MI CASA YA NO ES MI CASA [Mi poema]
José Rafael Pocaterra [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Ayer volví a mi casa y ya no es mía
que aquella que dejé me la han cambiado,
no existen ni paredes ni el forjado,
tampoco existe luz, no hay celosía
y todo está nublado.

Mi casa ya no es casa, que es un antro
que ruge cuando nace ya la noche,
se siente complaciente en su derroche
haciendo carantoñas con su llanto,
mi casa es un fantoche.

La casa que era mía es de un okupa,
la tuve que dejar, robando el viento,
no atiende a la razón ni al sentimiento
fue un acto de traición yendo a la grupa
de un falso juramento.

Mi casa aunque de adobe, era mi casa,
que en ella yo nací, la tengo afecto,
pues nunca la encontré ningún defecto,
no acierto a comprender qué es lo que pasa
si yo hice lo correcto.

Y hoy vienen a decir que al ser de adobe
no tiene algún valor y la desprecian
los vientos sin piedad que al mundo arrecian,
y encuentran natural que alguien la robe
y me la menosprecian.

Me siento cual si fuera un indigente
sin manta en que cubrirme, que me arrope,
haciéndome entender que soy miope.
me debo comportar como otra gente
fingiendo que galopo a otro galope.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  José Rafael Pocaterra

CARTA DE INTENCIÓN:

No me salves de nada, poesía.
Abandóname desnudo a la intemperie.
No me concedas claridad. No me interrogues.
Voy sobre la cuerda inestable de mi equilibrio
y estoy al tanto de lo que me espera.
Niégame página en blanco donde puedan retozar
los tibios conejos de mi infancia.
No me aturdas cuando llegue la noche.
Quiero vivir en paz en esta selva húmeda
sin claros ni caminos.
No me consueles cuando vengo de regreso,
ocúltame palabras para decir hastío.
Permíteme vivir mi carne como si fuera mía
y déjame ser el ángel caído de mi cielo.
Sé de los lugares donde enseñas
a pisar las uvas de la ausencia.
Conozco la sílaba informe de mi tiempo.
Concédeme ser la sed en mi diluvio.

Pertenencia

Hojeo un atlas
para descubrir
la forma de Birmania.

Más tarde
salen a mi encuentro
esas líneas que tanto
nos inquietan: la palabra
no es el sitio del resplandor

En la montaña frente a mi pueblo
a esta hora
la noche también existe
y un pájaro celaje la contempla.

El sueño me seduce
mirándote en las fotografías.

Acaricio formas de la ausencia,
esa otra manera tuya de poseerme.
*
Te amo
sólo por ventana.

Estoy asomado esta tarde
a un olor que ya no existe.

Tu patio sin mí
es sólo tierra
una sed transeúnte
un anillo sin dedo.

¿Qué puede una ventana
sin una infancia que la mire?

29 de agosto, 1929

He vuelto; es la tarde
igual a las que vi en mi infancia:
el mismo cielo, azul cobarde;
la misma fronda; la fragancia
de esta tierra tan colorada
con sus hormigueros en ansia
de alzar su casita acabada
por las lluvias del fin de agosto.

Tu sepultura aquí cavada
-metros y centímetros- ¡que angosto!
y la losa cuán maltratada…
¡pobre mi madre que tan poco
debió a la alegría del mundo!
estas rosas aquí coloco
y que surgen de lo profundo
de mis recuerdos ¡cuán en balde!
¡ni que versos de gemebundo
ni que grito de Pérez Bonalde!

Eras mi madre, eras el todo
y contigo enterramos eso:
el origen, el verbo, el modo;
desde la cólera hasta el beso,
desde el defecto hasta el portento…
¡cómo me siento, en vida, ileso,
sin merecerlo, cómo me siento
desde el espíritu hasta el hueso
más tuyo que nunca lo fuera!

Ni cuando hinchaba mi proceso
en la fibra de tu cadera,
ni cuando ciego busqué el pecho
que nunca pudo amamantarme,
o te miraba desde el lecho
en el sopor del despertarme
aquella mañana riente
en el cascaron aldeano:
te acercaste tan dulcemente
con unas flores en la mano…
porque yo estaba desgraciado
¡fue aquellas fiebres que venciste
sin dormir, tu rostro inclinado
sobre mi faz de niño triste…!
y te recuerdo en esos días
y te evoco perfectamente,
con tus crenchas que tú partías,
negrísimas, sobre la frente.

¡Y solo ahora puedo verte
con ojos inverosímiles
desdibujados por la muerte
en siempre mas vagos perfiles!
¿Cómo eras, madre, cómo eras
cuando tenías veinte abriles
o tus sesentas primaveras?

Te reconstruyo en tu agonía
y la visión, brusca, se trunca
¡no te me vayas todavía,
quédate, madre, ahora o nunca!

Imprecación

Ya no gimo, me tuerzo
como una zarza seca bajo el cierzo
que la destroza, y con la rama rota,
endeble, enferma, inútil y mezquina,
torturada sacúdese y azota.

Horizonte racional

…Y quedar solitario
en el largo sendero
por donde todos van.

Y quedarse a la vera,
pensativo y callado,
envuelto en silencio
que nadie habrá de turbar.

Como una parcial muerte
sin tiempo ni distancia;
nube que se detiene
sobre el trazo fugaz
del enorme camino
por donde todos van.

Cierra, cierra los ojos.
¡Nunca mires atrás!

Codicilo

Bajo el montón de tierra en que cautivo
quedaré al fin ¿a que poner mi nombre
por vanagloria de lo que fui, vivo?
Basta trazar con mano presurosa
en mármol, en cemento, en cualquier cosa:
“Este fue un hombre”.

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Omar López

Cazador de sueños I y II

Amberense (*)
El perro negro rasca la orilla empetrolada
cinco hermanos apedrean la tarde
piedras de emboquilladas
que el río deglute.
Tendió la madre seis trapos al último sol.
La casucha tiene un jardín de latas y restos de naufragios.
Sembrada una media bicicleta
negrito de porcelana con una pierna amputada
banderín justicialista
un ojo de buey
un buey sin ojos
árbol seco
un sauce llorón que pronto secará
motor de auto destripado
pasto seco y chatarra
olor a kerosén
una flor silvestre y polvorienta.
El Docke dormita entre yuyales
y postes de luz quebrados con cables caídos
como tendones cortados
y el viento araña los desvencijados tinglados.
Arriba de una medianera de la fábrica abandonada
un gato revisa la soledad
el perro negro se bate a duelo con los moscardones
que atacan su maltrecha cola.
Una radio afónica relata el clásico del domingo
sopla un viento del sur con olor a resina
y sobre la vieja y moribunda barraca Amberense
un bote azul y oro cruza la media tarde remando contra la ausencia.

Inquietan apenas los lejanos bocinazos
que ruedan por el Puente Avellaneda.
El río es una enorme ballena de luto
volcada de bruces sobre el aceitoso lecho.
No se escuchan voces
sólo leves murmullos
de los desmantelados paquidermos
que apenas se mantienen a flote
y custodian jubilados marineros
que por la noche luchan en la popa contra su nostalgia.
Una orilla es el exilio
otra el olvido
las divide un río de traiciones.

A veces la niebla las une
y entonces
se juntan los fantasmas
con sus mujeres desdentadas
los escuálidos hijos a cuestas
y los perros orilleros.
Se deslizan río adentro de la ciudad
que los vomita y
no llevan velas
se iluminan con el grito
brillan sus ojos inocentes
trepan los sueños por sus manos de hollín.
Van todos juntos
piqueteando la bruma de la ignorancia de los hombres maniquí.
Cargan el ancla para clavarla
en el corazón de la injusticia.
*Vieja fábrica del 1900
Publicado en libro Cazador de sueños, al otro lado del puente. 2005

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[Autor invitado]
Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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