo,
nos encomendemos cantando aquel canto
que os encomiendan en otros sermones.
Ave Maria, ab initio creata,
gratia plena concepta y nacida,
Dominus tecum, por Él escogida,
benedicta tu, rosa preservata
in mulieribus omnium beata,
benedictus fructus del verbo divino
ventris tui, Domina, de tanto bien dino,
Jesús, María, y sé tú nostra avocata.
Muy serenísima reina y señora,
devoto auditorio, hermanos en Cristo;
aquestas palabras, si bien habéis visto,
de mi fundamento que oístes ahora,
hallaréis escritas de carbón ahí fuera.
Escribiólas loco sin le faltar nada,
según que dicen, que pared cayada
papel de locos, oiréis cada hora.
Non volo, volo, et deficior
En nuestro común hablar per compás,
sin nadia quitar ni más añadir,
quieren aquestas palabras decir:
«no quiero, quiero, es por demás».
Mediante la gracia del Spirito Santo,
tres partecicas haré del sermón,
y todas tres partes en declaración
d’aqueste mi tema, del todo y del canto.
La primera parte será declarar
este «no quiero», qué es lo que no quiero;
y en la segunda, qué es lo que quiero,
y muy brevecico, por no os enojar.
En la tercera habéis de notar
cuáles son cosas que son por demás,
autorizadas per Santo Tomás;
y esto acabado, iréis reposar.
Cuanto a la parte que dije primera,
que dice non volo, scilicet «no quiero»,
aqueste «no quiero» declaro primero,
ansí procediendo d’aquesta manera.
No quiero deciros, ni nadia lo quiera,
cómo Dios es ansí uno y trino;
no quiero deciros su poder divino,
qué obra en sí y qué obra fuera.
No quiero argüir qué es lo que hacía
antes que el cielo y la tierra criase,
o por qué no hizo tal que no pecase
aquella primera celeste hierarquía.
No quiero dar cuenta adónde tenía
Dios este mundo antes de criado,
ni daros razón cómo es engendrado
el Hijo del Padre, per ninguna vía.
No quiero mover cuestión teologal,
si otro respecto, salvo encarnar,
le hizo la humana natura tomar,
o por qué no tomó natura angelical;
ni tomar cuenta al Verbo eternal,
si cuando encarnó se apartó del Padre,
o si d’ab initio perservó su madre,
ni quiero hablaros neste original.
No quiero deciros especulaciones
de Santo Agostín, De civitate, et cetra;
no quiero de Scoto alegar ni letra,
ni quiero desputas en predicaciones.
No quiero deciros las openiones
de los que hacían el mundo ab eterno;
ni alegar texto antigo ni moderno,
si el papa si puede dar tantos perdones.
Ni el precipto que está condenado,
nel saber divino se tiene albedrío,
y su albedrío si tiene poderío
para mudarse lo determinado.
No quiero estas dudas, porque es escusado
sobillas ninguno al predicatorio;
ni disputar si el romano papado
tiene poderío en el purgatorio.
No quiero argüir escusada cuestión,
si fue el infierno antes del pecado;
no quiero argüir si el fruto vedado
si era manzana, o pera, o melón.
No quiero deciros naqueste sermón
si fue el diluvio curso natural,
según los de Grecia; si fue divinal,
ira sañosa con causa y razón.
No quiero tocar secretos guardados,
no quiero meterme en divinas honduras;
ni quiero volar naquellas alturas
do queman las alas los desasesados.
No quiero ser uno de algunos letrados,
que, por demostrarse profundos varones,
desputan consigo en las predicaciones
y en las escuelas estánse callados.
No quiero argüir en placer ni pena,
los años de Arquiles, Patróculo et cetra,
ni descudriñar allende de la letra,
si era más luenga Hécuba o Helena.
¿Qué hace a la historia ser mala o buena
saber dónde Ulises erró el camino?
Ni quiero ser cierto ni ser adevino,
quién fue el primer juez en Baena.
Ansí que concluyo el «no quiero», que es
mi voluntad naqueste sermón
dejar los secretos de especulación,
y decir las cosas que tienen más pies.
Y porque, señores, no os enhadéis,
esto es cuanto a la parte primera.
La otra segunda es d’otra manera,
que dice «quiero». Veamos lo que es.
Quiero deciros con grande querella,
quiero deciros, de parte de Dios
y de Santa María, que anda con vos,
y comigo el diablo a la zacapella,
quiero deciros que moza y vieja,
y viejo y mozo, monja y fraile,
todos andamos al son de su baile,
vos y yo, y aquél y aquélla.
Juro a las órdenes que recebí,
y al sacramiento que hoy celebré,
que nunca en el mundo hubo tanta fe
con el infierno como hoy ha hí.
Sedme testigos que os lo digo ansí,
que ya este mundo no puede turar;
no puede turar, quiérese finar,
según las señales en él conocí.
Nueve señales habéis de saber
que tiene el enfermo que se quiere finar:
lo primero es que pierde el gustar,
y lo segundo, el desconocer.
Lo tercero es que se pierde el ver;
el cuarto, apaña la roca sin tiento,
el quinto, tiene un desasosegamiento
que no se contenta de estar ni jacer.
Lo sexto, no hace cura operación;
seteno, que tiene los cabos muy fríos;
engruesa la lengua, dice desvaríos,
que es el octavo señal con razón.
El nono y último, con fuerza y pasión
aprieta los dientes con ansias mortales.
Quiero deciros que a aquestas señales
veo que el mundo está en conclusión.
SEÑALES DEL FIN DEL MUNDO
Primera señal: pierde el gusto.
En cuanto manjares de grande sabor
se mantiene el mundo de necesidad;
el uno es justicia, el otro verdad,
el otro es la fe, el otro el temor.
Y pues perdió el gusto de este su dulzor,
y a tales manjares cobró tal fastío,
ya os juro, señores, neste hábito mío,
que nunca jamás sane su dolor.
¡Oh mundo, señal es de tu perdimiento
perdieres el gusto de tantas dulzuras!
¡Oh evangelios, santas scrituras,
cómo os hacen molinos de viento!
Acudí al mundo, que está en pasamiento,
no puede vivir, ya no gusta nada.
Segunda señal: pierde el conocer
Otra señal, muy más apertada,
que ya no conoce; que es más perdimiento.
Ya no conoce a su criador,
Ya no conoce para qué es criado,
Ya no conoce qué cosa es pecado,
Ya no conoce se tiene señor;
Ya no conoce a su Redemptor,
Ya no conoce sus santos consejos,
Ya no conoce ni mozos ni viejos,
Ya no conoce cuál cosa es mejor.
Tercera señal: pierde la vista
Otra señal tercera le siento,
que pierde la vista, los ojos quebrados.
No ve el peligro de tantos pecados,
ni ve el camino de tanto tormiento;
no ve la ceguera de su pensamiento,
ni ve los barrancos nesta triste estrada;
no se adó va ni a qué posada,
ni siente lo cierto de su perdimiento.
No ve lo que toma ni lo que le dan;
ni ve lo que deja, ni ve lo que lleva;
ni ve quién lo alumbra, ni ve quién lo ciega;
ni ve lo que pide ni qué le darán;
no ve quién lo llama, ni a qué afán;
no ve lo que topa, ni de qué se guarda;
no ve lo que viene, ni ve lo que tarda;
no ve lo que es piedra, ni ve lo que es pan.
Cuarta señal: apaña la ropa
El cuarto señal, apaña la ropa,
la ropa que halla, ajena a la suya,
la suya y ajena, no pergunta cúya;
cuya señal es su vida poca,
poca firmeza, ceguera muy loca,
loca la vida y loca la muerte,
muerte que apaña en paso tan fuerte,
fuerte señal, que es fuego de estopa.
Apaña ya el mundo a pierna tendida,
apaña ya ciego sin conocimiento,
apaña sin gusto del mantenimiento,
apaña sin gusto, quiere dar la vida,
apaña de prisa, que está de partida;
apaña y no sabe ya lo que se toma.
Apaña la ropa, la casa de Roma,
apaña la manta de cualquier partida.
Quinta señal: estar sin sosiego
El quinto señal ¡Oh, no me duerma alguno!
es que el doliente no está sosegado;
no se contienta de estar bien echado,
ni agradece ya más bien ninguno.
Impaciente y muy importuno?
«No estoy bien aquí, quiérome ir d’aquí.»
¿Adónde, allí? ¡Oh qué señal de paso fortuno!
Poco vivirás, ¡oh triste de ti!
«Quiérome vestir, quiérome llevantar.
¡Oh, llevantadme! Quiero ser conde.
Quiero señoría…» «¿¡Conde!? ¿Y dónde?
¿Adó quieres ir, que no hay lugar?»
«No puedo aquí estar ni asosegar.»
«Cuitado, ¿qué has? Oh, ¿no te contentas?
Naciste desnudo y en cama de riendas,
¿no asosiegas? ?poco has de turar.»
«Estos traveseros, quitaldos allá…
No quiero esta rienta; dadme un obispado…
No estoy contento, no estoy bien echado;
esta cabecera, mudalda acullá.
Bollidme esta cama, que muy dura está.
No puedo aquí estar ni asosegar…
Quiérome ir a Roma, quiero arcebispar,
quiero ser papa…» «¡Oh, el mundo se va!»
Sexta señal: no obra en él meleciña
Ya no le aprovechan las curas divinas
del Hijo de Dios, por él tan sagrado,
y por su salud muerto y crucificado;
y no obran ya en él sus doctrinas.
Ya no le aprovechan, callentes ni frías,
las yerbas y flores de la redención;
ya no le aprovechan, que está en conclusión:
sedme testigo que acaba sus días.
Ya no le aprovechan aguas estiladas
por los ojos claros de la Gloriosa;
ya no le aprovecha la pasión penosa
de mártires y vírgenes por él degolladas.
¡Oh qué señal de presto acabadas
aquestas pisadas del mundo doliente!
Pues de sus males sanar no consiente,
ya está al cabo de sus tres jornadas.
Séptima señal: tiene los cabos fríos.
Frías las manos para dar loores
por males o bienes a Dios su señor;
frías, hieladas en por su amor
dar de lo suyo a pobres pecadores;
frías, muy frías, en pagar sudores
a cuantos cristianos por esclavos tuvo;
frías, sin sangre, en pagar lo que debe
a los cuitados de sus servidores.
Fríos los pies para visitar
los desamparados de los hospitales;
fríos los cabos, son ciertas señales
que el triste del mundo se quiere acabar.
Fríos, hielados para caminar
a ver a su Dios, ni a romerías;
fríos, mortales, que acaba sus días:
el mundo, hermanos, se quiere finar.
Octava señal: turba el habla
Otro señal octavo lo ataja,
que engruesa la lengua, la habla turbada;
engruesa la triste, que está emponzoñada
de falsos testimonios por dame esa paja.
De noche y de día parlar como graja
lisonjas, mentiras de vidas ajenas.
Oh mundo, tú mueres, pues ya que apenas
de las cosas buenas no hablas migaja.
¡Oh qué señal!, pues que ya dispara
con lengua dañosa, la habla turbada.
Novena señal: siente rabia
El nono señal, fin de esta jornada,
aprieta los dientes con rabiosa cara,
medoña, espantable, terrienta, amara,
con tanta soberbia y cada vez más.
¡Oh triste de mundo, poco turarás!
¡Antes no te viera que tal te hallara!
Cerrados los dientes:
¡Oh pesia tal, y Dios es testigo!
¡Oh reñiego de tal, y Dios es presente!
¡Oh, mala señal, cuando el doliente
se muerde las manos lidiando consigo!
No sé que te liga ni sé te digo;
a según las visajes que haces sin tiento,
ya te aparecen en tu finamiento
aquellas visiones de nuestro enemigo.
Tú perdiste el gusto por le complacer,
perdiste la vista por le contemplar,
apañas la ropa para se la dar,
ganaste soberbia por no le perder.
Oh soberbio mundo, flaires, abades,
soberbios beguinos, soberbios ermitaños,
soberbios los meses, soberbios los años,
soberbios palacios, soberbias heredades,
soberbio te finas en cama de engaños.
Y pues las señales de tu acabamiento
ya están al cabo do nenguno apela,
no puede tardar aquella candela
del cielo espantable con ira y tormento.
Será tal la hora de tu pasamiento,
que sólo en vella las gentes se finen.
Dum veneris judicare seculum per ignem:
ésta es la candela de tu finamiento.
Esto abasta, señores, no más
cuanto a la parte segunda presente,
en la cual puede notar quien la siente,
que el triste del mundo va de cara atrás.
Y porque sigamos la regla y compás
de nuestro sermón, según su manera,
síguese ahora la parte tercera
que dice en el tema: «es por demás».
Es por demás la buena semiente ?
sembrada en la tierra estéril y mala;
es por demás vestirse de gala
la vieja arrugada sin muela ni diente;
y por demás es
al galgo ser lindo si no tiene pies;
y es por demás dieta al goloso;
es por demás buen peine al tiñoso,
y todas las cosas que ahora oiréis.
Es por demás pedir al judío
que sea cristiano en su corazón;
es por demás buscar perfección
adonde el amor de Dios está frío.
También está llano
que es por demás al que es mal cristiano
doctrina de Cristo por fuerza ni ruego;
es por demás la candela al ciego,
y consejo al loco y don al villano.
Es por demás predicar verdad,
es por demás clamar por virtud,
es por demás traeros salud,
es por demás reprender maldad,
es por demás, por bien que parezca,
es por demás loar la bondad;
es por demás quebrar la cabeza,
es por demás, que tanto se os da.
Fin
Es por demás, y aquí concluyo,
es por demás aqueste sermón;
empero a Dios demando perdón,
que mando que diga y de miedo rehuyo.
Pliega a la Virgen y al Hijo suyo
que nos dé muerte con nuestra vitoria,
y nos restituya nel cielo ad quam gloria
nos perducat por el poder suyo.