QUE LLUEVA, QUE LLUEVA…. (Mi poema)
Rolando Sánchez Mejías (Mi poeta sugerido)

Inicio » Naturaleza » QUE LLUEVA, QUE LLUEVA….

¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar?  haz click en el botón de la derecha!

MI POEMA… de medio pelo
 

(Liras)

Si el cielo disidente
que araña permanente en mi ventana
mostrase complaciente,
saldría en la mañana
el sol a calentar de buena gana.

Si es que ese pictograma
no viera se desliza cuesta abajo
podría allí una llama
pintada gajo a gajo,
de lluvia con mis sueños a destajo.

Si lluvia, dolo y frío,
no fueran amagando con inquina
mi humilde desvarío,
haría una cortina,
tapando en su letargo a la rutina.
©donaciano bueno.

#Te acuerdas? Que llueva, que llueva, la virgen de...? Clic para tuitear

MI POETA SUGERIDO: Rolando Sánchez Mejías

Rolando Sánchez Mejías

Con su sabor impreciso

Con su sabor impreciso
se ha ido acumulando.
En realidad no hay dolor,
no puede haber dolor
detrás del dolor.
Detrás del dolor
no hay nada,
dicen los monjes budistas.
¿Y detrás de la nada?
No hay nada,
dice el sentido común.
Se ha ido acumulando.
No me está pasando a mí.
A mí me está pasando otra cosa
que no entiendo
ni entiendes.
No me está pasando a mí,
ni a ti,
ni a nadie.
Detrás de la nada
no hay nada.
O hay todo,
depende.
A mí me está pasando otra cosa.
Ven,
te le voy a decir.
Se ha ido acumulando.

ANTROPOLÓGICA

la carne de cerdo
te hizo daño
y anuló
el compromiso
no sé
si sabías que
los tsembaga de Nueva Guinea
en sus gestas
matan cerdos
y más cerdos
unas 15 000 libras
que luego distribuyen
ese día
los tsembaga
y los enemigos de los tsembaga
gimen bailan jadean
es decir ciclos
de paz y de guerra
sobre
montañas de cerdos
te contaba eso
para que supieras
cuánta economía
subyace
en el amor

JARDIN ZEN

Sólo un poco de grava inerte
quizá sirva para explicar
(al fin como metáfora vana)
que la dignidad del mundo consiste
en conservar para sí
cualquier inclemencia de ruina.

El monje
cortésmente inclinado
quizá también explique
con los dibujos del rastrillo
que no existe el ardor,
solamente el limpio espacio
que antecede a la ruina.

Alrededor del jardín
en movimiento nulo
de irrealidad o poesía
pernoctan
en un aire civil de turistas y curiosos
sílabas de sutras, pájaros que estallan sus pechos
contra sonidos de gong. Todo envuelto
en el halo de la historia
como en celofán tardío.

El lugar ha sido cercado:
breves muros y arboledas
suspenden la certeza
en teatro de hielo.

La cabeza rapada del monje
conserva la naturaleza de la grava
y de un tiempo circular, levemente
azul: cráneo de papel
o libro muerto
absorbe el sentido
que puede venir de afuera.

En la disposición de las grandes piedras
(con esfuerzo
pueden ser vistas
como azarosos dados de dioses
en quietud proverbial)
tampoco hay ardor. Sólo un resto
de cálida confianza
que el sol deposita
en su parodia de retorno sin fin.

La muerte
(siempre de algún modo poderosa)
podría situarnos
abruptamente dentro
y nos daría, tal vez,
la ilusión del ardor.

Como mimos, entonces,
trataríamos de concertar
desde el cuerpo acabado
el ninguna parte donde hay ardor alguno
en el corazón secreto
que podría brindar el jardín.

Pero hay algo
de helada costumbre
en el jardín
y en el ojo que observa.

Es posible que sea el vacío
(¿por fin el vacío?)
o la ciega intimidad
con que cada cosa responde
a su llamado de muerte.
Y esto se desdibuja
con cierta pasión
en los trazos del rastrillo,
junto a las pobres huellas del monje,
entre inadvertidas cenizas de cigarros
y otras insignificancias
que a fin de cuentas
en el corazón del jardín
parecen caídas del cielo.

HEIMAT

(a J. L. Lima)

No se vio ningún tártaro partir
la línea occipital del horizonte.

Ni un bárbaro de aquellos
jalando con sogas de yute
jabatos de peso mediano.

Ni tocando trompeta.
En el bosque.
A nadie.

Ahora
Lingua Mater sustenta y amortaja,
su boca húmeda y esponjosa
prodigándonos afectos para-
sintácticos y hasta
locales.

In situ: se sigue bailando
con o sin zampoña y se escribe
bellamente aún al compás de
y va escabulléndose
(va cayendo el telón)
uno con
la bípeda y/o loca velocidad que va dictando
el estado de las cosas.

Un registro de vozes tan amplio
quién te lo iba a quitar, menos que menos
a escribir, por ti, por los demás,
padre mío que nadas como un tonel
en la corriente brumosa de las palabras.

Ahora,
rema.

Es decir parte
y tápate las gordas orejas
y rema, rumbo al poniente.

(No escuches viejo chillar
en el canal que corta el mar
dichas ratas de agua dulce).

Escrituras

El tren va a partir.
Breve filosofía del tren: ad infinitum.
Mis manuscritos en las piernas.
El recital en Matanzas va a ser insulso.
Mi hijo (como aquella vez) recogerá jazmines para el té, en el patio donde el viejo
poeta parecía un mujik elegante.
¿Cómo puede ser medida la soledad?
En el tren.
Es decir vas ad infinitum el tren golpeará el Tiempo se abrirá paso en la costra de
realidad y en su propia realidad es decir el tren será abolido y tendrás tu cuota de
soledad.
¿Pero cómo explicar lo que es imposible explicar?
O mejor: “De lo que no puedas hablar mejor cállate.” (Wittgenstein.)
Amo de una manera especial a los gatos.
Eso es, saltar.
¿Pero cómo explicar lo del gato en relación con la idea que tengo del salto y del tren?
Nada, que mi gato no será nunca tu gato.
Ya tú lo sabes.
No obstante: “Quien me oiga asegurar que el gato gris que ahora juega en el patio es
el mismo que brincaba hace 500 años dirá que estoy loco pero.” (Schopenhauer.)
Entonces vuelves a saberlo pero de una manera novedosa a través de otro viejo y voluntarioso filósofo.

Y así ad infinitum.
El viejo poeta también estaba harto.
Harto de las flores harto de su voz harto de su borrachera harto de sus perversiones
harto de parecer un mujik, en fin.
Él fue en su tren.
Iba en tren con su cuota de soledad y a cada rato sacaba la botellita y se empapaba la
barba fracasada su conversión, etc.
Pero la soledad del gato es superior.
Es como la soledad de un tren solo.
Yo aspiraba desde niño a una conversión de mi soledad, es decir yo amaba las cosas
de otra manera.
Eso quiere decir que ahora las amo de una manera distinta de aquella vez.
Por ejemplo en estos momentos puedo levitar pero no tiene sentido.
Bueno sí habría una conversión hacia afuera.
No sé cómo explicarles esto que para mí tuvo algún sentido.
¿Qué sentido hay entre el viejo poeta recitando y mi hijo recogiendo flores?
Las flores estaban destinadas a un té futuro escapado para siempre.
Ya para entonces el viejo poeta estaría muerto.
Muerto ad infinitum.
¿Y cómo explicar a mi hijo en su soledad actual?
Son tiempos difíciles, empezaría así.
La dificultad esencial de estos tiempos: la capacidad de levitar sin razón.
En una callecita de Armenia vi levitar a un hombre.
Se levantó a unos 10 cm. del suelo.
Después se sentó y abrió una lata de cerveza que le ofreció un turista.
Parecía (el armenio) un dios maligno de cejas pobladas en una postura de abandono
pero en realidad.
Esa tarde ella me habló de mi incapacidad de amar.
Lo que es igual a mi incapacidad de conversión.
Esa tarde el pene colgaba como un péndulo en el espejo (esa tarde fuera del Tiempo y
no obstante era otra la realidad desde el punto de vista de ella).
Corno era otra la realidad cuando el viejo poeta regresó en su tren.
Iba dormitando.
La saliva le goteaba en su barba canosa.
Había leído unos cuantos poemas y había sido elogiado por un tropel de poetas
jóvenes.
Luego regresó en su tren.
Dormitando (¿muriendo?) contra la ventanilla.
Aquella tarde tuve una maravillosa conversación con ella.
ella. Estás incapacitado para amar porque tu realidad. (El pene como un péndulo etc.).
yo. Tú amas crees en la realidad pero tu soledad es ad infinitum.
(En la sábana su cuerpo vivo o sea en circunstancias en que esas palabras tienen
algún sentido.)
¿De qué sirve la prosa?
Hay un cuento muy didáctico al respecto.
En el convento de una selva un monje duda dela Eternidad.
Le parece muy largo ese tiempo.
Entonces sale al bosque y ve un pájaro encantado.
Lo persigue hasta la noche sin resultado.
Opta entonces por regresar sin el pájaro.
Pero ocurre que el convento ya no es el mismo.
Todo ha cambiado casi todo ha muerto.
Imagínense que han pasado 20 años que le han parecido al monje un par de horas.
Y yo me pregunto, ¿si hubiera capturado al pájaro encantado qué hubiera sucedido?
Mientras escribo esto oigo a Szymanowski.
Es un compositor polaco lo que quizás explique su violín doloroso ad infinitum
Doloroso y ad infinitum como un pájaro encantado.
A veces la música es puro dolor pero al fin y al cabo eso no parece tener importancia.
¿Es que en tiempos de desamparo también sobran los músicos los prosistas etc?
Al subir el tren vi a la señora con su hijo hidrocéfalo de ojos verdes como la muerte.
Nos sentamos cerca ella junto a él algo impenetrable divino una realidad como una
cripta entonces él cabeceó en un bostezo de extraña nobleza (¿como la muerte?).
Pero al fin y al cabo la muerte no es ese problema.
Ella me lo hizo saber aquella tarde.
(¿Cómo decir lo que ella no quiso decir?)
No obstante algo se volvió vital torpe entre los dos y la imagen del péndulo fue modificada hacia.
Lo supe al subir al tren.
Como lo supo el viejo poeta al subir al suyo, ya de vuelta, sabiendo que aquello era la
muerte contra la ventanilla más allá la realidad etc.
Dentro del tren su soledad como el vacío perfecto, cuestión que ignorábamos afuera
al agitar las manos el tropel de jóvenes escritores.
La historia de la señora y de su hijo hidrocéfalo quizá sea la misma, lo único que
cambia son las circunstancias.
Como otra es la historia de Nietzsche loco en su tren.
Otro filósofo viejo y voluntarioso.
Los bigotes enormes y debajo los labios secos.
Labios que murmuraban ininteligibles serenos y absolutos.
Tren de Turín a Basilea.
Una campesina lleva una cesta por donde asoma su cabeza una gallina.
El tren entra en el túnel de San Gotardo.
30 y pico de minutos de absoluta oscuridad en tren.
(¿Absoluta como la muerte?)
La gallina en uno de los instantes de los 30 y pico de minutos le da por picotear contra la cesta es decir contra el silencio absoluto de la oscuridad en tren.
Y en ese mismo instante Nietzsche canta su último poema.
El canto era tan intenso como la vida.
Porque Nietzsche ya había resuelto el problema de su vida y de su muerte.
(Lo que se llama matar 2 pájaros de un tiro.)
O sea de manera absoluta sin que mediaran los labios la gallina la campesina el traqueteo del tren los 30 y pico de minutos es decir todo lo de más acá donde tú y yo
estamos mientras.
Una vez un niño le dijo a un amigo mío: Veo los bigotes que no tienes.
Entonces mi amigo miró a su gato tan distante en su interior (el gato).
Aunque este sería su gato y no el mío ni el tuyo como ya pudimos darnos cuenta.
De esta misma forma yo no puedo penetrar la historia de la señora y de su hijo
hidrocéfalo.
Será porque nuestros motivos para estar aquí presentes no son los mismos.
Los ojos de la señora: inmensamente pequeños de esa falsa profundidad que hay en
los ojos de todos los viejos (incluidos los filósofos anteriores y el viejo poeta ahora
muertos de una manera absoluta).
Los ojos del niño hidrocéfalo: como la superficie de 2 verdes lagos soñolientos casi
inverosímiles ninguna prosa podrá narrarlos así que.
Ojos ad infinitum.
Pero es un tren lechero hacia Matanzas entonces sus ojos me observan de una forma
particular que no puede describir, es el precio que hay que pagar por la falta de absoluto en las palabras.
la señora. Parece que va a llover.
yo. Sí, es posible que llueva.
(El hidrocéfalo señalando con la cabeza un par de nubes pendulares y muy grises.)
la señora. Qué bueno porque hace calor.
(¿Cómo decir lo que a la señora le da lo mismo decir?)
(¿Cómo decir lo que el hidrocéfalo no puede decir?)
(¿Cómo decir lo que el viejo poeta y los viejos filósofos no supieron o no pudieron o
no quisieron decir?)
El hidrocéfalo levanta su índice hacia el cristal bamboleando la cabeza con 2 lagos
absolutos.
la señora (señalando al niño.) Él toca de lo más bien el piano y usted escribe ¿verdá?
Por los manuscritos los ojos cansados como la muerte (son tiempos difíciles más o
menos de desamparo) todo lo que por prosa acumulativa era esa realidad que estaba
frente a la señora y su idiota.
la señora (señalando al niño). Él toca unas cuantas cositas de Mozart.
Entonces la risa la estupidez la saliva del idiota colgando de un instante del Tiempo
el índice aún enlazado al par de nubes grises y pendulares.
la señora. A ver mi’jo enséñale tus manos a este muchacho que escribe.
En un túnel de luz donde estamos vivos en la blancura real de una intensidad
tal que.
La Habana, 1990

Si te gusta #Rolando_Sánchez_Mejías... Clic para tuitear

Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
Si te gusta mi poema o los del poeta sugerido, compártelo. Gracias
Subscríbete!
Notificar a
guest

1 Comentario
El más votado
El más nuevo El más antiguo
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Echa un vistazo a la siguiente publicación
Pues nunca le verás lleve en la mano,que…
1
0
Me encantaría tu opinión, por favor comenta.x

Descubre más desde DonacianoBueno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo