Una muestra de sus poemas
A MARIÁ PUJOL
Personaje nacido de sí mismo,
es el creador y, a un tiempo, la criatura;
mente que ha enloquecido la cordura,
lumbre de amor en cárcel de sí mismo.
Su viejo corazón es un abismo,
del Quijote fraternal hondura:
sufren los dos de idéntica locura:
se le seca en el seso el egoísmo.
No envidia ni desea, no atesora.
La cárdena noche de la guerra
vierte su pluma nácares de aurora…
Alto, enjuta la piel, solo, sin nido:
es su patria el pedazo de la tierra
donde puede acorrer a un oprimido.
Era hermoso.
Las mujeres lo destrozaron.
Tanto lo amaron
que se volvió tuberculoso.
Nació para el Amor
y la Gloria.
¡Es su historia
toda dolor!
Fue un poeta del barro.
(Poco dinero, mucha hambre,
siempre arrojando sangre
y siempre con catarro.)
Todas las rosas del placer se le ofrendaron
en las alcobas silenciosas.
Él dio las tristes rosas
que de su boca se derramaron “.
Calle mal empedrada, sucia, estrecha y torcida.
Los perros y las viejas, calentándose al sol.
Una posada equívoca se ofrece en un farol.
La taberna. El barbero. Huele a cosa podrida.
Los renegridos muros, llenos de cicatrices.
En algunas ventanas, puesta a secar la ropa:
cuelga una falda negra que parece una hopa.
Albergue de ladrones, vagos y meretrices.
Los chiquillos, desnudos, se arrastran por el lodo:
“El Bengala”, “El Pasmao”… Todos tienen apodo.
Un coche de tercera*, negro y trágico, pasa,
con la cruz en lo alto, los “pitejos” y el muerto:
los baches y las piedras le hacen andar incierto,
como borracho alegre que no encuentra su casa.
No hay libertad posible sin cultura:
primero, el pan; mas luego la cartilla:
Si no aventas al surco la semilla,
no llevarás al grano la moltura.
Ni paz al hombre ni ración segura,
que es la ignorancia lo que al hombre humilla:
No pruebes en ti mismo tu cuchilla
ni te caves la propia sepultura…
Tienen los libros resplandor de aurora,
son caricia y orgullo de la frente:
La lectura ennoblece y enamora:
nos cierra el corazón al sufrimiento,
y es generosa, cristalina fuente
donde apaga su sed el pensamiento.
Tengo una compañera…
Tengo una compañera bondadosa,
dos hijos que me alegran la pobreza,
una camisa limpia, una cerveza,
y en la mesa, en un búcaro, una rosa.
Mi casa es pequeñita; en el corral,
bajo la parra, patos y gallinas,
y un nido de viajeras golondrinas
en la viga más recia del portal.
Ya no sangran mi pecho ni mi frente…
A mi lado Teresa humildemente
cose, y los niños juegan con el gato.
La pluma, en la espetera. Con la lanza
los libros al desván… Mi Sancho Panza
vive contento, de la cama al plato.