DOSCIENTAS VEINTICINCO MIL CAMPANAS (Mi poema)
Carlos Barbarito (Mi poeta sugerido)

Inicio » Sonetos » DOSCIENTAS VEINTICINCO MIL CAMPANAS (Mi poema) Carlos Barbarito (Mi poeta sugerido)

¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar?  haz click en el botón de la derecha!

MI POEMA …de medio pelo

 

El año que ha venido ya se ha ido
mas otro que es intruso seguirá,
pues sepas nunca el mundo parará
así puedas pensar que está dormido.

Doscientas veinticinco mil campanas
esperan la llegada de ese día,
motivo de conflicto y de alegría,
posible de tocar no tengan ganas.

Que ha muerto, ¡si se ha muerto que se vaya!
pues pronto llegará otra Navidad,
y cuides no te pases de la raya.

Yo espero la verdad con ansiedad
de un virus no más sirva de cobaya
reinando en este mundo al fin la paz.
©donaciano bueno

#A año nuevo, vida nueva? Clic para tuitear

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Barbarito

Respira. Apenas eso

Respira. Apenas eso. En la veloz
evaporación del milagro, de ceniza a ceniza.
Del bromo, algo que roba poco a poco el aire.
No hay testigos; en lo que queda de mundo,
los perros se disputan pedazos de cartón,
algún hueso torcido, los restos de un disfraz de marino.
Respira. Nada más. En un aire que se agota
y la vida que se hunde
como se hunden la piedra en el agua, los imperios.

Tal vez en una idea madre…

A Reynaldo Jiménez

Tal vez en una idea madre, capaz
de encender una luz en la larga noche;
en una ardua destilación, como un urgido deseo
de amar y que la escena se refleje
en sucesivos espejos; en el fruto
colgado del extremo de una rama,
que alguien comerá mañana
antes de reemprender el viaje hacia la costa;
en la repetición de cierta palabra,
penúltimo acto, bajo la luna, de un poseso;
en un anhelo de equilibrio, supuesto paraíso,
mientras en redor cada ser y cosa se desbandan;
en un camino abierto, con las manos,
entre hierbas duras, hasta lastimarse;
en una vara cromada por la belleza
y en una seda traída desde lejos;
tal vez en una reverberación, en un agua
que aun de día se obstina en reflejar a las estrellas…

Hablo de una existencia…

Hablo de una existencia
que, al no encontrar conversación,
se sumerge por entero en una cerrada medianoche.
Hablo de una inútil meditación
en un polo sin magnetismo,
donde se sitúa el peor temor del cartógrafo.
Ahora es, de pronto, arena.
Lo que, a cada hora, envejece un poco más.
El doble de la muerte.
Lo que sin tardanza se acumula.
Lo que no halla asistencia, un coro en la ceniza.
¿Qué veremos cuando ya no tengamos ojos?
Porque se agita en el fondo una cifra sin cábala.
Porque no es lluvia lo que golpea los aleros.
Porque es falsa la perspectiva
y entonces la conclusión es un naufragio
en un mar improbable, a bordo de una nave inexistente.

Adiós a un sueño…

Adiós a un sueño, no se hace
en la piedra el Paraíso, no hay espacio para el fruto;
quién almorzará ahora si lo que irrumpe
es la noche, manteles sucios de ceniza.
Adiós al pan, al sabor de otra boca
en la boca propia, al deseo de cebada y centeno,
plano que se inclina para que rueden,
esposados, palabra y cosa, hacia el abismo.
En qué dialecto, por qué gracia,
a través de que mecánica:
si ahora viera tu rostro, cualquier rostro,
lo creería mancha, error de un supuesto Plan
que debiera ser blanco sobre blanco.
Hay sangre, verdín, torpeza,
crimen que no se oculta,
vulgar locura de marino ebrio,
Fuego de San Telmo visto por un instante
desde alguna dársena a la que abandonaron,
hace mucho, los pájaros. Adiós
a la topografía, al número primo,
a la balanza, a la señal en el cielo o la tierra;
ya no vendré, no vendrás,
no lloverá ni hará buen tiempo,
todo será imposible, la voz dirá no ha lugar,
y no habrá lugar alguno.

Todo comienza cuando…

Todo comienza cuando no hay perdón,
ni salida hacia una claridad
al final del pasillo, con una mano débil
que apenas puede aferrarse al pasamanos,
cuando es tarde y nadie riega
el jardín olvidado por la lluvia,
las palabras arden sin humo
en los invernaderos vacíos,
todo se desata cuando el porvenir
se disipa, el presente se disipa,
las caras, aún las más amadas, se esfuman,
cuando la exploración acaba en el desierto,
todo se inicia cuando no queda follaje,
ni vuelo de ave, ni panes,
en el más crudo invierno,
en la más cerrada castidad,
en las ruedas hundidas en el barro,
en el desmayo de la invención,
en el fracaso del cálculo,
en la ceguera, en el exilio,
cuando sólo nos miran los animales, las estrellas.

Y de mí qué se embarca, qué ruta emprende…

…It looked as if a night of dark intent
Was coming, and not only a night, an age…
Robert Frost, Once by the Pacific.

Y de mí qué se embarca, qué ruta emprende;
de mi mano, torpe música ciega
y una herida en el aire que exhalo.
Ignoro el pasado y el porvenir de la estrella,
qué se oculta bajo la tierra que piso,
por qué lo que se busca queda siempre del otro lado.
Estoy solo. Estás sola.
El perro acude y nos lame las manos.
¿Acude o se trata de un sueño?
Dejo una marca en la madera.
Ésta, con la punta del cuchillo.
¿Dejo una marca o lo sueño?
Sí, hablábamos de remotas constelaciones,
de súbitos prodigios, de lluvias extrañas;
pero sobrevino el silencio y fue espeso,
se hizo la tiniebla en pleno día
y ya no hubo razón para rarezas y milagros.
Y no pudimos vestirnos.
Y no pudimos desnudarnos.
De Falla en el instante puro (Botella al mar, Buenos Aires, 2016).

¿Una eterna disputa por las sobras..?

¿Una eterna disputa por las sobras,
el residuo postrero, lo último que queda?
A mano desnuda, la mirada roja.
¿Es esto todo, es esto de verdad todo?
¿No hay más? ¿No hay nada más?
¿Para qué, entonces, en la piedra dura,
grabada a cincel, la promesa:
la rama que resistirá el fuego,
el unánime canto de los grillos,
el viento disipador de temores y cenizas?
Una vez anduve desnudo y descalzo.
Al menos eso creo.
¿Alguna vez anduve desnudo y descalzo?
¿Realmente anduve desnudo y descalzo?
¿O es un engaño, otro engaño más,
como un ungüento contra la muerte,
un himno ante un gran alud,
un sextante en medio del mar
bajo un cielo nocturno sin estrellas?
Roja la mirada, a mano desnuda.
¿Una eterna disputa por las sobras,
el residuo postrero, lo último que queda?

Hoy escribo un poema…

Hoy escribo un poema cansado.
Son muchos los pasos para cruzar el desierto.
Hay un pez aquí cuando ser pez parece imposible.
No hay peces aquí, aunque mi verso anterior lo contradiga.
Lo que propongo se vuelve huida, fantasma.
Lo que propongo no enciende una luz, no cierra los puños.
¿Qué otras cosas devorará el sol antes de que sea de noche?
Debo resistir –me digo–, pero para ello debo tener un cuerpo.
Digo: algo más allá de presunción, una conjetura.
Porque si existo es todavía por una idea difusa, una supuesta marca en el éter.

¿Qué será de nosotros…?

(Rómulo Macció, La mueca en el espejo. 1973)

¿Qué será de nosotros dentro de un rato, mañana?
¿Qué será de las horas, de los días con sus noches,
del paso de la luz solar a la luz lunar,
del que ahora mismo se para en mitad de una avenida
para anunciar la inminencia de otro diluvio?
¿Qué será del cabo del pincel una y otra vez mordido,
de la casa cimentada en roca, en niebla,
del amanecer que interrumpe el sueño,
del anochecer que trae el sueño pero, también, el insomnio?
¿Qué será en un instante, cuando esta pintura concluya,
y quedemos solos y desnudos, sin ayuda alguna?
DE Radiación de fondo (Primera edición: Abrace Cultura, Montevideo, 2018; segunda edición corregida y aumentada: clinamen, Buenos Aires, 2018).
De Cenizas del mediodía (Praxis, México D.F., 2010).

Si te gusta #Carlos_Barbarito... Clic para tuitear

Autores en esta página

Donaciano Bueno Diez
Carlos Barbarito
Si te gusta mi poema o los del poeta sugerido, compártelo. Gracias
Subscríbete!
Notificar a
guest

0 ¡Ardo en ascuas por conocer tu opinión! ¡Anímate a comentar!
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Echa un vistazo a la siguiente publicación
Estas tierras que hurgando al mar le arañan,-y…
0
Me encantaría tu opinión, por favor comenta.x

Descubre más desde DonacianoBueno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo