Hay veces que la muerte se presenta
como una solución,
se asoma con sigilo a tu balcón,
suspira ante la hiel que le atormenta
dispuesta al ver la sangre le revienta,
a dar una lección.
Que el mundo se ha tornado virulento
con ruido y sin salida,
te das sin remisión a la bebida
tratando de olvidar que él es cruento.
Quisieras retornar de inicio al cuento
que aquella era otra vida.
Y plantas tu aposento ante la duda
a ver si se despeja,
queriendo liberarte de esa reja
que sigue atormentando tan tozuda
tornando a tu existencia en la más cruda
y tanto a ti se queja.
El amor es la vida, y la vida es amor;
engendra la locura y abre paso al delirio;
purgatorio de goces y cielo de martirio;
su dolor es tan fuerte, que su dicha es dolor.
Va abriendo paraísos y cerrando ataúdes;
con puñales y flores hace ramos dorados…
Es el mayor pecado de todos los pecados,
y la virtud más grande de todas las virtudes.
El amor es el perfume, y el néctar, y es veneno;
es camino de rosas y es camino de cieno;
es un rayo de luna besando un corazón…
Es débil como un niño, como un Hércules fuerte;
el amor es la flecha que nos causa la muerte
y tiene el privilegio de la resurrección.
La enredadera crece y se hace un árbol
La enredadera crece y se hace un árbol
con la fresca temprana o taciturna,
la enredadera crece y se hace un árbol
y ama la luz brillante que amanece.
Y antes de que anochezca entre los nardos
del caladero limpio en primavera,
se vuelve cresta y sombra con la réplica.
Son cómplices tus risas y tus manos,
vivas como las rosas esculpidas,
las que descubren las letras minúsculas.
¡Qué doloroso es amar!
¡Qué doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Si es doloroso saber,
que va marchando la vida
como una mujer querida,
que jamás ha de volver.
Si es doloroso ignorar,
donde vamos a morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Triste es ver que la mirada,
hacia el sol levanta el ciego;
y el sol la envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su mirada tranquila,
a la luz indiferente
y saber que eternamente,
la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.
Pero si es triste mirar
y la luz no percibir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Conocer que caminamos,
bajo la fuerza del sino;
recorrer nuestro camino
y no saber donde vamos.
Ser un triste peregrino,
de la vida en los senderos,
no podernos detener,
por ir siempre prisioneros,
del amor o del deber.
Mas si es triste caminar
y no poder descansar
mas que al tiempo de morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Vivir como yo soñando,
con cosas que nunca vi;
y seguir, seguir andando,
sin saber por qué motivo
ni hasta cuándo.
Tener fantasía y vuelo,
que pongan al cielo escalas
y ver, que nos faltan alas,
que nos remonten al cielo.
Más si es triste no gozar,
lo que podemos soñar;
no hay más amargo dolor,
que ver el alma morir,
prisionera de un amor
y no poderlo decir.
LUJURIA
Cuando murmuras con nervio acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo toca
y recojo en los besos de tu boca
las abrasadas ondas de tu aliento.
Cuando más que ceñir, romper intenso
una frase de amor que amor provoca
y a mí te estrechas delirante y loca,
todo mi ser estremecido siento.
Ni gloria, ni poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces, mujer. Tu eres mi vida,
ésta y la otra si hay otra; y sólo ansío
gozar tu cuerpo, que a gozar me llama,
¡ver tu carne a mi carne confundida
y oír tu beso respondiendo al mío!…
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.