LA GAZA DE LAS LAMENTACIONES [Mi poema]
Ernesto Alcalá [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA …de medio pelo

 

Existe ese lugar donde el rencor
se palpa y se respira en el ambiente,
-el niño cuando nace es la simiente-,
y un día se produce un estertor
que tiembla desde Oriente hasta Occidente.

Los odios se acumulan y saldrán,
y más cuando entra un ego de rebote,
es algo natural que un día explote.
Que el fuego crea gases y el volcán
hará que allí el entorno se alborote.

Después la destrucción vendrá y la muerte,
la lava, ya se sabe, no se para,
ni atiende quien los daños los repara.
Que al burro no le ampara ni la suerte,
ni un dios, el mismo Dios que lo fundara.

Por mucho que alguien quiera aquí engañar
o intente ya ocultar lo sucedido,
el odio si se encuentra comprimido
un día, cualquier día ha de explotar,
no tiene discusión, siempre así ha sido.
©donaciano bueno

El #odio es un #pozo del que acaso nunca se sale? Share on X

Las guerras ya se sabe es la única forma que tiene la especie humana para resolver sus litigios. Después vendrán los lamentos y la reconstrucción de los daños. Salvo en el caso de los muertos para los que no existe una segunda oportunidad. 

MI POETA SUGERIDO:  Ernesto Alcalá

NATURALEZA MUERTA

Me llené de lluvia.
Me inundó un oceáno de lágrimas scas.
Me llené de sol
y me ahogué en la calma de un atardecer
roto en la garganta.

Extraños

El desconcierto generalizado de las aves
acaricia mi lengua mientras duermo,
vals de tiniebla y hambre
en la casa encendida.

Amanece en las calles de mi ciudad acuática
y un aluvión de cuerpos reclaman su dádiva:
es el amor pagano de los reptiles,
vagantes eternos en los días sin rostro.

Cuerpos que se entrelazan
y caen a la sima como un torrente,
despertando, después,
en las áridas manos del cazador.

Mientras, en lo alto,
las voces del aire perpetúan las aguas;
auguran la llamada de los caimanes
en la noche del miedo.

Carne

Cuando te pienso todo es carne.
Carroña acerada que despeja mis dudas en el esófago.
Salda las cuentas la ingesta de ti,
como si al final todo fuese objeto de mercancía.

Años devotos
que sólo trajeron amor maloliente,
imaginado,
y una sombra acuosa que se me aparece
desmedrada en ojos.

Si alguien me escucha
que me diga que esconde el recuerdo afilado de la ausencia.
Si alguien se ofrece
que deshaga mis pasos uno a uno.

Sólo deseo saber si hay carne en la nevera,
y si es cierto que anoche dejó de llover.

HECATOMBE

El aire está enfermo y la ciudad calla.
Extraña en silencio a todos sus santos.
Ciudad disecada,
triste alimaña que clava los dientes en el asfalto.

Un coche fantasma recoge difuntos,
recolecta caras en las avenidas.
Rastrea con sigilo cada movimiento,
buscando carroña.

Avanza la muerte entre sombras.

Huidizas la las manos, la almas esperan
-allá, en lo confines de nuestra existencia-.

VOZ DE AGUDO SILENCIO

Como una voz esquiva y meridiana
suspendida en la traslúcida hojarasca,
arde sola mi esperanza en su solsticio.

Cual crespúsculo indomableatravesando mi alma
(indigencia de mi paso por el mundo),
sueña la gloria a deshoras;
solo desea invocar a los escribas
de los tiempos moribundos a mi espalda.

Si mi sangre llega hoy hasta los valles,
no seré pasajero y vil cenutrio,
ni siquiera hombre seré;
solo luz apelmazada y tremulante,
solo fin.

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Rosario Castellanos

Muro de lamentaciones

I
Alguien que clama en vano contra el cielo:
la sorda inmensidad, la azul indiferencia,
el vacío imposible para el eco.
Porque los niños surgen de vientres como ataúdes
y en el pecho materno se nutren de venenos.
Porque la flor es breve y el tiempo interminable
y la tierra un cadáver transformándose
y el espanto la máscara perfecta de la nada.

Alguien, yo, arrodillada: rasgué mis vestiduras
y colmé de cenizas mi cabeza.
Lloro por esa patria que no he tenido nunca,
la patria que edifica la angustia en el desierto
cuando humean los granos de arena al mediodía.
Porque yo soy de aquellos desterrados
para quienes el pan de su mesa es ajeno
y su lecho una inmensa llanura abandonada
y toda voz humana una lengua extranjera.

Porque yo soy el éxodo.
(Un arcángel me cierra caminos de regreso
y su espada flamígera incendia paraísos.)
¡Más allá, más allá, más allá! ¡Sombras, fuentes,
praderas deleitosas, ciudades, más allá!
Más allá del camello y el ojo de la aguja,
de la humilde semilla de mostaza
y del lirio y del pájaro desnudos.

No podría tomar tu pecho por almohada
ni cabría en los pastos que triscan tus ovejas.
Reverbera mi hogar en el crepúsculo.
Yo dormiré en la Mano que quiebra los relojes.

II
Detrás de mí tan sólo las memorias borradas.
Mis muertos ni trascienden de sus tumbas
y por primera vez estoy mirando el mundo.

Soy hija de mí misma.
De mi sueño nací. Mi sueño me sostiene.

No busquéis en mis filtros más que mi propia sangre
ni remontéis los ríos para alcanzar mi origen.

En mi genealogía no hay más que una palabra:
Soledad.

III
Sedienta como el mar y como el mar ahogada
de agua salobre y honda
vengo desde el abismo hasta mis labios
que son como una torpe tentativa de playa,
como arena rendida
llorando por la fuga de las olas.

Todo mi mar es de pañuelos blancos,
de muelles desolados y de presencias náufragas.
Toda mi playa un caracol que gime
porque el viento encerrado en sus paredes
se revuelve furioso y lo golpea.

IV
Antes acabarán mis pasos que el espacio.
Antes caerá la noche de que mi afán concluya.

Me cercarán las fieras en ronda enloquecida,
cercenarán mis voces cuchillos afilados,
se romperán los grillos que sujetan el miedo.
No prevalecerá sobre mí el enemigo
si en la tribulación digo Tu nombre.

V
Entre las cosas busco Tu huella y no la encuentro.
Lo que mi oído toca se convierte en silencio,
la orilla en que me tiendo se deshace.

¿Dónde estás? ¿Por qué apartas tu rostro de mi rostro?
¿Eres la puerta enorme que esconde la locura,
el muro que devuelve lamento por lamento?

Esperanza,
¿eres sólo una lápida?

VI
No diré con los otros que también me olvidaste.
No ingresaré en el coro de los que te desprecian
ni seguiré al ejército blasfemo.

Si no existes
yo te haré a semejanza de mi anhelo,
a imagen de mis ansias.

Llama petrificada
habitarás en mí como en tu reino.

VII
Te amo hasta los límites extremos:
la yema palpitante de los dedos,
la punta vibratoria del cabello.

Creo en Ti con los párpados cerrados.
Creo en Tu fuego siempre renovado.

Mi corazón se ensancha por contener Tus ámbitos.

VIII
Ha de ser tu substancia igual que la del día
que sigue a las tinieblas, radiante y absoluto.
Como lluvia, la gracia prometida
descenderá en escalas luminosas
a bañar la aridez de nuestra frente.

Pues ¿para qué esta fiebre si no es para anunciarte?

Carbones encendidos han limpiado mi boca.

Canto tus alabanzas desde antes que amanezca.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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