NO ME DIGAS… (Mi poema)
Esteban Nicotra (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

No me mires que no puedo respirar,
que no logro suspirar cuando te miro,
si a tus ojos los confundo con el mar
y me incitas a temblar porque te admiro.

Que te veo y no me paro a imaginar,
tu figura me resulta inigualable,
tu destreza con tu garbo al caminar
atraganta hasta mi voz e impide que hable.

¿Qué me pasa que a mi cuerpo hace temblar
y mis músculos se paran o tiritan?
Unos dicen que lo que hace es palpitar,
que es amor y son tus brazos que me invitan.

No me atrevo, no quisiera tropezar,
si es verdad, de ti preciso me hagas caso,
no permitas que me pueda así anegar,
hoy te pido por favor da el primer paso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Esteban Nicotra

TE DESCUBRO EN EL CIELO

Te descubro en el cielo
cuando se va la tarde
como a estas estrellas primeras
que limitan la noche,
que la hacen humana,
para que mis ojos la recorran
como los viejos navegantes.
Cada una es un punto en la memoria,
donde contigo me reúno.
Vuelvo de este viaje,
y traigo el corazón, recuperado,
de mis manos a tus manos hermanas.
de La vida que se vive, Brujas,

UNA MAREA DE HIELO SUBIRÁ

Una marea de hielo subirá
desde los pies a la boca.
La vida, casi una fiebre,
irá huyendo como un río
hasta el último pantano de los ojos.
Y no sabremos por qué estamos muriendo.
Los grandes rascacielos de la noche
seguirán escuchando el rumor de las calles
y la frente será un témpano.
La lámpara,
hipnotizada insistirá sobre estos párpados
desesperadamente inmóviles…
Mudas presencias,
las formas familiares
van buscando rincones de olvido.

ANTES DEL ALBA

A la mejor juventud argentina

1
He sufrido.
Pero he defendido
mi alegría con franqueza
y generosidad.
No he sabido, ni querido,
medir mi vida,
ni calcular.
Estoy solo,
con mis pocos símiles.
Bendigo mi entrega
a mi pasión
innegociable.

2. En el galpón

Uno al lado del otro acostados
como larvas esperando la muerte.
Las vendas inútiles
sobre ojos que miran
hacia adentro.
El sudor de la fiebre
y el pus en las heridas.
La desgarrada sonrisa
vuelta hacia el futuro.

3. Hasta que resuciten

Somos los fantasmas vivientes
de aquellos muertos.
No viviremos nuestras vidas
hasta que descansen en paz.
Y eso será
cuando resuciten
en cada uno de nosotros.

EN LA ALTA NOCHE

En la alta noche escribo
desde mi baja condición humana.
El día ha pasado como un río crecido
de margen a margen arrasando.
Sobreviviente en esta orilla
del silencio y el reloj de la sangre,
escucho los ruidos de la casa y la ciudad
como los últimos signos
que quedaron detrás del paso
que ya no deja más persona viva.
Insomnes, almas en pena, parias,
son las últimas sombras
de este otro infierno, las últimas,
absortas, libres, tiritando
la soledad de un amor constante
más allá de la muerte.
Después del genocidio.
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006

ANTES DE LA NOCHE

Antes que estas nubes grises
cubran con su herrumbre el cielo
ese ebrio tiene que encontrar
su voz para poder cantar;
antes que las luces se enciendan,
en un silencio de escenario fatal,
tendríamos que poder oír la voz de la tragedia,
como un relámpago,
sobre la plaza de la ciudad;
antes de que llegue la noche
tienen que brillar unos ojos
(que sólo supieron llorar
y hace años que están secos);
antes que tú y yo tengamos que callar,
debe llegar como una ola,
hasta estas paredes fantasmales,
un rumor como un mar;
antes de que sea tarde
y acunados como niños,
gusanos en su capullo invernal,
tengamos que volar;
antes que este aire extraño,
confuso, se pierda en el alba
y la vida normal vuelva a empezar,
antes de que nos dejemos de amar,
antes de que el silencio silente
como el grito de una multitud
amorfa de estadio
no nos deje escuchar;
antes de la noche final,
cuando los gallos giman,
y los pájaros enloquecidos
crucen al azar,
¿veremos las ciudades del sol:
su rostro de verdad?
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006

LA HORA OSCURA

Bajo este cielo plúmbeo,
que oscurece en pleno día nuestras horas,
vives tu vida y lees
en este bar ermita,
el sueño de otros, en páginas
luminosas de vida que palpita.
Y ya el viento, que anuncia la tormenta,
agita las hojas de los árboles,
arrastra las noticias que murieron,
mece una cabellera en su vaivén,
pero no anticipa un límpido día,
ni el sol de un porvenir.
Es solo el recuerdo, in natura,
de una historia que no fue.
Esta hora oscura de nuestro tiempo
ensordece en su dominio
el grito callado
de los que no tienen un mañana.
Saldrás a la calle, a la llovizna,
fría, amarga, indiferente,
con la terca ardiente rabia
del que espera el amanecer
como si fuera un cataclismo,
el resonar en un cielo naciente
del clamor que es el anuncio
de lo que nombra esa palabra
que ya nadie se anima a pronunciar,
o se ha olvidado, en tanta mansedumbre,
en tanto conformismo amancebado.
Pero ya es la noche y la lluvia
es solo noche y lluvia,
y las pocas sombras fugitivas
corren a refugiarse.
La hora no entrega una señal,
las luces de las avenidas
iluminan alienadas
un silencio sin nadie.

ELLOS VUELVEN

En la noche,
como traídos por las olas negras,
entre el sudor salobre de las sábanas,
ellos vuelven.
Llegan hasta tu cuarto a oscuras
y flotan sobre tus párpados caídos,
hasta que te levantas, insomne.
No dicen nada,
te miran con sus ojos de corderos,
sonríen, cantan su canción muda,
como tantos años atrás.
Y tú caminas y caminas,
entre las dunas,
entre las zarzas y el viento,
hasta que tus pies
pisan la arena firme de la playa,
y tu paso va recto y seguro,
hasta que te internas
en el agua helada del alba.
La vida que se vive, Editorial Brujas, 2006

Terror del día

El terror del día
hace temblar el cuerpo
como si estuviera desnudo.
Cerrar los ojos, apretar los dientes, beber el propio
aliento,
puede llegar a salvarte.
O tal vez el calor de tus recuerdos.
(Es extraño ver cómo quedan las cosas de los que
se han ido.
No se hablan más que a sí mismas,
como si estuvieran ciegas).
Todo está bien mientras nada se mueva.
No hay que arriesgarse al azar de las calles;
la mañana mira por los ojos de las estatuas:
todo se refleja en su iris vacío.
Y los huesos gimen
su dolor de carne, de pequeña luz,
tan fácil de apagarse.
El cuerpo se ampara a sí mismo,
como las manos ocultan la llama
a los golpes del viento.

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El remordimiento (Jorge Luis Borges).

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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