Él quiso ser marinero y un capitán quiso ser y un barco llegó a tener navegando por el Duero y en su mástil un te quiero grabado quiso poner para que pudieran ver lo mucho que yo
Veintiocho días, menos de un mes, cuatro semanas, una vida sin ti que llamo y que te espero y tú sigues ausente, sin ver mi desespero, penando yo en la tarde, las noches y mañanas.
Soñar, solo soñar para ir al cielo tan simple como echarte a navegar sin remos y tus alas desplegar diciendo un no rotundo al desconsuelo volar, volar, volar, volar, volar.
¿De quién son los abuelos? de los nietos. ¿Los nietos de quién son? de sus abuelos. Los nietos, los que causan sus desvelos, los mismos, los que nunca se están quietos,...
Comparo aquellos tiempos de miseria después de que una guerra se acabara cansados de luchar y de llorar, sintiendo soy un mono en una feria, sin sueños, sin un dios que los fundara,...
Tan duro era ese niño de pelar que puesto a hacer perder la compostura, -si adulto se diría un caradura-, dejaba sin aliento al verbo amar pues no paraba nunca de incordiar...
Pues yo he sido ante todo un liberal, un hombre que se jacta de respeto, no juzgo qué hacen otros, me da igual, solo exijo conmigo ser leal que en sus vidas lo sepan no me meto.
El día que me toque, me decía, yo a tí no te he de dar, que aquello que me sobre he de donar a aquel que me vendió la lotería y el resto me lo vuelvo aquí a jugar.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.