A DESTIEMPO (Mi poema)
Fernando Aramburu (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Te debo de decir aunque no quiera
que el día en que te vi te traicioné,
no sé, no me preguntes por qué fue,
deduje que eras cosa pasajera
lo mismo que el acné.

Comprende que yo entonces no sabía
las dotes que a tu espíritu adornaba,
-tú fuiste otra no más que allí pasaba-
y yo de aventurero en la Gran Vía*,
un ciego que exploraba.

Y hoy pido aquí perdón. Y en mi defensa
si aquel día no vi, por ser tan ciego,
pendiente como estaba en darte el pego.
Ajeno a esa belleza tan intensa
que crece cuando hay riego.

Y es ahora ya al final de mi camino,
que sé, quizás a ti no te interesa,
que quiero regalarte esta sorpresa,
te quise como el jarro quiere al vino,
mantel mima a la mesa.
©donaciano bueno

  • La Gran Vía de Madrid

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MI POETA SUGERIDO: Fernando Aramburu

Fernando Aramburu

Entras al agua. Tu adolescencia lisa

Entras en el agua. Tu adolescencia lisa
apetece a la ola. Se aferra todo el mar a tu desnudo,
su lengua fresca con vaivén ligero
lame las piernas. Gritas con deleite
en tanto el agua blanca sube
por los redondos muslos, volviendo el rostro
hacia la playa, con juvenil melindre
mientras te moja la vagina, el talle, y gozas
sumergiéndote.
Te envuelve la marea de amanecer azul,
en la que como un rayo más del sol flotas
y te ofreces, hermosa y libre criatura
que das placer a cuanto en torno a ti resbala.
Surgen, desaparecen en la espuma
los pechos húmedos que estamparás
después contra otro pecho, donde se altera un
corazón durmiente.
Y mientras tiemblas por el frío,
dando forma al deseo,
te secarán mis manos, harás crecer la vida
que tu boca salobre suave siente.

También eres dolor, lo sabes.

También eres dolor, lo sabes.
Lentamente alguna caducidad
vierte su ácido en el rostro.
Los días raen la ilusión y un muro
negro te aleja de las gentes.
Así comprendes que al amar
piadosa compañía es lo que anhelas,
buscas testigo de las lágrimas,
alguien que ayude a levantar tu roca.
Residuo de tu vida reluciente,
verás la juventud sin disimulo
retirarse como arena entre dedos.
Pero no eres tristeza,
porque no hay culpa en ti por esta infamia.

HIJA

Conocerás la luz, el mar variable
que precede al origen y es ulterior al mundo,
las laboriosas hormigas dispersas por la senda
repitiendo el afán inútil de los hombres.
Conocerás la sed del agua y la del vino
y aquella de los cuerpos más terrible
que no querrás saciar ni acaso puedas nunca.
Conocerás la llama, la rosa y el cristal.
La dicha desde luego conocerás un poco,
suave nube sin aire que pasó
y no ha pasado, la desatada música
que es, igual que el tiempo, un artificio.
No podría olvidar las injusticias que harás y que han
de hacerte,
el grito, la pared, la muchedumbre,
las incontables horas de ajetreo
precisas cada día si quieres resolver
un ínfimo momento sosegado,
y esa noche de lluvia en que estarás muy sola.
Conocerás también la estatua, el libro,
el espejo, el relámpago y la taza,
la sangre que discurre buscando una salida,
la mosca pertinaz, la inapartable muerte
que no ha de consentir que te conozcas.
Un sueño sin piedad sabe tus días.
Números, padres, ríos, sombras, luna
–espléndido dolor– te aguardan. Nace.

EN LENGUA MUERTA

Las tantas en mi tumba y el amor,
pobre diablo, de qué me va a salvar
si ni mecha le queda
para velarse
a sí mismo.
Embáucame, le dije,
si puedes, si te atreves. Pon
muleta al alba, resplandor
en su orla al rojo engaño de poniente,
antes que se me olvide
seguir mañana estando vivo dentro
de mi pecho. Le dije: pues ya que tienes alas,
lávame estas cenizas paulatinas,
y luego le juré, a cambio del favor,
colgarme un sol azul de vez en cuando
en el centro absoluto de mi frente.

Yo quisiera llover

Yo quisiera llover, llover
interminablemente, sentir que me desahogo en una
larga melena de gotas finas y festivas.
Mi sueño es un caer, es un caer
que moja en la desamparada tarde
los muros cenicientos, las lápidas, los rostros.

Te aguardan

Conocerás la luz, el mar variable
que precede al origen y es ulterior al mundo,
las laboriosas hormigas dispersas por la senda
repitiendo el afán inútil de los hombres.
Conocerás la sed del agua y la del vino
y aquella de los cuerpos más terrible
que no querrás saciar ni acaso puedas nunca.
Conocerás la llama, la rosa y el cristal.
La dicha desde luego conocerás un poco,
suave nube sin aire que pasó
y no ha pasado, la desatada música
que es, igual que el tiempo, un artificio.
No podría olvidar las injusticias que harás y que han
de hacerte,
el grito, la pared, la muchedumbre,
las incontables horas de ajetreo
precisas cada día si quieres resolver
un ínfimo momento sosegado,
y esa noche de lluvia en que estarás muy sola.
Conocerás también la estatua, el libro,
el espejo, el relámpago y la taza,
la sangre que discurre buscando una salida,
la mosca pertinaz, la inapartable muerte
que no ha de consentir que te conozcas.
Un sueño sin piedad sabe tus días.
Números, padres, ríos, sombras, luna
–espléndido dolor– te aguardan. Nace.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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Yo sé que no estoy loco así disfrutevolviendo…
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