ACERCA DE LA CERTEZA (Mi poema)
Andrea Cote Botero (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Verás, amigo mío, la certeza
es algo que no existe,
por mucho que tú insistas que lo viste
se encuentra agazapada en la maleza
y a hacerse más visible se resiste.

El mundo en que te mueves, lo que ves,
aquello que percibes,
no es más que la respuesta que recibes
de un hecho, del derecho o del revés,
mas todos a ver mal somos proclives.

¡Lo sé por que lo he visto, estoy seguro,
que aquí la duda ofende!
no creas lo que ves, todo depende
de un dios que nadie ha visto o de un conjuro,
que es falsa mercancía que se vende.

Que nada aquí es verdad, nada es mentira,
y todo es un fracaso,
si dicen que te has muerto no hagas caso
seguro es le interesa o que delira,
mejor sigue soñando al cielo raso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Andrea Cote Botero

Desierto

La tierra que jamás quiso tocar el agua
es el desierto que al norte está creciendo como un estrago de luz.
Pero los hombres que han visto el despoblado
—su amplitud sin sobresaltos—
saben que no es cierto que la tierra esté reseca por capricho,
o sin ninguna bondad;
es nada más su manera de mostrar
lo que transcurre bellamente sin nosotros.

Rocio Bolanos

Lección única sobre cosas viejas

Ya dije

no sé quién inventa el olor de las casas,

no sé.

Más aún si lo que te gusta es mirar desde arriba
la vista ruinosa de los tejados
y la pared deslucida
y los muros
y las sucias puertas de las casas viejas de aquí.
Más aún,
si ya no recuerdas que
no es el olor
sino la bondad de las cosas
al exhibir su derrota.

Temo

Temo que el infierno sea tan largo como el silencio de Dios,
que su tiempo esté habitado por el frío de los templos.
Temo que el silencio sea silencio afuera de la muerte,
que luego del tiempo aún conservemos la memoria.
Temo no dormir tampoco en ese sueño eterno
y que hasta allí nos siga la desesperación de los relojes.

Laberintos

Sé que caminamos por vías paralelas
hacia el centro de algo.
Pero mientras anochece en ti y en mí
ya no hay retorno.
No ignoras que para Ariadna
el hilo era una forma de llegar adentro.

La merienda

También acuérdate María
de las cuatro de la tarde
en nuestro puerto calcinado.
Nuestro puerto
que era más bien una hoguera encallada
o un yermo
o un relámpago.
Acuérdate del suelo encendido,
de nosotros rascando el lomo de la tierra
como para desenterrar el verde prado.
El solar en donde repartían la merienda,
nuestro plato rebosante de cebollas
que para nosotros salaba mi madre,
que para nosotros pescaba mi padre.
Pero a pesar de todo,
tu lo sabes,
habríamos querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo
sin prodigio
y sólo para que tú supieras,
María,
que Dios está en todas partes
y también en tu plato de cebollas,
aunque te haga llorar.
Pero sobre todo, María,
acuérdate de mí y de la herida,
de antes de que pastaran mis manos
en el trigal de las cebollas
para hacer de nuestro pan
el hambre de todos nuestros días
y para que ahora,
que tú ya no te acuerdas
y que la mala semilla alimenta el trigal de lo
desaparecido
yo te descubra, María,
que no es tu culpa
ni es culpa de tu olvido,
que es este el tiempo
y este su quehacer.

PUERTO QUEBRADO

Si supieras que afuera de la casa,
atado a la orilla del puerto quebrado,
hay un río quemante
como las aceras.

Que cuando toca la tierra
es como un desierto al derrumbarse
y trae hierba encendida
para que ascienda por las paredes,
aunque te des a creer
que el muro perturbado por las enredaderas
es milagro de la humedad
y no de la ceniza del agua.

Si supieras
que el río no es de agua
y no trae barcos
ni maderos,
sólo pequeñas algas
crecidas en el pecho
de hombres dormidos.

Si supieras que ese río corre
y que es como nosotros
o como todo lo que tarde o temprano
tiene que hundirse en la tierra.

Tú no sabes,
pero yo alguna vez lo he visto
hace parte de las cosas
que cuando se están yendo
parece que se quedan.

LLANTO

María,
hablo de las montañas en que la vida crece lenta
aquellas que no existen en mi puerto de luz,
donde todo es desierto y ceniza
y es tu sonrisa gesto deslucido.

Allí es Enero el mes de los muertos insepultos
y la tierra es el primer cadáver.
María,
¿No recuerdas?,
¿No ves nada?
Allí nuestras voces son desecas
como nuestra piel
y se nos queman los talones
por no querer saber
de las casas incendiadas.

Hablo María
de esta tierra que es la sed que vivo
y el lecho en que la vida está enterrada.

Piensa niña,
en que esto no es vivir
y la vida es cualquier otra cosa que existe
húmeda en los puertos donde el agua sí florece,
y no es hoguera cada piedra.

Acuérdate, María,
que somos
pasto de perros y de aves,
hombres calcinados,
cortezas vacías
de lo que éramos antes.
¿De qué estás hecha?, niña mía,
por qué crees que puedes coserle la grieta al paisaje
con el hilo de tu voz,
cuando esta tierra es una herida que sangra
en ti y en mí
y en todas las cosas
hechas de ceniza.
En nuestra tierra,
los cuervos lo miran a uno con tus ojos
y las flores se marchitan
por odio hacia nosotros
y la tierra abre agujeros
para obligarnos a morir.

FERVOR DE TIERRA

Que este hambre propio
existe,
es la gana del alma
que es el cuerpo.
Blanca Varela.

Yo digo
fervor de tierra,
y es la maleza
que es el tiempo
y es la maleza
que es Dios
creciendo en descampado,
la maleza de Dios,
que es el cuerpo.

Pero nadie se ocupa del fervor
del sagrado corazón,
sagrado pulmón,
nuca,
falange,
costilla
del sagrado húmero ya no se ocupa nadie.

Yo digo
fervor de tierra
y es la rabia que cosecha el cuerpo
que lo taja
y lo hunde en la maleza de los días.

Tenemos un fervor ufano,
profano,
fervor desde arriba,
desde abajo
y en la tierra que es donde ponemos la herida que nos hizo la mano de Dios:
el cuerpo.

Yo digo
fervor de tierra
y es la maleza
la rabia que nos siembra
en la tierra del fervor.

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Donaciano Bueno Diez
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