AMOR FALLIDO [Mi poema] Marta Leonor González [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
No me importa que pises mi retrato Ni podrá socavar mis convicciones, La rosa del jardín con su ternura Que el camino fue un simple garabato |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Marta Leonor González
Cuerpo habitado
A Marion Joly dedico este libro
Él habita mi cuerpo con su llave.
Soy un pestillo a punto de dislocarse,
un sueño poblado por su boca justo detrás de la nuca
donde inicia el abandono del delito
trotar de caballos, copular de jirafas que amarran sus cuellos
vencidas norias, diminuta luna colándose por las cortinas.
Inalcanzable es un cuerpo cuando flota a la deriva.
La señorita
La señorita roza el ápice de la lengua contra sus dientes,
lo desliza entre la palabra que nadie escucha.
No hay testigos ante los sonidos que ensaya,
la dueña del potro, la que cabalga desnuda,
Va por el filo de la cuerda como sagaz malabarista.
Oprime sus piernas sobre la bestia
y le descubre la belleza.
En la montaña Zeng, Qiao-Ling
Zeng, Qiao-Ling en el jardín de la petunia blanca
le pregunta al cielo
¿Un pájaro cuando tiene una respuesta es porque ensaya su canción?
El niño no sabe de cuervos y golondrinas
por eso enumera las arrugas de su mano y cuestiona
Zeng, Qiao-Ling corta la leña, el trigo, enciende el fuego,
va a la oscura colina a reunirse con los árboles, a mirarse en el agua,
a interrogar a la montaña del porqué llora en la noche y duerme por el día
por qué es fértil de angustiosas hormigas
No hay misterio dice la montaña
acontezco con alegría, generosa en el durazno
verde, sagrada, arcana, íntima,
Zeng, Qiao-Ling, regresa a casa
con todas las respuestas entre las manos,
una elegía y un sueño.
De Tarjeta Taiwán.
Reverso
«¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad»
Gabriela Mistral
No te duele mi muerte
te duele la flor que se cae moviendo el rocío del aire
te duele la liebre y lloras en la foto
te duele la ardilla en el árbol
hartándose las almendras
juguetona imagen para tus ojos
nunca vista ni experimentada,
es como acariciar el durazno
orgasmo que te recorre el cuello y baja a tus dedos.
Qué belleza tendré para que mi muerte
no te estremezca entre agujas rompiéndome las venas
frente a unos mugrosos pañuelos, sin inmutarte
por esos ancianos come uñas y los perros hambrientos
sedientos entre el asfalto que beben de los charcos.
Lo sé, ahora por tu silencio, te gozas dando de comer a los cerdos.
El que acompaña
A Sandor Dolmus
Los niños asoman sus rostros
lo miran como el joven cardenal
vestido de túnica roja listo para la liturgia
él yace en su cama eterna
encajes y edredones improvisados
es ahora su féretro
fue antes de abatirse la mañana
El Papa Niño que llevó los cirios, el incienso y el Misal
el monaguillo que bebió del cáliz el vino a hurtadillas
el escolano que acompañó a la madre a comprar frijoles
acolito de Zaragoza y camarógrafo de una lumix
que retrató perros callejeros y avenidas coloniales
el que anduvo sobre el techo de la iglesia
miró el volcán Momotombo y quiso escalarlo
mojó sus pies en las aguas del Lago Xolotlán
es hoy el chavalo muerto por un disparo.
La frente no suda la caminata a diario
hasta el Colegio San Ramón
en el campanario su rostro
no asoma con encantamiento la hermosa
vista que le regala el firmamento
la tarde cayendo sobre la plaza
los novios que en la banca de un parque
se dicen secretos al oído entre risas
el vende globos coloridos
y una nube de palomas que mancha el azul celeste.
En la glorieta unas colegialas que simulan comprar dulces
lo esperan a la salida de la misa
hoy despiden con asombro y tristeza
su cuerpo rígido, pálido besado por la muerte
la muchedumbre viene a su adiós
en la imponente Catedral de la Asunción
Donde descansa el poeta
custodiado por un León de mármol que lo llora
como al monaguillo que es despedido
con lágrimas, responsos y cantos
joven príncipe de los humildes y desamparados
un organillo deja una nota de ausencia en los corazones dolido
la madre que plancha y lava las casas de los opulentos
está ahí para separarse del hijo
en el último minuto pensará que es un viaje con retorno
la muerte del resucitado le trae promesas
y se aferra a la pila bautismal
deseando ser ungida por una esperanza renovada
dones que una madre nunca recibirá
porque el poder de la resurrección no está dado a las mujeres
en aquel momento antes enjuga el rostro del joven en sigilo
con aceites de azahares y jazmines
con algodones que guardará como reliquias en días de Semana Santa
con canto aprendidos por los indios de Sutiaba
le besa los pies, le corta un mechón de pelo
le reza hasta agotarse, dormirse sobre el cuerpo
que es piedra e indiferencia.
Entre la multitud
Para Álvaro Conrado
Vi tu rostro moldeado en plastilina.
Vi tu rostro en la televisión
la sangre saliendo de tu cuerpo
tu vida como flama y humo mitigando amaneceres.
Vi tu fotografía en el Facebook en un festival de mangas
junto a un Goku kitsch en versión criolla y decolorada
tras el espejo de tus lentes
vi el rostro de una chavala que te escribía poemas
unas acuarelas en la mochila para quitarle minutos
a una aburrida clase de matemáticas
el dibujo de un ángel con las alas extendidas en el cuaderno de cívica
y el te quiero tímidamente manchado con lápiz de grafito
en el reverso de una hoja de tareas.
Vi cuantos bebieron de tu agua tras la valla acuartelada
cuando cargabas la sed de un país
en el cuenco protegías las semillas de donde brotarían arroyos
y los pequeños arbustos que regalaste para su siembra
el caminar apurado y eléctrico de tu cuerpo a la hora del baile
los minutos de querer ganarle al viento en una competencia de atletismo.
Vi tu risa tras los ventanales de las aulas
y el amuleto que llevabas, ese pokémon colgando de tu llavero casi imperceptible
la música en tus ojos tratando de salir
huyendo por la tráquea y el esófago que atravesó la bala
tu voz apagándose: «me duele respirar»
y tus ojos luchando para no cerrarse
para encontrar en las piedras sus secretos.
Vi tu rostro moldeado en plastilina
y miles de caras cargando tu foto entre la multitud.
Tú, Que Nunca Serás Alfonsina Storni
Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.